Como se puso en contexto en las publicaciones anteriores sobre el tema: Hitobashira y las Construcciones realizadas con Sacrificios Humanos y El Castillo Mauroka - Un edificio hecho con Hitobashira, desde la antigüedad se ha tenido la creencia que para darle protección y estabilidad a las nuevas construcciones de los desastres naturales, hechizos y mal de ojo, era necesario realizar sacrificios humanos a los dioses. Dicho sacrificio consistía en tomar a una persona a la fuerza y enterrarla viva dentro de los pilares de la edificación, en ése punto los dioses decidían si aceptaban o no el tributo. Otras creencias opinan que no era un sacrificio a los dioses sino que la combinación de sangre, tierra y agua, más en la actualidad, con cemento, fortalecía la mezcla. De ese modo, las edificaciones durarían generaciones protegidas mientras que los fantasmas de esas personas pasarían todo ese tiempo atrapadas entre las paredes de esos sitios.
Los sacrificios humanos eran llamados Hitobashira o Pilares Humanos y eran usados para rellenar los cimientos con el fin de que el espíritu de la víctima protegiera el inmueble con su esencia. Para muchos, los mejores sacrificios son los niños por su inocencia, que proporcionan mayor fortaleza y tiempo a la estructura, para otros son los hombres fuertes y valientes, ya que le transfieren sus facultades a la nueva edificación. Para esos segundos casos, desde las propias obras, contratan personal ofreciendo puesto buenos y buenas ganancias, pero cuando menos lo esperan, son arrojados mediante trampas en las columnas con todo y cemento, enterrándolos vivos. Un caso similar le ocurrió al ciudadano Víctor Hugo Mica.
A mediados del pasado año 2022, un hombre llamado Víctor Hugo Mica Álvarez, de 30 años, salió de Chile y llegó a Bolivia con el fin de asistir a un pueblo para una fiesta por la Pachamama, pero asegura que fue enterrado vivo cuando se encontraba en estado de ebriedad después del evento. Después de recuperar el conocimiento, Mica estaba dentro de un ataúd.
Según el testimonio publicado por el diario boliviano Página Siete, Víctor Mica, quien trabaja como costurero, asistió a bailar en una fraternidad de tobas y luego de haber participado en la pre entrada de Villa Victoria, se encontró con un amigo, quien le invitó unas cervezas, y luego perdió el conocimiento. Tras el encuentro, Mica Álvarez contó que despertó en el interior de un cajón cubierto de tierra, en un lote baldío ubicado en la localidad de Achacachi, donde había una infraestructura a medio construir. Según explicó Mica Álvarez, lo quisieron usar como "Sullu", un artículo de ofrenda a la Pachamama.
"Era la pre entrada de Villa Victoria, hemos ido a bailar y ya no me acuerdo. Lo único que recuerdo es que pensé que estaba en mi cama y me he levantado para ir a orinar, y ya no he podido moverme más, y cuando he empujado el ataúd apenas he roto el vidrio con la mano y por el vidrio ha empezado a entrar tierra y así he logrado salir. Me han enterrado."
Cuando finalmente logro escapar, solicitó ayuda de un joven llamado Álex Magne, que se encontró al deambular por la zona de la Ceja de El Alto, quien poco después de escuchar su experiencia, lo llevó a la estación de policía más próxima, la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen (FELCC) de El Alto. Sin embargo, no recibió la ayuda esperada ya que los agentes no quisieron recibir la denuncia dado que el joven aún se encontraba en estado de ebriedad. Magne indicó que evidentemente Víctor Hugo estaba cubierto con cemento en el rostro y la cabeza, y que además tenía lastimada la mano. Esta declaración fue comprobada luego.
Mica Álvarez pidió a los medios que el caso fuera investigado, pero todo quedó allí. La costumbre por la creencia se mantiene y no quieren que dichos sucesos salgan a la luz pública para no caer en polémicas y considerar dicho acto como inhumano, cruel y arcaico. Es importante recordar que dichos sacrificios eran realizados en Japón en tiempos antiguos, y también servían para pacificar a los Kami, deidades sagradas de las fuerzas de la naturaleza, ya que tomaban territorio natural para construir una edificación. Como bien se dijo en la publicación anterior del tema, dicha costumbre estructural ha ido pasando de generación en generación y de un país a otro, adaptándose a su cultura típica y creencias.
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