sábado, 6 de septiembre de 2025

¿Qué era El Shamir de Salomón?

Entre la historia y la leyenda, el nombre del Rey Salomón resuena como un eco milenario cargado de sabiduría, poder y enigmas. Hijo de Betzabé y del Rey David, fue el tercer y último monarca del antiguo Israel, entre los años 978 y 931 a.C. Su figura ha trascendido las páginas bíblicas para convertirse en un símbolo universal de inteligencia estratégica, riqueza sin igual y dominio sobre lo visible y lo invisible. Desde el mítico Sello de Salomón, atributo de poder y protección, hasta las leyendas sobre su Libro Secreto y su capacidad para dialogar con los espíritus y comprender el lenguaje de los animales, su vida se teje con hilos de historia, mito y esoterismo. Ahora bien, entre las posesiones más extrañas del imaginario salomónico, había una que causaba maravillas y era descrita de tal forma que muchos trataban de imaginarse su forma física y hasta se hacían preguntas, desde las más complejas hasta las más simples, como ¿qué era realmente El Shamir? 

Ni piedra preciosa ni herramienta forjada por manos humanas, este artefacto (o criatura) aparece en los textos antiguos como un poder vivo capaz de cortar la roca más dura, desde el hierro hasta el diamante, sin dejar rastro de golpe o fricción. Según la tradición, fue creado en el último instante del sexto día de la Creación, como una de las maravillas primordiales, y pasó de las manos de Moisés, quien lo habría usado para grabar las gemas del pectoral sacerdotal del sumo sacerdote Aarón con doce piedras preciosas que representaban a las doce tribus de Israel (Éxodo 28). Después de Moisés, pasó al Rey Salomón, quien lo empleó en la construcción del Primer Templo de Jerusalén, evitando así el uso de herramientas de hierro, consideradas impuras para una obra sagrada. 

La pregunta es ¿qué era realmente El Shamir? Algunos relatos de la tradición judía, aparece como una de las Diez Maravillas creadas en la víspera del primer Shabat (Día de descanso semanal en el Judaísmo), justo antes de que Dios completara la Creación. No era un objeto común ya que se le atribuía el poder de cortar piedra, hierro y diamante sin contacto físico, simplemente al ser mostrado a la superficie. Era descrito como un gusano diminuto de varias patas, del tamaño de un grano de cebada, que tenía la piel gruesa y rasposa, casi irrompible, con solo una mirada de sus diez ojos desintegraba la materia; otros manifiestan que era como una piedra verde o azulada, quizá un mineral abrasivo como el esmeril. Para su almacenamiento, El Shamir debía guardarse envuelto en lana y dentro de un recipiente de plomo, pues cualquier otro material se desintegraría bajo su influencia.

Según la leyenda, el Rey Salomón, consciente de que la construcción del Primer Templo de Jerusalén, que promovía la paz, debía evitar herramientas de hierro, símbolo de guerra y violencia, recurrió al Shamir para tallar las piedras sagradas. El rey no sabía dónde encontrarlo, así que ideó una operación digna de un mito de espionaje sobrenatural. Según el relato talmúdico, Salomón sabía que solo los demonios conocían su paradero y que el único que podía darle la respuesta era Asmodeo (Ashmedai), el llamado Rey de los Demonios. Para capturarlo, envió a su comandante Benaía ben Yehoyadá, con instrucciones muy precisas. 

Asmodeo bebía agua de un pozo en la montaña donde vivía, así que Benaía lo vació y lo llenó con vino, algo prohibido para Asmodeo según su disciplina espiritual. Al beber el vino, Asmodeo se embriagó y perdió sus defensas. Entonces Benaía lo encadenó con grilletes grabados con el Nombre Sagrado de Dios, lo que impedía que cualquier fuerza demoníaca los rompiera. Una vez llevado a Jerusalén y comparecer ante el Rey Salomón, Asmodeo reveló que el Shamir no se encontraba en su poder reveló su paradero. El Shamir estaba bajo custodia por Rahab, el ángel del mar, que a su vez lo había confiado a la Abubilla (Dukhiphat, en hebreo), un ave sagrada que lo usaba para partir rocas y construir su nido.  

Algunos textos describen a Rahab como un poderoso ángel o príncipe de las aguas, asociado al mar primordial y a las fuerzas que Dios contuvo durante la Creación. Es una figura enigmática y aparece como una entidad colosal derrotada por Dios, símbolo del caos marino, pero que en ciertas versiones fue reinstalado como guardián de secretos y tesoros ocultos en las profundidades. Rabah custodiaba El Shamir pero no lo usaba directamente. Este detalle conecta el mito con un patrón muy antiguo: el de guardianes liminales que custodian objetos sagrados en lugares inaccesibles y que solo pueden ser alcanzados mediante mediadores sobrenaturales.

Este episodio no solo es una pieza clave en la leyenda del Shamir, sino que también muestra a Salomón como un estratega que combina astucia, conocimiento de lo oculto y dominio sobre fuerzas sobrenaturales. 

Se dice que el Shamir desapareció o perdió su poder con la destrucción del Primer Templo en el año 587 a.C., junto con otros elementos sagrados. Desde entonces, su rastro se diluye en la leyenda, dejando tras de sí un símbolo de lo que alguna vez fue posible y hoy parece inalcanzable. Su mito, simbolismo y especulación, sitúan al Shamir en la frontera entre lo divino y lo imposible. Porque, como todo gran misterio, el Shamir no solo habla de lo que fue, sino de lo que aún nos negamos a comprender.  

Desde una mirada moderna, hay quienes indican que El Shamir era un tipo de ácido extremadamente potente, un material radiactivo o incluso, un artefacto de tecnología perdida, comparable a un rayo láser. Si quieres saber un poco más de las posesiones misteriosas y poderosas del Rey Salomón, puedes darle clic aquí, ya que hemos hablamos del personaje y uno de sus objetos sagrado antes.

domingo, 31 de agosto de 2025

La desaparición viral de Sara Jenkins

Diariamente, en alguna zona del planeta, miles de vidas se desvanecen sin dejar rastro. No son cifras abstractas: son rostros, nombres, historias interrumpidas. Según estimaciones internacionales, más de 8 millones de niños desaparecen cada año, unos 22.000 cada día, lo que convierte a la infancia en el grupo más vulnerable y mayoritario dentro de esta tragedia global. Desde las calles de ciudades industrializadas hasta aldeas remotas, las causas se entrelazan: secuestros, conflictos armados, migraciones forzadas, explotación, violencia doméstica o simples fugas que nunca encuentran retorno. En este océano de ausencias, hay historias que, de no ser por la era digital, se habrían perdido para siempre. Como la de Sheila Fox, una joven británica que desapareció en 1972, a los 16 años, en la ciudad de Coventry, en Inglaterra. Durante más de cinco décadas, su caso permaneció archivado, sostenido apenas por conjeturas y un par de fotografías antiguas. Hasta que, en diciembre de 2024, la policía publicó una de esas imágenes en redes sociales. La foto se viralizó y, en cuestión de horas, llegaron pistas que permitieron localizarla con vida, 52 años después. Sin esa ola de solidaridad digital, su nombre habría seguido sepultado en el polvo de los expedientes olvidados. Del mismo modo, hoy te traigo la historia de Sara Jenkins, otro caso de una joven desaparecida.

Todo comenzó en el verano de 2005. Sara Jenkins, una chica de 24 años, originaria de Columbus, Ohio, que antes de sumergirse en la vida adulta con un trabajo de oficina y una hipoteca, decidió cumplir el sueño que la había acompañado desde niña: recorrer sola una extensa parte del sendero de los Apalaches. Ella estaba recién graduada en periodismo y tenía un blog de viajes llamado Sara Sees the World, donde regstraba sus pequeños viajes por el país como una excusionista más. En su espacio se dejaba ver que no era una excursionista profesional pero, para esta nueva aventura se preparó un poco más. Pasó meses investigando rutas, leyendo relatos de viajeros experimentados, comprando equipo especializado. 

Sara era conocida por ser de caracter fuerte y decidida, rebosaba de entusiasmo y de firmes decisiones. Por algo estudió periodismo, ya que siempre conseguía lo que quería. Para su nueva aventura, su plan era documentar cada paso de su travesía con textos, fotografías y videos que compartiría en redes sociales. Así pues, a principios del mes de junio, se despidió de su familia y tomó un vuelo al estado de Georgia, donde comenzaría su aventura. Las primeras semanas fueron como las había imaginado: caminaba hacia el norte, atravesando bosques espesos, escalando picos solitarios, y encontrando otros viajeros que compartían su pasión. Su blog crecía rápidamente, y sus publicaciones transmitían una mezcla de asombro y libertad.

Pero un día, el silencio cayó como un balde de agua fría. De la noche a la mañana, ya no hubo más actualizaciones, tampoco respondió más mensajes. Al parecer su teléfono se encontraba apagado. Sus seguidores y su propia familia, se comunicaron con miembros de la policía y estos, en un tiempo prudencial, también hablaron con guardabosques de las zonas más cercanas para peinar la zona. No se halló nada, ni huellas ni restos de las cosas de Sara. Parecía que la chica había desaparecido así sin más. Su madre cayó en profunda depresión diciendo que su hija había sido devorada por los Apalaches, su padre si se negó a rendirse.

El hombre, recorrió solo los senderos que quizás su hija camino. Durante dos años lo hizo aferrado a la esperanza de encontrarla. Su recorrido lo llevó hasta el estado de Virginia, a 584.8 millas (927 kilómetros). Allí se detuvo conversar con un granjero local en medio de un camino rural. Pero había algo más allí que llamó su atención: era un extraño espantapájaros. Se encontraba en el medio de un vasto maizal y tenía una gorra que le resultaba dolorosamente familiar. Le dijo al granjero que se acercaría a verificar algo, así que se aproximó y fue allí, frente al frente del espantapájaros que descubrió algo que lo dejo sin habla.

No se trataba de una simple figura de paja, sino que el espantapájaros estaba relleno por un esqueleto humano, con mechones de cabello largo y oscuro, y la misma gorra que Sara llevaba el día que desapareció. Su cuerpo estaba atado a una cruz de madera, entrelazado con paja podrida, expuesto al sol y al viento como si fuera parte del paisaje. La policía fue alertada de inmediato. Tras múltiples análisis forenses, se confirmó con horror que los restos pertenecían a Sara Jenkins, la excursionista desaparecida.

El caso no simplemente trata sobre la naturaleza salvaje del sendero de los Apalaches y sus peligros, sino también sobre un monstruo con apariencia humana que vivía a la vista de todos, saludando a los automóviles que pasaban y a los propios vecinos, conocidos, familia y citadinos que pasaban por su granja, mirando también fijamente cada día su horrible creación: un extraño espantapájaros que tenía restos humanos en su interior.

Recientemente, las redes sociales comenzaron a circular de manera masiva, la historia y caso de Sara Jenkins. Indicando que la chica quizás había desaparecido por falta de experiencia o porque fue víctima de un desalmado asesino serial. Para muchos se trata de un caso real, para otros es solamente una leyenda urbana más, difundida como un creepypasta moderno. El caso ganó notoriedad en internet con narraciones en video, blogs de horror y publicaciones virales. Sin embargo, medios verificaron la información y concluyeron que no existe registro oficial de una persona con ese nombre vinculada a estos hechos. Autoridades de Estados Unidos tampoco reportaron desapariciones con esas características. ¿De qué se trata? ¿Una desaparición formal que se trató de ocultar o simplemente una historia de creepypasta para alimentar el asombro por las historias de terror

Expertos en comunicación digital advierten que este tipo de relatos combinan elementos de películas de terror, como Jeepers Creepers, con recursos de ficción para ganar viralidad. Al no haber fuentes confiables ni documentos oficiales, la historia de Sara Jenkins es considerada una invención que circula únicamente en páginas sensacionalistas y perfiles de entretenimiento. El fenómeno refleja cómo los mitos en redes sociales se convierten en supuestas noticias y logran alcanzar audiencias masivas. La narrativa macabra del espantapájaros, un símbolo frecuente en el género de horror, generó debate entre usuarios que dudaron sobre la autenticidad del caso.se propagan con la velocidad de un latido en redes sociales, alimentando el miedo, la confusión y, a veces, desviando la atención de las búsquedas reales. Un rumor sin fundamento puede arruinar reputaciones, sembrar pánico colectivo o incluso incitar a la violencia. 

domingo, 24 de agosto de 2025

Los Gigantes de Patagonia

En tierras baldías de la Patagonia hay Gigantes... Lo han mencionado desde hace mucho tiempo. Indican que míticos y gigantescos habitantes que vagan por la zona. El solo hecho de pensar que en una lejana tierra es habitada por imponentes gigantes, cautiva y fascina la imaginación de cualquiera. La Patagonia es una región geográfica compartida por Argentina y Chile, ubicada en el extremo sur de Sudamérica, caracterizada por su diversidad de paisajes como glaciares, montañas, estepas y costas. ¿En algún punto de esa área se encuentra el hogar de estos seres enormes? No por nada, durante la época de la expedición de Fernando de Magallanes, llamó "Patagones" a sus habitantes de gran altura.

Fernando de Magallanes, también conocido como Hernando de Magallanes o Fernão de Magalhães en portugués, fue un militar, explorador y navegante de origen portugués y de linaje noble. Se encontraba al servicio de Carlos I de España, inició en el año 1519 la expedición para alcanzar las Indias Orientales atravesando el Pacífico para abrir una ruta comercial en la que descubrió el canal natural navegable que hoy recibe el nombre de estrecho de Magallanes, realizando la primera navegación de origen europeo desde el océano Atlántico hasta el océano Pacífico, llamado hasta entonces mar del Sur.

Ahora bien, en la costa de la Bahía de San Julián antes de arribar al estrecho, en el otoño de 1520, Fernando de Magallanes y su expedición encontraron sobre la costa austral de América del Sur, a personas de colosal tamaño, miembros de un pueblo de gigantes. La descripción a continuación pertenece a una crónica escrita por el noble italiano Antonio Pigafetta, uno de los pocos supervivientes de la expedición, en su libro Relazioni in torno al primo viaggio di circumnavigazione. Notizia del Mondo Novo con le figure dei paesi scoperti (Viaje alrededor del Mundo):

Un día en que menos lo esperábamos se nos presentó un hombre de estatura gigantesca. Estaba en la playa casi desnudo, cantando y danzando al mismo tiempo y echándose arena sobre la cabeza. El comandante envió a tierra a uno de los marineros con orden de que hiciese las mismas demostraciones en señal de amistad y de paz: lo que fue tan bien comprendido que el gigante se dejó tranquilamente conducir a una pequeña isla a que había abordado el comandante. Yo también con varios otros me hallaba allí. Al vernos, manifestó mucha admiración, y levantando un dedo hacia lo alto, quería sin duda significarnos que pensaba que habíamos descendido del cielo. Este hombre era tan alto que con la cabeza apenas le llegábamos a la cintura. Era bien formado, con el rostro ancho y teñido de rojo, con los ojos circulados de amarillo, y con dos manchas en forma de corazón en las mejillas. Sus cabellos, que eran escasos, parecían blanqueados con algún polvo. Su vestido, o mejor, su capa, era de pieles cosidas entre sí, de un animal que abunda en el país, según tuvimos ocasión de verlo después. Este animal tiene la cabeza y las orejas de mula, el cuerpo de camello, las piernas de ciervo y la cola de caballo, cuyo relincho imita. Este hombre tenía también una especie de calzado hecho de la misma piel. Llevaba en la mano izquierda un arco corto y macizo, cuya cuerda, un poco más gruesa que la de un laúd, había sido fabricada de una tripa del mismo animal; y en la otra mano, flechas de caña, cortas, en uno de cuyos extremos tenían plumas, como las que nosotros usamos, y en el otro, en lugar de hierro, la punta de una piedra de chispa, matizada de blanco y negro. De la misma especie de pedernal fabrican utensilios cortantes para trabajar la madera.

Por la regíon en donde se encontraban, fueron llamado Patagones, pero el pueblo indígena al cual se refiere el exónimo eran los Aonikenk o Tehuelches, palabra mapudungun que significa "Pueblo Feroz". Es muy probable que esta descripción se base en una leve exageración. No obstante, algunos autores postulan que la altura promedio de los tehuelches rondaba los dos metros de altura, mientras que en los primeros informes europeos, era sensiblemente menor. Otros, sin embargo, matizan dicha afirmación. Después de este encuentro, los primeros mapas del Nuevo Mundo en variadas ocasiones adherirían la etiqueta Gigantum Regio (Región de los Gigantes) para describir esta zona. Entre los siglos XVI a XVIII el nombre de Patagonia sería dado a todo el territorio desde el sur del estuario del río de la Plata.

Se dice que exploradores españoles han quedado asombrados por las huellas de los pies de los tehuelches, las que artificialmente eran ampliadas por las pieles que les servían de calzado, pero que de todos modos eran mayores que los de los europeos de aquél entonces; por lo cual los llamaron patones o de "de pies grandes", de donde relaciona con la designación de Patagones. También se tiene registro sobre un superviviente de la expedición de José García Jofre de Loaísa o García Jofré de Loaisa, marino español que descubrió el cabo de Hornos y las islas Marshall, quien pasó por la Patagonia, informó de que había mujeres de 2,70 metros de altura y otras más grandes que él, donde les llegaba solamente algo más abajo de las caderas.

Posteriormente, Sir Francis Drake, corsario, explorador, comerciante de esclavos, político y vicealmirante inglés, escribió que no eran tan gigantes como se había dicho, pero admitió que eran mayores al hombre común en altura, envergadura y fortaleza. Indicó en el año 1579, que tenían una altura habitual de siete pies y medio (2,30 metros) o quizás más. Además, el capellán del barco de Sir Francis Drake, llamado Francis Fletcher, informó también haber avistado patagones de una gran estatura.

En la década de 1580 el marino inglés Anthony Knivet afirmó que en la región había podido ver huellas de pies cuatro veces más grandes que las normales y que había visto cadáveres de 14 palmos. También en el año 1590, William Adams, un marino y navegante inglés a bordo de un barco holandés que dio la vuelta a la isla de Tierra del Fuego, informó igualmente de un encuentro violento entre la tripulación de su barco y nativos anormalmente altos.

domingo, 17 de agosto de 2025

El Hombre tragado por un Leviatán

En las vastas y misteriosas profundidades del océano, las leyendas han navegado a través del tiempo, tejiendo relatos de maravillas y peligros casi imposibles. Desde mitos de criaturas marinas hasta historias de valientes navegantes, la vida en el mar está marcada por la ironía y el asombro, donde lo cotidiano puede transformarse en lo extraordinario en un abrir y cerrar de ojos. Entre narraciones, surge la asombrosa y trágica historia de un hombre tragado por una ballena, un recordatorio de que, en un abrazo de las olas, la realidad y el mito a menudo se entrelazan de manera sorprendente.

En el año 1891, durante una expedición ballenera cerca de las Islas Malvinas, el ballenero británico Star of the East se encontraba en casa de un enorme cachalote. Cuando se encontraba en observación, se avistó un enorme cachalote a unas tres millas de distancia. El barco arrió dos botes pequeños y comenzó una carrera entre los dos balleneros y la ballena. El joven aprendiz James Bartley, nacido en 1870, se encontraba en el primer bote en llegar al costado de la ballena. El arponero se inclinó y clavó su arma profundamente en los órganos vitales de la ballena. La bestia, herida, comenzó a agitarse en las aguas espumosas en agonía. Bartley y los demás remaron frenéticamente para escapar del animal que forcejeaba, pero sus latigazos volcaron el bote, arrojando a los hombres a las gélidas aguas. La segunda lancha llegó y recogió a los supervivientes. Pero dos hombres estaban desaparecidos, y uno de ellos era el joven aprendiz James Bartley.

Comenzaron a buscarlo luego de que la situación se calmó, pero no lo encontraron. Dieron por muerto a su compañero Bartley después de unas horas y después se prepararon para seguir al cachalote herido ya que no podía encontrarse lejos. Quería asesinarla para extraer su aceite. Pronto, el ballenero dio con el animal a la que rápidamente arponearon nuevamente. El cadáver de la ballena emergió a la superficie a solo unos cientos de metros del barco. La tripulación ató una cuerda a la ballena y la izó hasta el costado del barco. Inmediatamente, los hombres comenzaron a abrirla y a despegarla de la grasa del lomo. Esa misma noche, cuando la tripulación intentó extraer el estómago, notaron movimiento dentro del gran saco. Creyendo que algún gran animal marino estaba atrapado dentro, abrieron el estómago y descubrieron que se trataba del marinero desaparecido Bartley. 

Allí descubrieron que James Bartley había sobrevivido. Fue descubierto en el estómago de la ballena por sus compañeros sin saber que se encontraba dentro, ya que el calor habría podrido la carne. El joven marinero estaba vivo, apenas respirando, pero su piel se había decolorado por los jugos gástricos, su cabello se había caído y tenía en los ojos una membrana mucosa y pegajosa. La tripulación tuvo que reanimarlo con agua helada de mar durante casi cuatro horas para que volviera en sí. Una vez consiente, él hablo de una oscuridad total, un calor insoportable y de paredes carnosas que parecían cerrarse con cada respiro. Habían transcurrido ya 36 horas de su desaparición. Durante casi dos días, Bartley sobrevivió en las entrañas de la criatura, con su mente quebrada por el terror y su cuerpo afectado por el estómago caliente del animal. Al regresar a puerto fue atendido donde se estableció que no volvería a ver con claridad por el resto de su vida. A pesar de eso, Bartley que regresó al trabajo tres semanas después. El joven indicó: “Fui tragado hacia la oscuridad, hacía un calor sofocante, hacia el lento remolino de ácido y presión que aplasta todo. Pero no quería morir, tenía la voluntad de vivir.”

Su historia apareció en periódicos estadounidenses. Un artículo anónimo apareció en el St. Louis Globe Democrat de San Luis, Misuri, y luego la nota apareció en otros periódicos con el título "Un Jonás moderno". Posteriormente, la historia fue reimpresa en periódicos internacionales, como el Yarmouth Mercury en Inglaterra, Great Yarmouth, el 22 de agosto de 1891, bajo titulares como "El hombre en el estómago de una ballena" y "El rescate de un Jonás moderno".

Durante décadas, la crónica de Bartley se contó y replicó en diarios y revistas, panfletos y sermones religiosos. Lo ocurrido con el marinero funcionaba como testimonio. La historia bíblica en la que Dios salvó a Jonás de terminar ahogado al ser tragado por una ballena en cuyo vientre permaneció tres días y tres noches hasta ser devuelto a la costa, era posible.

James Bartley nunca sanó del todo, si su piel ni en su mente, pero se mantuvo firme en su trabajo y en su vida personal. Su trabajo como marinero duró poco luego de la experiencia y, una vez en Londres, se dedicó a ser zapatero. Falleció completamente ciego, 19 años después, en el año 1909 a la edad de 39 años. En su lápida, en el cementerio de la iglesia de Gloucester, al suroeste de Inglaterra, hay un breve relato de su experiencia en el mar y una nota a pie de página que dice: James Bartley -1870-1909 - Un Jonás moderno.

Las ballenas, como la jorobada o la azul, tienen unas láminas elásticas de queratina, la misma proteína que tenemos en el pelo y las uñas, en lugar de dientes. Cuando se alimentan, abren sus bocas a casi 90 grados, tragan una cantidad enorme de agua y usan esas láminas o barbas como colador para retener plancton y krill (crustáceos marinos diminutos). Sus gargantas son muy angostas. Es una abertura demasiado estrecha y eso se debe a que estos animales no tragan presas de gran tamaño sino muchas cosas pequeñas.

Se dice que es poco probable que alguien sobreviva a ser tragado por una ballena ya que atravesar el esófago y llegar al estómago es algo casi imposible, ya que la garganta de una ballena es muy estrecha, aproximadamente del tamaño de un puño humano, y solo puede estirarse hasta unos 38 centímetros de diámetro para dar cabida a una comida más abundante. Incluso si una persona lograra sobrevivir a la deglución y llegara al estómago, se encontraría en un entorno hostil. Los cachalotes tienen cuatro cámaras estomacales, como una vaca, llenas de enzimas digestivas. Además, no hay aire dentro del estómago, lo que haría imposible la supervivencia.

Ser tragado por una ballena y sobrevivir en su vientre es una historia magnífica y muy conocida. En Las aventuras de Pinocho (1883), popularizada por la adaptación cinematográfica de la novela de Walt Disney en el año1940, Geppetto, el padre de Pinocho, es tragado por una gran ballena y vive en su estómago durante varios años, sobreviviendo con los restos que come la ballena. Más tarde, Pinocho es tragado por la ballena y, junto con su padre, escapan con la ayuda de un atún.

Otra historia similar es "Cómo la ballena se atragantó", de Rudyard Kipling. Cuenta la historia de un marinero náufrago que fue tragado por una ballena junto con su balsa. Una vez dentro, el marinero saltó tanto que la ballena tuvo hipo y accedió a liberarlo. Justo antes de salir, el marinero atascó la balsa en la garganta de la ballena para que ya no pudiera comer gente. Desde entonces, la ballena solo pudo comer peces pequeños.

domingo, 10 de agosto de 2025

Top 37 de Trabajos que ya no Existen

A lo largo de la historia, el tiempo ha sido el gran escultor de la sociedad. Con cada avance tecnológico, cada cambio cultural y cada transformación económica, el mundo laboral ha ido adaptándose, dejando atrás oficios que alguna vez fueron esenciales. El paso del tiempo no solo modifica nuestras costumbres y formas de vida, sino que también redefine qué trabajos son necesarios y cuáles se vuelven obsoletos. Desde el pregonero que anunciaba noticias en las plazas hasta el operador de telégrafo que conectaba continentes con pulsos eléctricos, muchos oficios han desaparecido, arrastrados por la marea del progreso. Estos trabajos, aunque ya no existan, fueron pilares fundamentales en su época y reflejan cómo la humanidad ha evolucionado en su forma de producir, comunicarse y vivir. Explorar los trabajos que han quedado en el pasado no solo es una mirada nostálgica, sino también una oportunidad para comprender cómo el cambio es constante y cómo el futuro del trabajo seguirá transformándose.

1. Recolector de sanguijuelas

Durante la medicina medieval, las sanguijuelas medicinales se consideraban milagros médicos que chupaban la sangre tóxica y las enfermedades del cuerpo. La profesión dejó de ejercerse cuando empezaron a propagarse más enfermedades.

2. Fabricantes de carruajes

Estos hábiles artesanos solían diseñar y fabricar los carruajes tirados por caballos. Su trabajo implicaba complejas técnicas de carpintería, metalistería y tapicería. Con la invención de los automóviles y los trenes, la demanda de vehículos tirados por caballos desapareció, dejando obsoleto este oficio.

3. Deshollinador

También llamados Knellers, es un trabajo que existió durante cientos de años, alcanzando su punto alto durante la Revolución Industrial y cayendo en declive tras la adopción de alternativas eléctricas y de gas. Los deshollinadores se ocupan de retirar de forma periódica el hollín acumulado en las paredes de las chimeneas por causa de su uso con propósitos higiénicos. Hoy en día todavía se pueden encontrar deshollinadores, pero no son tan frecuentes como antes.

4. Farolero

Desde el siglo XVII hasta principios del XX, un farolero era un empleado que se encargaba de encender las farolas en las calles. En la actualidad, el alumbrado público es eléctrico pero en casos muy reducidos, existe un pequeño número de faroleros en ciertas regiones del mundo que continúan haciendo su trabajo en zonas donde las farolas no tienen electricidad.

5. Aldabonero

Antes de que se inventara el primer despertador mecánico en 1847, la gente contrataba a los aldaboneros para que les ayudaran a disparar guisantes a sus ventanas o a golpear los cristales con largas varas para no quedarse dormidos en el trabajo o durante una siesta. Se cuenta que fue un oficio medieval que trascendió en el tiempo hasta desaparecer por la nueva tecnología. Con el nacimiento de la alarma del reloj despertador, el oficio quedó en el olvido.

6. Quitapelusas

Estos trabajadores, a menudo niños, se encargaban de la tediosa tarea de retirar las bobinas vacías de las máquinas de hilar en las fábricas textiles. El trabajo era físicamente exigente, repetitivo y peligroso, ya que requería manos ágiles cerca de maquinaria pesada. La llegada de la maquinaria textil automatizada hizo innecesaria esta tarea.

7. Lectores en voz alta

Desde el siglo XVIII, el trabajo de los lectores era leer noticias y literatura en voz alta a los empleados, casi como un cuento para adultos sin la hora de dormir, todo con la necesidad de un poco de distracción en el trabajo. Aunque algunos pastores y educadores son llamados lectores hoy en día, este tipo de lector era muy empleado en las fábricas de tabaco, pero fue descartado para la mayoría, probablemente por ser demasiado distractor en el trabajo.

8. Cantero

Desde la antigüedad, muy activo en la Edad Media y a finales del siglo XIX, los canteros se dedicaban a la construcción, extrayendo piedra que se utilizaba para otros fines de construcción de viviendas. Hoy en día, se usan maquinarias de construcción para mover objetos pesados, además de personal que supervisa y prepara mezclas para las obras de construcción. Aunque no ha desaparecido en su totalidad, es un oficio raro de vez hoy en día con la modernidad.

9. Pregonero

Un pregonero se encargaba de gritar las noticias importantes desde las esquinas, una tradición que se remonta desde la Edad Media al siglo XVIII. Sus estruendosas voces desfilaban por las calles con una presencia audaz y aguda. En la actualidad se cuenta con su reemplazo tecnológico; la radio, la televisiónel internet y sus redes sociales como Twitter, por ejemplo.

10. Huevero

Un trabajo sin requisito alguno y era un oficio tradicional en mercados rurales. La forma de vender huevos en cartones fue inventada en el año 1911, y los hueveros empezaron a vender lotes de huevos al mayor y a veces, los cambiaban por otras aves de corral. Al final, no pudieron contentarse sólo con huevos y aves de corral y añadieron otros alimentos a la mezcla. Hoy en día, se puede encontrar a estos vendedores en los mercados de agricultores.

11. Tendero de licor

También llamados Sneaky Hush, los tenderos eran aquellos que vendían en secreto las ventas de licor durante la prohibición. En la actualidad, con la modernización, cualquiera puede tener acceso sin problema a una licorería y obtener una bebida en casi cualquier lugar.

12. Mercero

El mercero era también llamado un comerciante de pequeños artículos y estuvo activo desde el siglo XVII. Los pequeños artículos podían ser las diferentes herramientas de costura como botones, cintas y cremalleras. La venta de estos pequeños accesorios sólo duró un tiempo, y el puesto desapareció cuando se lanzaron tiendas de artesanía más grandes. Brooks Brothers fue uno de los primeros establecimientos de mercería en el año 1818.

13. Limpiador de letrinas

Desde tiempos antiguos, pero institucionalizado en la Edad Media, los limpiadores de letrina se encargaban de excavar y retirar los desechos humanos de las letrinas y pozos negros entre los siglos XV y XVII. Con la generalización de los sistemas de alcantarillado modernos, este trabajo desapareció. Un trabajo que apestaba y nadie quería hacer.

14. Frenólogo

Un oficio popular entre 1800 y 1850. Los frenólogos eran maestros en "la única y verdadera ciencia de la mente", o lo que es lo mismo, la lectura de la inteligencia basada en la forma de la cabeza. Por mucho tiempo se les consideró adelantados a su época por su manera de leer la inteligencia individual de una persona por la forma de su cráneo. Esta práctica se desvaneció y finalmente se disolvió en el año 1967.

15. Monos de pólvora

También llamados Powder Monkeys, se refería a los jóvenes de los barcos de guerra que metían pólvora en los cañones, durante la Edad de la Vela. Con la innovación de la artillería, la posición de los monos de pólvora desapareció.

16. Resucitador

En los siglos XVIII y XIX, los estudiantes de medicina necesitaban cuerpos para hacer sus prácticas y los resucitadores acudían para desenterrar a los cadáveres y venderlos a las facultades de medicina para obtener un dinero extra. Aunque es un trabajo cuestionable y prohibió debido a la ética, llegó a escalar hasta convertirse en Saqueadores de Tumbas, un oficio que en la actualidad se ve en muchos cementerios después de horas nocturnas.

17. Señalizador

Era el responsable de señales que ayudaba a manejar manualmente las múltiples agujas y palancas de cambio para asegurarse de que todos los trenes se movieran en la dirección correcta. Una vez que los ferrocarriles se informatizaron a finales de los años 60, los señalizadores perdieron su trabajo.

18. Trabajador de mantenimiento de vías férreas

Conocidos como Gandy Dancer desde mediados del siglo XIX, eran los trabajadores ferroviarios que mantenía las vías limpias y en buen estado años antes de que el trabajo fuera realizado por máquinas. Sin embargo, todavía se puede encontrar esta labor viva en principales ferrocarriles de ciudades que aún mantienen este medio de transporte.

19. Leñador

Aunque es un oficio antiguo, se profesionalizó en el siglo XIX. Eran aquellos fornidos hombres que se dedicaban a cortar árboles para su venta y preparación. Debido a los avances tecnológicos, el oficio se fue reduciendo cada vez más y ahora es un sector pequeño que realiza el trabajo aún.

20. Hieleros

A principios del siglo XIX, el corte de hielo era una tarea bastante común que consistía en serrar a mano bloques individuales de hielo de lagos y ríos para ayudar a almacenar alimentos fríos durante el invierno. Luego se inventaron las neveras y congeladores y el trabajo se extinguió.

21. Buscadores en el barro

Fue un oficio informal en el siglo XIX, cuando la situación de extrema pobreza era fuerte. Los albañiles, una ocupación típicamente dominada, se iban a los ríos a rebuscar en busca de objetos valiosos que revendían al público. A principios del siglo XX este trabajo se consideraba ilegal y estaba mal visto.

22. Sopladores de talleres

Llamados Lungs, eran personas empleadas para avivar el fuego en los talleres de alquimia, principalmente entre los siglos XIV y XVI, con el único método de soplar. Era un oficio artesanal pero debido a todos los materiales tóxicos que se empleaban en los laboratorios, los pulmones del trabajador se ennegrecían y el trabajo quedaba en suspenso.

23. Mujeres vacían orinales

Como oficio doméstico en el siglo XIX, las también llamadas Mujeres Necesarias, eran conocidas por vaciar orinales llenos de desperdicios a lo largo del día. No fue hasta el final del periodo colonial cuando los baños interiores se convirtieron en algo habitual, y el trabajo se actualizó hasta la era contemporánea, con las personas que realizan trabajos de servicios.

24. Desratizador

Un oficio urbano desde el siglo XIX en la época victoriana. Los desratizadores capturaban a las ratas en la calle y las vendían a las tabernas, donde se las comían los perros y jugaban con ellas para el entretenimiento. Un oficio casi pasajero que quedó en el olvido.

25. Ascensorista

Con la modernización y urbanización, otros trabajos surgieron y otros también desaparecieron, este en particular aún se mantiene en un pequeño sector. Antiguamente, los ascensoristas se encargaban de controlar todo, desde las puertas y la dirección hasta la velocidad y la capacidad de la cabina del ascensor, no solo era pulsar un botón. En los años 50, los ascensores automáticos se hicieron más comunes y los individuos tuvieron que pulsar su propio botón.

26. Colocador de bolos

El oficio fue popular entre los años 1920 y 1950. El puesto de colocador de bolos en un establecimiento de bowling o bolera era para organizar manualmente los bolos para cada partida. Era ideal para aquellas personas que les gustaban los juegos y necesitaban un poco de dinero extra. El trabajo fue desplazado una vez que Gottfried Schmidt inventó el colocador mecánico en el año 1936.

27. Operadoras de centralita

Desde los años 1900 hasta los años 1960, las operadoras de centralita conectaban las llamadas de larga distancia y dirigían la comunicación antes de que la centralita digital cambiara el juego. Trabajaban en grandes tableros, conectando y desconectando cables para enrutar las llamadas, a menudo en entornos de ritmo acelerado. Para la década de 1960, los avances tecnológicos automatizaron este proceso, haciendo que el trabajo fuera redundante.

28. Mecanógrafa

Desde 1880, pero masiva en el siglo XX, las mecanógrafas (porque en su gran mayoría eran mujeres) eran puestos populares en las industrias editorial, administrativa y de oficina. Hoy en día, la función simplemente se ha mejorado con los ordenadores y siguen siendo demandadas hoy en día, pero sin la máquina de escribir.

29. Cobrador de deudas

Un oficio formalizado en el siglo XX, es conocido también como Catchpole, y se trata de una persona encargada de cobrarle el dinero que debe la persona. Un tipo de intermediario entre la persona que debe y dueña del dinero. Hoy en día sigue habiendo cobradores de deudas y de impuestos, pero ninguno con este extraño título.

30. Relojero para dar cuerda a los relojes

Llamados Clockwinder, su función era dar cuerda a los relojes. Durante la Revolución Industrial, sólo era cuestión de tiempo que se fabricaran relojes eléctricos, que requerían menos mantenimiento y menos reparaciones. Su función duro hasta los años de 1970.

31. Billy Boy

Un término local surgió durante los años 50 y 60 para aquellos jóvenes aprendices en formación que preparaban té para los demás hombres en el trabajo. Era como ser un pasante en una cadena de cafeterías similar a Starbucks.

32. Computador

No se refiere a las computadoras de mesa o laptops que se usan en tiempos actuales, sino a las "computadoras", generalmente mujeres, calculaban cifras, cálculos y hacían números a mano durante todo el día. Mary Jackson, Katherine Johnson y Dorothy Vaughan son tres Computadoras Humanas cuyo trabajo secreto permitió las expediciones espaciales de la NASA entre 1940 y 1960.

33. Film Boxer

Se trata de un oficio técnico en la industria del cine, desde los años 1930. Un film boxer trabajaba en empresas de entretenimiento de vídeo para recoger y empaquetar botes de película para almacenarlos o enviarlos. Con el avance de la tecnología, tanto la película como el puesto quedaron obsoletos.

34. Remolcador

Conocidos como Hobber, eran aquellos que se encargaban de remolcar los barcos de los ríos y canales, como operador de embarcaciones. Hoy en día siguen existiendo puestos similares de marinero de cubierta.

35. Lechero

Desde los años 50 hasta los años 70, el lechero entregaba todas las mañanas, como un reloj, botellas y jarras llenas de leche. Si había suerte, a veces incluso entregaba otros productos esenciales para la cocina, como huevos y mantequilla. Con el auge de la refrigeración doméstica, la leche se mantuvo, pero la profesión caducó. 

36. Tejones

También llamados Badgers, eran recolectores o inspectores, activo en el siglo XX, que servían de intermediarios que compraban los productos a los agricultores y luego los vendían a los clientes en el mercado agrícola. Sus tácticas de negocios era tan persistentes que la expresión de "acosar a alguien" proviente de ellos. Los intermediarios existen hoy en día, pero el término "tejones" no.

37. Redsmith

Desde el siglo XIX, pero más común en el XX, los Redsmiths eran artesano en cobre. El término redsmith proviene del color bronce brillante del cobre y todavía hay muchos de ellos en la actualidad. Sin embargo, el término herrero o forjador se ha convertido en algo más común.