domingo, 18 de diciembre de 2022

Hitobashira y las Construcciones realizadas con Sacrificios Humanos

Desde tiempos antiguos se tenía la creencia que para darle estabilidad y protección a las nuevas construcciones de los desastres naturales, hechizos y mal de ojo, era necesario realizar sacrificios humanos a los dioses. El sacrificio consistía en tomar a una persona a la fuerza y enterrarla viva dentro de los pilares de la edificación, en ése punto los dioses decidían si aceptaban o no el tributo. Las edificaciones durarían generaciones protegidas mientras que los fantasmas de esas personas pasarían todo ese tiempo atrapadas entre las paredes de esos lugares. 

Los Hitobashira o Pilares Humanos eran los nombres de los sacrificios humanos y eran usados para rellenar los cimientos con el fin de que el espíritu de la víctima protegiera el inmueble con su esencia. Dichos sacrificios se realizaban en Japón y también servían para pacificar a los Kami, deidades sagradas de las fuerzas de la naturaleza.

Las víctimas a convertirse en Hitobashira iban desde voluntarios hasta personas engañadas para dicho propósito. En la antigüedad, los que eran voluntarios eran en su mayoría guerreros que se ofrecían como muestra de lealtad a su señor feudal. El procedimiento comenzaba cuando la edificación se encontraba en plena construcción, donde se cavaban hoyos desde la entrada hasta los puntos estratégicos del complejo, para así albergar a los principales pilares. Los guerreros entrarían en un estado de concentración para luego realizar el Seppuku Harakiri o Suicidio Voluntario, un ritual empleado por desentrañamiento como parte del honor por encima de la propia vida. Sobre su cuerpo se colocarían los fundamentos con los que se convertirían en un espíritu protector. Dicha costumbre estructural ha ido pasando de generación en generación y de un país a otro, adaptándose a su cultura típica y creencias.

En algunos países de Latinoamérica, esa costumbre se mantiene como una leyenda y entre los albañiles es una historia regular en sus conversaciones. Según algunos y dependiendo del país, cuentan que han presenciado como se vacían mezclas de cemento sobre algunos trabajadores, también como algunos compañeros fallecían en extrañas circunstancias y los jefes de obras los dan por desaparecidos. Otros inclusive aseguran que para algunos trabajos de obras, solicitan a algunos indigentes con el fin principal de arrojarlos directamente a la construcción y reforzar los cimientos. Dicho proceso se aplica desde casas hasta edificios y puentes.

Esta creencia se sustenta en muchos ejemplos siendo uno de elllos un acontecimiento ocurrido en septiembre de 2017, en la bella Ciudad De México, donde hubo un accidente automovilístico donde un auto chocó directamente contra parte de los pilares de un puente ubicado en la Avenida Gustavo Baz, en su cruce con la calle Primero de Mayo, en la colonia San Lorenzo, en el municipio de Tlalnepantla. Dicho impacto ocasionó un agujero que dejó al descubierto algo verdaderamente perturbador.

En el interior había una serie de diecinueve ataúdes, apilados uno encima del otro. Se trataban de diesiséis ataúdes de adultos y tres de niños. Al hacerse viral la noticia por medio de fotos y videos en las redes sociales, el Municipio de Tlalnepantla explicó que el espacio bajo ese puente había sido usado desde hace años como una bodega del área de Servicios Urbanos y precisó el origen de los féretros, indicando que fueron donados por distintas funerarias al gobierno municipal, para sepultar a los desconocidos o personas de pocos recursos. 

También manifestaron que dicho lugar es utilizado para sepultar a las personas que se encuentran en el SEMEFO (Servicio Médico Forense) en situación de personas desconocidas. Lo extraño de todo eso era que dicha "bodega" carecía de puerta. No había acceso para poder entrar o salir de dicho espacio bajo el puente.

Otro buen ejemplo de Hitobashira se dió en el complejo Inca Hatun Xauxa, una atracción turística ubicada en la ciudad de Jauja, Perú. Allí fueron desvelados por parte de un grupo de especialistas del Proyecto Qhapaq Ñan, tramo Xauxa - Pachacámac del Ministerio de Cultura, partes de piezas cerámicas de consumo y de cocina, herramientas agrícolas, vestigios de infraestructura hidráulica y restos humanos que fueron ofrecidos como ofrenda al momento del levantamiento de la estructura.

Dichos vestigios fueron expuestos en una conferencia en el Centro Cultural de la Universidad Continental donde participó el arqueólogo Manuel Perales Munguía, quien explicó cómo dichos descubrimientos darían más luces acerca de la organización, antigüedad y distribución espacial de Hatun Xauxa. Entre los hallazgos destacaron los restos de una persona en edad adulta la cual habría sido una ofrenda para que la construcción donde fue hallada perdure. "Esto es parte de las creencias y no sería nada descabellado pensar que sí se realizaban estas prácticas en aquellas épocas, pues la religiosidad atravesaba todos los ámbitos organizacionales", indicó el arqueólogo.

Según las investigaciones, el área que habría abarcado el complejo Inca Hatun Xauxa tendría alrededor de ciento setenta hectáreas, cuya distribución dependía del Ushnu, una plataforma elevada que era el centro ceremonial y religioso más importante en el imperio Inca, en cuyo centro había un pozo de ofrendas líquidas. Sus ceremonias incluían el vertido de ofrendas como chicha que buscaba la unión de las diversas dimensiones con lo sagrado.

Algunos veteranos que estudiaron arquitectura, indican que en las obras en construcción hay muchas, muy frecuentemente en puentes o en bases de cimiento, donde les aconcejan a los trabajadores de confianza que no se queden hasta tan tarde sin compañía o que si escuchan una voz  lo lejos pidiéndoles alguna herramienta, no vayan ya que no es usual que cosas así sucedan. También se tenía la costumbre que, cuando hacían obras de infraestructura, en algunos lugares de Mesoamérica, no dejaban salir a los niños a la calle ya que misteriosamente se perdían. Dicen que los traajadores de las edificaciones se los robaban al ofrecerles dulces y los enterraban parados en los pilares de los puentes para que su duración fuera más mayor en el aguante.

Una de las más contadas por algunos trabajadores o conocedores en el tema es que, desde las propias obras, contratan personal ofreciendo puesto buenos y ganando bien y, cuando menos lo esperan, son arrojados mediante trampas en las columnas con todo y cemento, enterrándolos vivos. Aterrador y cruel pero todo era con el fin de que las edificaciones tengan una durabilidad superior. Un caso similar ocurrido al ciudadano Victor Hugo Mica, que puede leer aquí.

Para saber un poco más de los Hitobashira y las Construcciones realizadas con Sacrificios Humanos, visitar las publicaciones Algunas Leyendas Japonesas y El Castillo Mauroka.

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