jueves, 11 de noviembre de 2021

La Perra que parió una Niña

Si hay algo que a todos les gusta y causa interés y maravilla son las historias, los relatos, los mitos y las leyendas. Todas con una moraleja, una enseñanza y una experiencia. Desde lo más noble que llega a causar ternura hasta lo más aterrador que puede helar los huesos. Esta leyenda en particular es asombrosa, dando un gran aprendizaje. Ahora, sin más te dejo a continuación: La Perra que parió una Niña.


Allá en el pueblo de Mier, un apuesto joven y una muchacha encantadora de la localidad se enamoraron fuertemente, y luego con el pasar del tiempo, se casaron. Pero tras el matrimonio iniciaron los problemas, pues la esposa no cedió desde el primer momento a las exigencias amorosas que en la vida íntima le proponía su esposo, movida quizás por la falta de orientación de sus padres en lo concerniente a las relaciones sexuales. La vida se fue agudizando en aquel matrimonio porque la muchacha no cedía en ningún momento, a pesar de las caricias y ternura que le prodigaba el esposo anhelante y desesperado. Transcurría el tiempo y él, valiéndose de las mañas masculinas, fracasaba en sus intentos. La invitaba al lugar donde trabajaba, pero aún fuera de la casa siempre se negaba a las insinuaciones amorosas de su marido. El muchacho tenía una perra, que fiel con su amo lo acompañaba por todas partes, a tempranas horas de la mañanas, durante las tardes y a altas horas de la noche.

Un día, impulsado por la necesidad biológica, en un acto desesperado, el hombre tuvo relaciones sexuales con la perra. El tiempo pasó y la practica anti natural se volvió una costumbre. Pasaron los meses, y a pesar de la anormalidad de los sucesos y de la intranquilidad hogareña, la joven pareja de casados seguían amándose a su manera.

Una tarde, mientras la pareja paseaba por el campo, la madre del muchacho se encontraba en casa de la pareja y mientras se estaba ocupada en la cocina, escuchó con sorpresa que debajo de la cama de los jóvenes esposos lloraba un bebé. La sorpresa llenó el corazón de la noble anciana cuando observó que la perra envolvía con una de sus patas a una recién nacida, lamiéndola y arrullándola cariñosamente. La buena mujer, después de pasar el asombro, tomó en brazos a la niña y la cubrió con una sábana blanca, acostándola en la cama. Cuando llegó la pareja de su paseo, la anciana les contó lo ocurrido sin salir aún de su sorpresa.

- ¡Casi me muero cuando vi que la perra había parido esa niña! ¡No puedo explicarme ese fenómeno! Dijo efusivamente la anciana.

El muchacho, agobiado por el peso de las circunstancias, bajó la cabeza avergonzado. Sin decir palabra alguna, dirigió sus pasos hacia la iglesia del pueblo para confesar su culpa.

- Hijo mío, grande es tu pecado...
Dijo el sacerdote al escuchar tal confesión.

- Ve a tu casa y trae a tu esposa, que tengo algo que decirle. Culminó el padre.

- Mujer, tú tienes que cargar con parte de esta terrible culpa porque esto ha sucedido al no complacer los deseos legítimos de tu esposo. Mencionó el sacerdote al observar detenidamente el rostro de la muchacha.

- Castigo divino, sin duda... Allí está esa criatura. ¡Llévatela! Ahora es tu deber quererla y cuidarla como si fuera fruto de tus entrañas. Señaló y ordenó el padre.

Los años pasaron. Los verdes parajes seguían mostrando la opulencia natural y las campiñas se revestían de singular policromía. Nada parecía recordar el extraño suceso que llenó de consternación al joven matrimonio. La niña se convirtió pronto en una hermosa mujer, con la belleza sumisa y agreste de la hembra del campo. Muchos hombres trataban de enamorarla intensamente pero ella tenía novio, al que amaba intensamente y con el que se casaría en cualquier momento.

Cierto día, el joven novio de la hermosa chica se encaminaba hacia la casa de su novia para visitarla. De repente fue interceptado por una vecina. Dicha mujer era dada al chisme y acostumbrada a meterse en asuntos que no eran de su incumbencia.

- Oye hijo, quiero preguntarte algo. Dijo la insidiosa mujer.

- Dígame doña ¿Qué desea?. Respondió con curiosidad el joven.

- Solo quiero preguntarte una cosa... ¿Es cierto que te vas a casar con aquella muchacha bonita que vive en la otra casa?. Preguntó con incógnita la vecina.

- Si, eso es muy cierto. Será mi esposa. Contestó con seguridad el novio.

- Bueno, pues te aconsejo que no lo hagas. Dijo la mujer con tono de misterio.

- ¿Y eso por qué?. Preguntó el joven con sorpresa.

La mujer venenosa dio una pausa larga de manera intencional y luego proporcionó la respuesta al apuesto joven.

- ¡Porque esa muchacha es HIJA DE UNA PERRA!

El joven, preso de enojo, empujo fuertemente a la vieja, disponiéndose a castigar a quien ofendía en forma tan grosera a su prometida.

Pero la perversa mujer, sin perder la calma, gritó:

- ¡Suéltame ignorante! Si no crees lo que te digo, te lo voy a demostrar.

El joven, desenfocado y sin poder ordenar bien sus ideas, quedó pensativo ante aquellas palabras. La mujer observaba con paciencia, dándose su tiempo para continuar, saboreando de antemano los acontecimientos que estaban por venir.

- ¡¡Demuestre que lo que dice es verdad!!. Indicó el joven de manera desafiante.

- Nada más fácil.... Espera a que llegue la noche. Por la cerradura de la puerta, observa a tu amada y allí podrás ver la verdad. Así te convencerás. Dijo la malvada mujer.

El hombre así lo hizo. Esperó a que fuera de noche, observó atentamente los movimientos de la muchacha que se preparaba para acostarse, todo desde el hoyo de la cerradura. Desde allí observó la belleza imponente de la virgen mujer que expuso su desnudez a la vista penetrante del muchacho, dejando caer de su cuerpo de diosa las ropas que cubrían su cuerpo. Ante el asombro del joven, ella dio varias vuelas antes de acostarse plácidamente en la fresca suavidad de las sabanas de su cama. La chica tenía las mismas costumbres para acostarse que la de los perros. El impacto de lo visto, acompañado de las palabras de la mujer hicieron tambalear su temple. Las lágrimas lo traicionaron y abandonó el lugar rápidamente.

Los días pasaron y la muchacha, llena de inquietud, notaba la ausencia de su prometido. Extrañada por aquella conducta, decidió escribirle exigiéndole una explicación por haber suspendido sus visitas intempestivamente. La respuesta del joven no se hizo esperar:

- Creí estar enamorado, pero mi amor no llega al grado de casarme con un ser irracional, ya que me di cuenta por mis propios ojos de que tú eres hija de una perra.

Tales palabras fueron un cuchillo directo a su corazón. El golpe emocional fue tremendo. La respuesta cruda la agarró por sorpresa y desde aquella fecha su vida fue de sufrimiento. El mal de la tristeza, el llanto y el profundo dolor de un frustrado amor produjeron en la bella joven una prolongada enfermedad que culminó en la agonía, y con ella una muerte lenta. Antes de morir, la buena muchacha, que sólo irradió bondad y belleza durante su vida, viendo la proximidad de la muerte, dijo a sus afligidos padres:

- Por favor, concédanme un deseo, mi último deseo. Quiero que lleven mi cadáver a la iglesia para que allí me velen. Quiero que la vecina de enfrente sea la única persona que acompañe mi cuerpo, las puertas deben estar cerradas. Eso es todo.

Al terminar de decir dichas palabras, la hermosa pero desdichada mujer falleció.

En las primeras horas de la noche, trasladaron el cuerpo de la muchacha con su mejor y más bonito vestido blanco a la pequeña iglesia del pueblo, y su acongojado padre se dirigió a la casa de su vecina, convenciéndola para que acompañara el cadáver de su hija; pero la venenosa mujer sólo se dejó convencer cuando le ofrecieron una fuerte suma de dinero para que desempeñara tan misterioso acto. La malvada vecina comenzó a sentir un extraño temor pero el interés por el dinero era mayor, así que se dirigió a la iglesia.

Una vez en el lugar, cuando se había quedado junto con el cadáver, las puertas de la iglesia se cerraron fuertemente a su espalda produciendo un sonido seco, lejano, como si viniera de otro mundo. Las horas pasaron y el silencio apenas era interrumpido por el silbido del viento que penetraba en el recinto sagrado moviendo suavemente las pequeñas llamas que coronaban siniestramente las velas rodeando el ataúd. Doce campanadas se dejaron escuchar, haciendo vibrar la iglesia; eran las doce de la noche. Poco después, la puerta principal de la pequeña iglesia se abrió, dando paso a una monja que sin detenerse se dirigió al féretro, se arrodilló ante la muerta y luego se dirigió a la sacristía. Pocos minutos después apareció un sacerdote que hizo una reverencia ante el ataúd, desapareciendo de igual forma que la monja. Nuevamente se escucharon unos pasos firmes, y por la puerta principal apareció un obispo, llegó hasta donde estaba el cuerpo inerte e hizo lo mismo que la monja y el sacerdote, desapareciendo detrás de la sacristía.

Fue entonces cuando el ataúd empezó a moverse y se alzó lentamente el brazo de la fallecida, luego el otro hasta que la mujer se incorporó lentamente dirigiéndose a la mujer que tanto mal le causó, hablándole con voz fría, lejana e impersonal.

- Mala mujer, ¿Viste pasar ante mí a una monja, un padre y un obispo?

El cuerpo de la interrogada convulsionaba, el color escapaba de su rostro mientras sus ojos reflejaban un terror indescriptible.

- Sí… sí… lo… los vi pe… pero… Apenas llegó a balbucear.

- Esos eran los hijos que Dios me había destinado en el matrimonio que con tu maldad impediste. Ahora que estoy muerta por tu culpa y los he perdido.

Diciendo esto, el aspecto de la joven cambió. A pesar de ser un cadáver su belleza se mantenía pero de la nada, había cambiado para tomar una apariencia cuadrúpeda, con ojos amarillos por la ira y una boca llena de dientes amenazantes. La criatura se abalanzó sobre la chismosa mujer, le abrió la boca, le arrancó la lengua. Luego, su apariencia cambio con su característica belleza, volvió al ataúd y se quedó nuevamente estática. Totalmente inmóvil, sin vida.

La luz del nuevo día llegó. La iglesia fue abierta y los gritos y el pánico no se hicieron esperar entre dolientes y curiosos. En la noche había una mujer fallecida, ahora en la mañana habían dos. Al observar detenidamente, pudieron apreciar con asombro que el cuerpo de la joven difunta sostenía en su mano la lengua de la mujer.

- ¿Qué es esto, Dios mío?. No podemos quitarle la lengua de la mano para meter el brazo dentro del ataúd. Dijo alarmado uno de los presentes.

- Pues tenemos que llevarla así al cementerio. Contestó el sacerdote.

Y así fue. El cortejo fúnebre salió de la pequeña iglesia hacia el cementerio llevando a la joven mujer que había fallecido por una enfermedad producida por una gran tristeza con un brazo afuera, exhibiendo la lengua como un ejemplo para la humanidad, y especialmente para las personas que acostumbran meterse en donde no les importa. Pero lo más extraño del caso fue que al llegar al camposanto, la mano soltó la lengua y el brazo bajó lentamente, hasta quedar dentro del ataúd.

Sin duda una leyenda que va de lo asombroso y particular a lo triste y justo. Pero la leyenda no termina allí. A pesar que es conocida como una leyenda, en el bello país de México, han reportado ver la figura de una "mujer perro" que se pasea por altas horas de la noche por varias ciudades. Desde la ciudad de MonterreySan Luis Potosí hasta la ciudad de Madero, en Tamaulipas. En el año 2009, el periódico Express de Tampico, de Tamaulipas, publicó un reportaje sobre un pescador local apodado "Veloz" que dijo que en una de sus hazañas diarias, siguió el rastro de una mujer de veinticinco años con apariencia de perro que había salido de una zona aislada del pueblo de Mier. Cabe señalar que es la misma localidad que la de la leyenda de "La Perra que parió una Niña".


En julio de 2020, la historia se convirtió en tendencia viral luego de publicarse un vídeo en redes sociales sobre una mujer con apariencia de perro caminando de manera cuadrúpeda sobre el piso. Dicho clip de vídeo fue grabado por un circuito cerrado de cámaras de la colonia Ampliación Unidad Nacional de Ciudad Madero, en Tamaulipas. Hay quienes señalan que el vídeo es falso y se trata de una personal con Síndrome de Uner Tan, una afección que produce un problema en una zona del cerebro que provoca cuadrupedismo y retraso mental, al no desarrollar de manera completa algunos puntos del sistema motriz, que queda atrofiado, ocasionando un fallo en el equilibrio.


Para otros si se trata de la "Mujer Perro", que deambula por las noches como un espectro a la caza de todas aquellas personas egoístas y malintencionadas para quitarles la lengua y lograr que otras mujeres no acaben como ella.

1 comentario:

  1. Wooo esa leyenda es fuerte ideal para contarla a las chismosas que no se controlan muy buena

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