domingo, 13 de noviembre de 2022

Omayra Sánchez y el volcán El Nevado del Ruiz

Hoy, domingo 13 de noviembre de 2022, se conmemoran treinta y siete años de uno de los acontecimientos más trágicos de la historia de Colombia: la erupción del volcán El Nevado del Ruiz. La catástrofe enlutó al municipio colombiano de Armero, ubicado en el departamento de Tolima, cuya cabecera municipal es Guayabal. El volcán, que estuvo dormido por sesenta y nueve años, hizo erupción y sepultó todo lo que encontró a su paso con piedras, lodo y escombros. La avalancha acabó con veinte puentes y se llevó mil doscientas viviendas con veinticinco mil habitantes dentro que en su mayoría se encontraban durmiendo, incluyendo al mismo alcalde del lugar, Ramón Antonio "Moncho" Rodríguez. Se considera que fue una muerte anunciada, pues múltiples organismos vulcanológicos había denunciado ante el Congreso de la República desde la aparición de los primeros indicios de actividad volcánica en septiembre de 1985, señalando que el pueblo desaparecería, ya que estudios geológicos así lo habían demostrado. Sin embargo hicieron caso omiso de lo planteado y fue la noche del 13 de noviembre de 1985, cuando ocurrió uno de los peores desastres naturales que ha vivido Colombia.

El Nevado del Ruiz, Volcán del Ruiz o la Mesa de Herveo, es un estratovolcán compuesto por muchas capas de lava que se alternan con ceniza volcánica endurecida y otros piroclastos. Ha estado activo durante cerca de dos millones de años, desde el Pleistoceno temprano (perteneciente al período Cuaternario) o el Plioceno tardío (perteneciente al periodo Neógeno), con tres periodos eruptivos importantes. La formación del cono volcánico formado durante el curso del período eruptivo actual comenzó hace ciento cincuenta mil años. Se le conoce como Volcán del Ruiz quizás en honor a Alfonso Ruiz de Sahajosa, miembro del cabildo y persona notable de Ibagué,​ es el más septentrional de los volcanes activos del cinturón volcánico de los Andes, ubicado en el límite entre los departamentos de Tolima y Caldas, en Colombia.

La noche del miércoles 13 de noviembre de 1985, a las 21:09 horas, los flujos piroclásticos emitidos por el cráter del volcán fundieron cerca del diez por ciento del glaciar de la montaña, enviando cuatro lahares (flujos de lodo, tierra y escombros productos de la actividad volcánica), que descendieron por las laderas del Nevado a 60 km/h. Los lahares aumentaron su velocidad en los barrancos cercanos y se encaminaron hacia los cauces de los seis ríos que nacían en el volcán. La localidad directamente afectada fue la mencionada Armero, pero otros pueblos vecinos fueron golpeados por la avalancha, particularmente en los municipios de Chinchiná y Villamaría, que aumentaron la cifra de muertos a más de veintitrés mil. Los esfuerzos de rescate fueron obstaculizados por el lodo, que hacía casi imposible el moverse sin quedar atrapado. Para el momento en el que los rescatistas alcanzaron Armero, doce horas después de la erupción, muchas de las víctimas con heridas graves ya habían fallecido.

Esta fue la segunda erupción volcánica más mortífera del siglo XX, superada solo por la erupción del monte Pelée en el año 1902, y el cuarto evento volcánico más mortífero desde el año 1500. Fue una catástrofe previsible, exacerbada por el desconocimiento de la violenta historia del volcán, pues geólogos y otros expertos habían advertido a las autoridades y a los medios de comunicación sobre el peligro durante las semanas y días previos a la tragedia. Se prepararon mapas de riesgo para las inmediaciones, pero fueron escasamente difundidos. El día de la erupción se llevaron a cabo varios intentos de evacuación, pero debido a una tormenta las comunicaciones se vieron restringidas. Muchas de las víctimas se mantuvieron en sus hogares, tal como se les había ordenado, creyendo que la erupción ya había terminado. El ruido de la tormenta pudo haber impedido que muchos escucharan el sonido proveniente del Ruiz.

Entre todas las víctimas, una de las más sonadas para aquel entonces fue la adolescente Omayra Sánchez, cuya imagen fue tomada por medio de videos y fotografías y publicadas alrededor del mundo por los medios de comunicación. Omayra Sánchez Garzón (Colombia, 28 de agosto de 1972 - Armero, 16 de noviembre de 1985), fue una estudiante colombiana de trece años que vivió en el barrio de Santander junto a sus padres Álvaro Enrique y María Aleida, su hermano Álvaro Enrique y su tía María Adela Garzón.​ Antes de la erupción, su madre había viajado a Bogotá por negocios. La noche del desastre, Omayra y su familia estaban despiertos, preocupados por la caída de cenizas, cuando oyeron el sonido que se aproximaba de un lahar. Después que el lahar demoliese su casa de hormigón, quedó atrapada bajo los escombros y desechos sostenida por el brazo de su tía ya fallecida, pero logró empujar su cuerpo hacia arriba a través de los escombros, manteniendo su nariz, boca y ojos fuera del agua. Estuvo cubierta por el flujo de lodo y concreto por unas horas, pero metió su mano a través de una grieta entre los escombros. Después de que un rescatista notó que la mano de la niña sobresalía de una pila de escombros, él y los demás socorristas quitaron los azulejos y maderas en el transcurso de un día. 


Una vez que la joven fue liberada hasta el nivel de los hombros, los buzos se sumergieron para medir la situación e intentar rescatarla, pero se encontraron con que la tarea sería imposible ya que notaron que sus piernas estaban atrapadas en la azotea de la casa, y para el proceso de liberación debían de romperle las piernas. La otra opción era traer una moto-bomba que succionara el cada vez más alto nivel del agua en que estaba sumergida. La única moto-bomba disponible estaba en Medellín, lejos del sitio, y pertenecía a EPM (Empresas Públicas de Medellín). Cada vez que una persona la jalaba, el agua se agrupaba a su alrededor, por lo que parecía que iba a ahogarse si la soltaban. Entonces los trabajadores de rescate colocaron un neumático alrededor de su cuerpo para mantenerla a flote. Los buzos descubrieron que sus piernas estaban atrapadas debajo de una puerta hecha de ladrillos, con los brazos de su tía firmemente aferrados alrededor de sus piernas y pies.

Su valentía y dignidad conmovió a los periodistas y socorristas, quienes pusieron gran empeño en reconfortarla. Después de sesenta horas de lucha, casi tres días, murió, probablemente como resultado de la gangrena, hipotermia y un colapso pulmonar. Su muerte puso de relieve la incapacidad de los funcionarios para responder correctamente a la amenaza del volcán, en contraste con los esfuerzos de los voluntarios de rescate y los trabajadores por llegar y atender a las víctimas atrapadas, a pesar de los inadecuados suministros y equipos. Una fotografía suya tomada por el periodista francés Frank Fournier poco antes de su muerte fue publicada en medios de prensa de todo el mundo. Posteriormente la foto fue designada como foto del año (World Press Photo of the Year) de 1986, bajo el título "La Agonía de Omayra Sánchez". Omayra se ha mantenido como una figura en la cultura y religiosidad popular, recordada a través de la música, la literatura y artículos conmemorativos. Su rostro, sus palabras, y su coraje, los cuales se transmitieron en televisión a través del mundo y fueron una imagen descorazonadora en los grandes periódicos y revistas de los Estados Unidos y Europa, permanecerán como testimonio de acusación contra aquellos quienes pudieron, al menos, minimizar la tragedia.

A pesar de su difícil situación, Omayra se mantuvo relativamente positiva: le cantó a Germán Santa María Barragán, un periodista que trabajaba como voluntario en el periódico colombiano El Tiempo, pidió comida dulce, tomó soda, y accedió a ser entrevistada. En la entrevista, Omayra Sánchez había dicho sus últimas palabras a su mamá: "Madre, si me escuchas, quiero que reces por mí para que todo salga bien". A veces, ella estaba asustada, oraba o lloraba.​ En la tercera noche comenzó a tener alucinaciones, diciendo que no quería llegar tarde a la escuela, y mencionó un examen de matemáticas. Cerca del final de su vida sus ojos se enrojecieron, su cara se hinchó, y sus manos se tornaron blancas. En un momento pidió a las personas que la dejasen para que pudiera descansar. Horas más tarde, los trabajadores regresaron con una bomba y trataron de salvarla, pero sus piernas estaban dobladas en el concreto como si estuviera de rodillas, y era imposible liberarla sin cortar sus piernas. Careciendo del equipo quirúrgico para salvarla de los efectos de una amputación, los doctores presentes estuvieron de acuerdo en que sería más humano dejarla morir. 

En total, Omayra sufrió durante casi tres noches, antes de morir aproximadamente a las 10:05 del 16 de noviembre de 1985,​ probablemente debido a la gangrena, hipotermia y un colapso pulmonar. En el sitio donde padeció su agonía hay un cartel de la Fundación Armando Armero, que forma parte del Centro de Interpretación de la Memoria y la Tragedia de Armero, con cruces cristianas y un pequeño monumento a Omayra Sánchez. Es un lugar de peregrinación, donde muchos piden a la que consideran un ángel, incluso aseguran haber recibido favores y plasman símbolos en acción de gracias.

De sus familiares, su padre y su tía murieron, solo su madre y su hermano (quien solo perdió un dedo), sobrevivieron. Debido a que el público se dio cuenta de la situación a través de los medios de comunicación, su muerte se convirtió en un símbolo de la incapacidad de los funcionarios que debían ayudar a las víctimas, quienes podrían haberse salvado. La polémica se desató después de las descripciones de escasez que se publicaron en los periódicos, desmintiendo lo que las autoridades habían indicado previamente: que habían utilizado lo mejor de sus suministros. 

Los trabajadores voluntarios dijeron que hubo una falta de recursos básicos como palas, herramientas de corte y extensores. El proceso de rescate se vio obstaculizado por las grandes multitudes y la desorganización. Un oficial de policía anónimo dijo que el gobierno debería haber dependido de los recursos humanos para aliviar los problemas y que el sistema de rescate estaba desorganizado.​ El Ministro de Defensa de Colombia, Miguel Uribe, dijo: "se entiende la crítica de los esfuerzos de rescate, pero Colombia era un país subdesarrollado que no tiene ese tipo de equipos"

Fournier aterrizó en Bogotá el 15 de noviembre, y un agricultor lo llevó hasta la niña, quien se encontraba atrapada. "El poblado era muy inquietante y tenía un extraño silencio, solo interrumpido por los gritos de algunas personas. La fotografía la tomé con la sensación de que podría informar adecuadamente sobre el valor, el sufrimiento y la dignidad de la niña, en un intento de dar a conocer el desastre y las necesidades de los esfuerzos de socorro, sintiéndome impotente." Después de que la foto fue publicada en Paris Match, muchos acusaron a Fournier, de ser "un buitre"

Él respondió: "Sentí que era importante para mí reportar la historia y me hizo muy feliz el que hubo algún tipo de reacción; habría sido peor si la gente no se preocupaba por ella... Creo que la foto ayudó a recaudar dinero de todo el mundo para ayudar y que permitió resaltar la irresponsabilidad y falta de coraje de los líderes del país."

"Ya el Señor me está esperando" y antes de cerrar los ojos, levantó la cara, miró a los rescatistas y a los periodistas e intentó sonreír. "Omayra no nos miró con súplica, no estaba derrotada, había mucho de valentía en su mirada", dijeron periodistas de la BBC.

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