A lo largo de la historia han habido varios casos de niños salvajes criados en aislamiento social con poco o ningún contacto con otros humanos. Pero pocos han captado la atención pública y científica como el de la de una niña conocida como Genie Wiley. Cabe señalar que mencione que la niña fue conocida por ese título porque ese no es su verdadero nombre. A la chica se le dio el nombre de Genie en los archivos del caso, para proteger su identidad y privacidad. El término Genie, según la Dra. Jeanne Butler, una de las especialistas que trabajaron con la niña, viene de la idea de los espíritus mágicos llamados Genios que se encuentran encerrados en botellas, esperando salir.
Ahora bien, la niña conocida como Genie, cuyo nombre real es Susan Margareth Wiley nació el 18 de abril del año 1957, en la ciudad de Arcadia, Los Ángeles, en el estado de California. Sus padres eran Clark Gray Wiley y Dorothy Irene Oglesby. Ella tenia un hermano mayor llamado John Joseph Wiley, que era, junto con ella, el superviviente de un total de cuatro nacimientos. Dorothy Irene sufría de ceguera progresiva debido a cataratas y un desprendimiento de retina. Por su parte, Clark Gray quien era veinte años mayor que Irene, era un hombre criado en varios orfanatos y familias de adopción, fue un soldado de la Segunda Guerra Mundial que sufría de un cuadro depresivo agravado que se desencadenó a causa de un accidente de tráfico en el que murió su última madre adoptiva. También sufría de una dislocación congénita de cadera que la obligaba a llevar una tablilla en esa parte del cuerpo. El matrimonio tenia frecuentes desavenencias, y el hombre le propinaba palizas regularmente a su esposa.
Susan comenzó a hablar a los veinte meses. Ella fue observada por un médico familiar que sugirió que la niña presentaba problemas de aprendizaje y que posiblemente también tenía una discapacidad intelectual. Clark se inquietó y tomó esta situación al extremo, llegando a creer que las autoridades le quitarían a su hija, o que sería llevada a una institución especializada. Como padre, pensó que lo mejor era proporcionarle un tratamiento doméstico y protegerla de los peligros del mundo exterior.
A partir de ese momento, Susan comenzó a experimentar los efectos de la soledad, ya que fue separada de su madre casi ciega y de su hermano de seis años por su padre y encerrada en una habitación, con el pretexto de protegerla. Su habitación era un cuarto sellado sin ningún adorno en las paredes. Inicialmente era un espacio vacío que no tenía acceso ni a material didáctico. Al ir creciendo ella, eso no cambio, no tuvo acceso a la radio ni a la televisión, solo contaba con materiales como envases, un par de impermeables de plástico, estambre y viejas guías de programas de televisión. Pasó la mayor parte de sus días atada y desnuda a una pequeña silla y sólo era capaz de mover las manos y los pies. Rara vez, su madre, su hermano y su padre hablaban con ella y, cuando hacía ruido, este ultimo la golpeaba o le ladraba como un perro feroz para asustarla. Ella solo se comunicaba ladrando o gruñendo y su carácter era primitivo y agresivo, razonablemente.
En las noches, su padre la colocaba en una especie de bolsa de dormir, la ataba y la dejaba dentro de una jaula hecha de alambre y madera. Habían noches que olvidaba hacerlo y la niña pasaba la madrugada sin protección alguna en la silla. No se le enseñó a comer o a ir al baño por sí sola. Hasta los trece años, su alimentación consistió en comida de bebé, cereales y huevos cocidos, todos los cuales le fueron proporcionados en sus manos, sin ningún tipo de ayuda o entrenamiento. Los demás habitantes de la casa no vivían de manera muy diferente, pues debían permanecer cautivos, y muy rara vez se les permitía salir. Cuando no les era permitido, Clark Gray se sentaba con una pistola cargada a observarlos.
La habitación de Susan estaba sellada y disponía de unas ventanas que se encontraban tapadas, pero justo en la parte superior del vidrio de éstas, había un agujero de cinco centímetros de diámetro donde podía observar parte del cielo y una pequeña fracción de la casa vecina, en donde su vecino solía poner música de piano. El sonido de la música la calmaba y relajaba.
A mediados de 1970, Dorothy Irene Oglesby, cansada de los abusos y malos tratos, logró escapar de su cautiverio junto a sus hijos, huyendo con su madre. La situación económica era precaria, bastante, y ella no disponía de dinero para operarse y recuperar la vista. Por tal motivo, el 4 de noviembre de 1970 acudió a una oficina de beneficencia en la ciudad de Temple City, en el condado del Estado de California a buscar apoyo. La trabajadora social que atendió su caso notó de inmediato que la niña que iba con ella usaba pañales, miraba puntos indefinidos en el espacio y sostenía sus manos como si estuviera apoyada en una barandilla imaginaria, mientras hacía ruidos infantiles. Pensó que era autista, y que no tendría más de siete años de edad. Al descubrir que en realidad tenía trece años, llamó a su supervisor, quien dio aviso a la Policía. Inmediatamente la niña fue puesta en custodia y ambos padres fueron acusados de negligencia y maltrato infantil.
Se pautó un juicio en su contra pero el padre de Susan, Clark Gray Wiley, se suicidó pegándose un tiro un día antes de su aparición en el juicio, dejando una nota que decía: "El mundo nunca lo va a entender." La madre quedó libre de cargos, ya que el juez entendió que ella también era una víctima, pero sí le retiraron la custodia de sus hijos. Fue imposible tratar con Susan pero con John si pudieron conversar, en donde describió su antiguo hogar como "una combinación de una verdadera pesadilla y un campamento militar", mencionó que su nuevo hogar era sumamente pobre.
La niña solo entendía veinte palabras, de las cuales, mayormente eran cortas y negativas, como por ejemplo; "stop it" (detente), "no more" (ya basta) y "no". El estado y el caso de la niña fueron polémicos, atrayendo la atención tanto del público como de la comunidad científica. El psicolingüista Harlan Lee lo consideró un caso de vital importancia, porque "nuestra moral nos permite llevar a cabo experimentos de privación de seres humanos, y estas desafortunadas personas son todo lo que tenemos que seguir adelante." Así pues, un equipo de psicólogos y expertos en idiomas se encargaron del proceso de rehabilitación de Susan en el Hospital Infantil de Los Ángeles, con ayuda del Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) que proporcionó los fondos necesarios para la investigación científica sobre el caso.
El equipo de rehabilitación contaba con los psicólogos David Rigler, James Kent, la especialista en neurolingüística Infantil Jeanne Butler y la doctora recién graduada Susan Curtiss. Ellos se asombraron y abrumaron al reunirse con la niña, la cual pesaba sólo veintisiete kilogramos y se movía de forma extraña, similar a un conejo. Susan a menudo escupía y no era capaz de enderezar los brazos y las piernas. No reaccionaba a las temperaturas; ni frío ni calor, puesto que no había usado ropa y tenía dificultades para ver a distancias largas, ya que su visión estaba adaptada a las cortas distancias de la habitación en la que estuvo encerrada. No hablaba, tenía incontinencia y era incapaz de masticar, al principio parecía sólo era capaz de reconocer su propio nombre. En palabras del doctor Kent: "la niña era la más profundamente dañada que he visto en mi vida. Su vida es un desierto". Su silencio y la incapacidad de usar el lenguaje hacían extremadamente difícil evaluar sus capacidades mentales, y en las pruebas que se hicieron en aquel entonces, se obtuvo más o menos el nivel cognitivo de alguien de un año de edad. El equipo determino que Susan sufría un retraso mental grave, problemas de aprendizaje, memoria y deficiencias psicomotrices.
Por esa razón, el equipo decidió que no era posible desarrollar el lenguaje si no existían interacciones y lazos afectivos con otras personas, así que Susan fue hospedada, por medio de una custodia temporal, en casa del jefe de investigación; el doctor David Rigler junto a su esposa. Poco a poco, se fue dando el progreso en áreas específicas.
La niña comenzó a utilizar el inodoro y aprendió a vestirse por sí sola. En los meses siguientes, experimentó todavía más progresos en su desarrollo, pero continuaba siendo pobre en áreas como el lenguaje. Ella disfrutaba haciendo excursiones todo el día fuera del hospital y exploraba su nuevo entorno con una intensidad que sorprendió a sus cuidadores. A menudo recibía regalos de ciudadanos que parecían comprender la poderosa necesidad de la joven de explorar el mundo a su alrededor. La doctora Curtiss sugirió que la niña tenía una gran capacidad para comunicarse de manera no verbal, llamándola Genie.
A pesar del progresivo éxito, el Instituto Nacional de Salud Mental (NIMH) consideró que el mérito científico de los años de estudio en la niña era dudoso, y que estaba gastando un dinero innecesario. Por tal motivo, a finales del año 1974 el presupuesto para el caso de Genie fue suspendido. La asociación tomó en consideración también las constantes acusaciones de la doctora Butler acerca de que la niña había de hecho experimentado una involución y que no se le permitía ver a su madre. El doctor Rigler abandonó la custodia, luego al equipo poco después. Por su parte, Genie aprendió frases cortas como: "Genie llora", "Madera grande", "Padre pega brazo", "Tienda comprar puré manzana", "Genie feliz".
A inicios de 1975, hubo un juicio de custodia y se dictaminó que la niña debía de ser enviada con su madre. La mujer, quien se había operado de la vista, se dio cuenta después de unos meses, que hacerse cargo de Genie era una tarea muy complicada, por lo que tomó la decisión que creyó pertinente, sin consultar a nadie, a pesar de haber términos legales establecidos. Su madre volvió a la corte y acusó a los científicos de haber tratado a su hija como "rata de laboratorio" y reconoció que no se encontraba preparada para cuidar de ella.
De nuevo Genie se vio ante un cambio de casa y de familia. Así pues, Genie pasó por seis hogares adoptivos, en algunos de los cuales fue nuevamente maltratada y experimentó retroceso en su progreso, sobre todo después de cierto incidente en uno de ellos, donde después de ser severamente castigada por vomitar, adquirió nuevamente el miedo a abrir la boca, con lo que nuevamente dejó de hablar. Debido a toda esta falta de cuidados y acogida, fue ingresada de nuevo al Hospital Infantil de Los Ángeles en 1979.
Desde su ingreso, su madre la visitaba con frecuencia y pasaban tiempo juntas compartiendo. En la actualidad, se sabe muy poco de Genie y es debido a una orden judicial que se hizo para evitar su divulgación. Pero se sabe que ella se encuentra en una institución de cuidados para adultos ubicada cerca de Los Ángeles. Su madre Dorothy Irene Oglesby falleció a mediados del año 2002 y su hermano John asistió a la preparatoria por lo menos un año y que continúa con vida.
El caso de Genie constituye un claro ejemplo de los efectos del aislamiento severo en la fase de desarrollo. En este caso no solo se impidió la formación de interacciones sociales, tanto con su núcleo familiar como personas externas como vecinos y niños de su edad. También se restringieron los movimientos corporales al encontrarse en un entorno muy pobre en cuanto a estímulos nuevos. Resultaba imposible determinar si su falta de expresión oral se debía a un retraso de nacimiento o al abuso y confinamiento sufridos. Tal vez había perdido la oportunidad de desarrollar una función biológica del cerebro en el periodo adecuado de su infancia. Etapa esencial para el aprendizaje y, especialmente, para la adquisición del lenguaje.
Hay una película estadounidense dramática e independiente estrenada el 4 de mayo del año 2001 llamada Mockingbird Don't Sing (El Ruiseñor no Canta), basada en la historia de Genie. El film de 98 minutos fue dirigida por Harry Bromley Davenport, protagonizada por Tarra Steele, Melissa Errico y Sean Young. Todos los nombres son ficticios por razones legales y el nombre de "Susan Wiley" fue cambiado por "Katie Standon". La cinta ganó el premio al mejor guion en el Festival Internacional de Cine de Rhode Island.
"El nombre del caso es Genie. Este no es el verdadero nombre de la niña, pero pensamos en lo que es un genio; un genio es una criatura que sale de una botella o una lámpara, y emerge a la sociedad humana más allá de su infancia. Suponemos que en realidad no es una criatura que tuvo una infancia humana."
Doctora Susan Curtiss (documental titulado Secretos de la Niña Salvaje de 1997).