Aprovechando la temporada de Halloween y el estreno de la más reciente cinta que sirve de conclusión final de la franquicia de Halloween, veo apropiada la presente publicación que será un recorrido por la historia de este mítico personaje de ficción, siendo un afamado asesino serial del género de slasher de terror.
Aquí descubrirás finalmente las intenciones de Michael Myers por asesinar, qué lo fuerza a seguir y porqué persigue sin descanso a Laurie Strode. Seguiré la historia lineal del personaje más obviaré ciertas cintas como los remakes (2007- 2009) realizados por el director y cantante Rob Zombie y películas como Halloween H20 (1998) y Halloween Resurrection (2002).
La historia de Michael Myers no comienza con la película Halloween (1978) sino que, curiosamente inicia con una tragedia de origen celta: la historia de Deirdre. Deirdre era hija del bardo Fedlimid mac Daill. Cuando aún estaba en el vientre de su madre, durante un festín en la corte del rey Conchobar mac Nessa del Úlster, se escuchó un grito desgarrador que hizo a los caballeros pelear entre sí: provenía de la propia Deirdre. El gran druida Cathbad profetizó que sería una muchacha de una belleza perturbadora, de largas trenzas rojizas enroscadas e hipnóticos ojos verde-grisáceos, pero que su belleza estaba maldita: reyes y señores irían a la guerra por ella y los tres mejores guerreros de Úlster serían exiliados por su culpa. Cuando Deirdre nació, Cathbad reiteró este vaticinio, por lo que todos los señores quisieron obligar a Fedlimid a matar a su hija, pero el rey Conchobar, extasiado ante la futura belleza de la niña, decidió que su propia nodriza, Leabharcham, criaría a Deirdre en solitario y, posteriormente, Conchobar se casaría con ella cuando tuviera edad suficiente.
Pasaron los años, y Deirdre, convertida en una hermosa joven, ya casi estaba lista para ser la esposa de Conchobar. Cierto día de verano, Deirdre se encontraba al pie de un arroyo en una colina, había ido a buscar agua y se encontraba cantando suavemente para sí misma mientras el agua llenaba su cántaro de arcilla. Allí, junto a ella y sin darse cuenta se encontraba Enda, un joven adolescente de quince años que amaba a Deirdre con una pasión secreta que lo torturaba y por las noches lo hacía llorar en sueños. No era favorecido físicamente ya que tenía malformaciones, pero en todos los demás aspectos era un candidato apropiado para ser un buen marido. Al momento que el joven enamorado e ilusionado le habló, Deirdre se alarmó por su singular apariencia. Enda había esperado quizás asustarla un poco pero no había imaginado que ella lo recibiría con tanta repugnancia. Ella lo llamó monstruo pensando que tenía intenciones de aprovecharse de ella pero él solo quería conocerla y expresarle sus sentimientos. El cuerpo de Enda había sido deformado al nacer, y desde ese momento había recibido muchas insultos y burlas, pero nada le había dolido tanto hasta ahora que el cruel rechazo de la bella fémina.
Un día de invierno, Deirdre vio a un cuervo bebiendo de un charco de sangre derramada sobre la nieve y quedó cautivada, preguntándole con curiosidad a Leabharcham si todos los maridos eran viejos arrugados como Conchobar o si acaso existía alguno que tuviese los cabellos negros como el plumaje de los cuervos, la piel blanca como la nieve y los labios rojos como la sangre. La anciana nodriza, olvidando el vaticinio, le habló del hijo menor de Uisnech, Naoise, un joven que reunía todos aquellos requisitos y que cazaba y cantaba en la corte de Conchobar. Deirdre decidió inmediatamente conocer a Naoise, por lo que preparó una cita con la ayuda de Leabharcham. Los dos jóvenes se enamoraron de inmediato, pero él sabía que su amada era la prometida del rey, por lo que no se atrevía a estar con ella. No obstante, Deirdre lo obligó a fugarse con ella, acompañados por Ardan y Ainle, los valientes hermanos de Naoise. Durante un tiempo vivieron todos felizmente, pero el rey Conchobar, enfurecido y humillado, comenzó a perseguirlos.
Deidre y los tres hermanos huyeron al Reino de Alba (que era como llamaban los irlandeses a Escocia), pero no encontraron cobijo, porque cada rey al que pedían hospitalidad intentaba matar a Naoise, a Ardan y Ainle para quedarse con Deirdre. Así se cumplió la profecía que vaticinaba que todos los reyes pelearían entre sí por ella. Finalmente acabaron en una remota isla, pero Conchobar dio con ellos y planeó una trampa. Envió al caballero irlandés Fergus mac Róich para que les diera un salvoconducto de vuelta a casa, los tres hermanos aceptaron pese a la oposición de Deirdre, que había predicho en sueños que el salvoconducto era falso. En el camino de regreso al fuerte de Emain Macha, Irlanda del Norte, Fergus se vio obligado, a causa de un tabú personal, a aceptar cualquier oferta de hospitalidad y envió a los fugitivos con su propio hijo como protección.
Enterado de su llegada, Conchobar envió a su antigua nodriza Leabharcham a espiar a Deirdre, a fin de saber si había perdido su belleza tras tantos años de viaje. La anciana, sospechando de Conchobar y queriendo proteger a Deirdre, mintió afirmando que la joven había perdido su hermosura. No obstante, Conchobar envió a otro espía llamado Gelbann, quien, descubierto por Naoise, se quedó tuerto cuando éste le arrojó una pieza de ajedrez hecha de oro, pero logró comunicarle a Conchobar que Deirdre seguía siendo tan perturbadoramente bella como siempre. Al día siguiente, Naoise y sus hermanos, con la ayuda de algunos Caballeros de la Rama Roja, pelearon contra Conchobar a las afueras de la mencionado fuerte de Emain Macha, pero cuando el combate ya empezaba a decidirse, Conchobar evocó su juramento de lealtad hacia él y se llevó a Deirdre; entonces Éogan mac Durthacht arrojó su lanza y mató a Naoise; Ardan y Ainle fueron asesinados poco después.
El noble Fergus llegó junto a sus hombres al poco tiempo y, cuando descubrió que había sido portador de un salvoconducto falso, partió al exilio a Connacht, provincia occidental de Irlanda, para luchar más tarde contra Conchobar mac Nessa del Úlster junto a Ailill (Rey de los Connacht) y Medb (su Reina). Tras la muerte de Naoise, Conchobar por fin tomó a Deirdre por esposa. Sin embargo, tras un año de matrimonio, se sentía frustrado porque ella seguía mostrándose fría con él. Por este motivo, Conchobar le preguntó a Deirdre cuál era la persona que ella más odiaba, aparte de él mismo. Cuando ella contestó "Éogan mac Durthacht", el asesino de Naoise, él anunció que la entregaría a Éogan.
Así pues, Conchobar esperó la víspera de Samhain, el festival druida de los muertos. El verano había pasado, y también ese estallido de calor de principios de otoño que ahora se conoce como verano indio. El verde había desaparecido de la tierra, las cosechas se habían cosechado y el frío del invierno había descendido como un ángel de la muerte. La gente, temiendo que el sol nunca más calentara la tierra, celebró su festival para apaciguar a Muck Olla, su deidad. En las laderas y en las cuevas y en las chozas de adobe y cañas se encendían grandes hogueras a las que los parientes invitaban a los espíritus de los difuntos para que se advirtieran, para estar alegres antes de que las nieves cubrieran la tierra.
Tal como hacía ya muchos años atrás, el gran druida Cathbad había profetizado sobre Deirdre, en esas fechas, los sacerdotes druidas adivinaban quién viviría y moriría el año siguiente, quién se casaría, tendría hijos, se enriquecería y gozaría de buena salud y, como era tradición ya, intentaron mantener a raya, mediante sacrificios y otros ritos, a las brujas y duendes que enloquecían en aquella época, robando niños, destruyendo cosechas, matando animales de granja... y a veces cosas peores. Pero de nada sirvió para lo que ya se avecinaba porque la esencia de algo malvado había despertado desde hace ya un lustro, esperando para actuar, la esencia del mal que ahora se reía de las cerraduras y cerrojos, esperando para desatar su salvajismo de repente, con rapidez y con una ferocidad increíble y además, estaban los incautos. Siempre los incautos.
Ese día de Samhain, Conchobar iba con Deirdre a la corte de Éogan mac Durthacht. El desdichado rey planeaba entregársela a final de la velada, como muestra de su venganza. Ese día celebraban la víspera y los celebrantes bailaban y cantaban alrededor de la hoguera y allí, de pie en el perímetro se encontraba el humillado Enda, el cual no olvidó nunca el rechazo de Deirdre. Ahora, con la sangre en llamas, planeaba algo atroz. En su mano izquierda sostenía un grueso odre de vino, del que bebía a menudo. En su mano derecha sostenía un cuchillo de carnicero de treinta centímetros que usaba para cortar las gargantas de los cerdos y pollos de su granja. Sus ojos estaban fijos con amargura en la figura de Deirdre quien, a pesar de us pena, se encontraba hermosa como siempre.
El cuerpo de Enda temblaba en la fría noche, aunque el calor del fuego era intenso. Deirdre era acompañada por su antigua nodriza Leabharcham pero no por mucho tiempo ya que, cuando ellas pasaron justo al lado de Enda, él saltó como un gato montés sobre su presa. La hoja del cuchillo cortó fácilmente la yugular y la tráquea de Leabharcham. Sus piernas patearon en un final grotesco de su danza de la vida. Luego cayó como un toro sacrificado, arrastrándose hasta Deirdre. Enda con una seriedad seca y aterradora clavó el cuchillo en el pecho de Deirdre hasta la empuñadura. En el clamor, nadie escuchó la explosión de aire de sus pulmones, el gorgoteo de la sangre, el gemido, o vio la mirada de terrible reconocimiento cuando la luz se desvaneció de sus ojos, excepto Enda.
La emoción de la venganza fue la última emoción que conoció Enda, ya que un momento después fue literalmente destrozado por la tribu enfurecida. Sólo se conservó su cabeza y su corazón, recogidos después de que el frenesí se calmara, a petición del afligido rey. Después de que Deirdre fue enterrada en el suelo sagrado de las colinas donde había crecido al día siguiente, la cabeza y el corazón de Enda fueron llevados a la cima de la Colina de los Demonios, donde los cobardes y otros marginados fueron dejados pudrirse sin ser bendecidos. El rey Conchobar le pidió a su chamán que pronunciara una maldición especial sobre los restos de este vil asesino: "Tu alma vagará por la tierra hasta el fin de los tiempos, reviviendo tu inmunda acción y tu inmundo castigo, y que el dios Muck Olla visite cada aflicción sobre tu espíritu para siempre…" El cielo se oscureció y brillaron relámpagos. De repente, la tarde se volvió negra y fría, y de la nada, ráfagas de nieve azotaron al grupo tribal. En la historia de la tribu, nunca había nevado tan temprano en el año. Satisfecho de que Muck Olla hubiera escuchado su oración, el chamán convocó a su gente para que le dieran la espalda a Enda y regresaran a su aldea despojada.
Tiempo después, un grupo de la tribu robó el cadáver de Deirdre una noche para darle nueva sepultura junto a la tumba de Naoise, su verdadero amor. Cada tumba fue marcada por una estaca de tejo. Dos años después, de cada estaca había crecido un árbol. Aunque sus troncos estaban separados por seis pies de distancia, los tejos continuaron creciendo y sus ramas terminaron por entrelazarse, dando la impresión de que se trataba de un solo árbol. Aunque las piedras que marcaban las tumbas se convirtieron en polvo, los tejos continúan vivos.
La celebración de la víspera de Samhain fue transmutada a lo largo de los siglos. Los invasores romanos llevaron la tradición de las Islas Inglesas con ellos en la forma del Festival de la Cosecha de Pomona, y los primeros cristianos consideraron su celebración como Hallowmas. Posteriormente, el Papa Gregorio IV, en el siglo VII, consagró el 1 de noviembre como el Día de Todos los Santos, y All Hallow Even se convirtió en Halloween a medida que la festividad se transmutaba en el próximo milenio. Con la llegada de la civilización moderna, las supersticiones y tradiciones del festival original perdieron su significado y vitalidad. El reconocimiento simbólico se podía ver en la costumbre de encender velas en calabazas, colgar efigies de brujas y duendes fuera de las casas y hacer bromas bondadosas que eran un débil grito del caos de los viejos tiempos. Los niños desfilaron con disfraces cuya importancia hace mucho tiempo perdió su correspondencia con el terror del mal que una vez se apoderó del mundo al comienzo del invierno. Halloween, como muchas de las festividades, se había convertido en una vergüenza vacía. Excepto que, de vez en cuando, la inocente fiesta de All Hallow Even se ve truncada por algún crimen brutal e inexplicable, y el espíritu original de la celebración llega a un mundo horrorizado. Entonces la gente echaría el cerrojo a sus puertas.
Haciendo un salto temporal al año 1963, en Haddonfield, un pequeño pueblo ficticio ubicado en el condado de Livingston, Illinois, Estados Unidos, se celebraba la temporada de Halloween, justamente el 31 de octubre. Allí se encontraban la familia Myers, una de la familia más antigua del pueblo. La familia la componía el matrimonio de Peter y Edith, quienes tenían tres hijos; la adolescente Judith "Judy", el joven Michael y la infante Cynthia de dos años. Ese día, la madre de Edith y abuela de los chicos; Doris Blankenship, una mujer mayor y fuerte, de cabello plateado, ojos azules y lentes gruesos los acompañaba y observó con desaprobación cuando Michael, de seis años de edad, le mostró un disfraz de payaso en una bolsa de la tienda minorista de cinco y diez centavos Woolworth. Edith convenció al niño de probarse el disfraz mientras hablaba con su madre. Le comentó algo preocupada que Michael oía voces y tenía pesadillas extrañas.
"Las voces me dicen que diga que odio a la gente." Eran las palabras de Michael cuando le preguntaban sobre el asunto. Peter tenía ya planes de llevarlo con un psiquiatra pero la abuela Doris solo podía pensar en Nordstrom, el abuelo paterno de Edith, el cual solía tener vívidas y violentas pesadillas, además de voces hostiles que le decían que hacer. En ese momento, madre e hija fueron interrumpidas por el chico disfrazado, el cual no quería usar maquillaje para complementar su disfraz. "Debes usar maquillaje. No querrás que nadie adivine quién eres cuando andas por ahí haciendo bromas." "No voy a jugar bromas. Solo voy a pedir dulces." Fue la respuesta del chico ante el comentario de su abuela.
Esa tarde, Judy Myers se encontraba semi desnuda en su habitación cepillando su cabello rubio. Estaba ansiosa porque la casa se encontraba sola y podía estar con su novio Daniel "Danny" Hodges. Rara vez ocurría pero el hecho de que la casa estuviera vacía significaba que ninguno de sus padres la molestaría y ningún hermano pequeño la irrumpiría o intentaría pellizcarle los senos o tal vez mirarla a través del ojo de la cerradura, como solía hacer Michael. Más importante aún, significaba que podría besarse con Danny en el sofá o incluso en la cama sin tener que preocuparse por incomodas interrupciones. El timbre de la puerta sonó y con premura Judy se puso una bata voluminosa poco sexy y unas pantuflas peludas. Eran las 6:45, Danny había llegado quince minutos antes. Aunque sabía que acabaría desnuda de todos modos, al menos quería empezar vestida para Danny, y vestida de una manera medianamente decente.
Al abrir la puerta recibió la frase "¡Truco o trato!". Frente a ella se encontraban ocho niños disfrazados, sosteniendo bolsas de compras. Sus disfraces eran todos baratos y comprados en tiendas, a excepción de una niña ataviada con la falda y blusa de campesina de su madre y un chal gitano. Todos llevaban máscaras, pero Judy identificó a la mayoría: el hombre del espacio y el vaquero eran Adam y Charlie Becket respectivamente, el pirata y la bailarina eran Chris y Hope Ritzinger, el gitano era Katie Schaller, un Wonder Woman se parecía a Christine Frank, pero Judy no podía averiguar quién era el otro disfraz repetido y por supuesto, adivinó quién era el payaso, ya que le había dado los últimos toques a su disfraz. Repitieron la frase pero los niños quedaron desconcertados cuando la chica les dijo en tono de broma "¿Y si no te doy ningún dulce?". Los niños se encogieron de hombros, arrastraron los pies y se rieron nerviosamente pero uno de ellos respondió "Entonces te mataremos."
"Michael Myers, ¿eres tú? Porque si lo fue, no tiene gracia, y le dire a mamá y papá cuando lleguen a casa." Dijo la chica con seriedad. "No soy Michael Myers, soy un payaso." respondió el pequeño bajo la máscara. La incómoda situación fue interrumpida por el destello del del Chevy del 59 de Danny girando hacia la calle. "Está bien, niños, ustedes ganan." Judy agarró puñados de dulces de los tazones y los arrojó en las bolsas de los niños. "Gracias", dijeron cortésmente. "Adiós. Feliz Halloween". La chica despidió a los niños y se apresuró para recibir a su cita, por lo que cerró rápidamente la puerta y subió corriendo las escaleras de dos en dos, quitándose la bata mientras caminaba. Al llegar arriba a su habitación, de su armario agarró una blusa y una falda, hurgando en los cajones en busca de un sostén y un par de calcetines hasta la rodilla y un suéter. Se los puso en un tiempo récord y, cuando sonó el timbre, estaba lista de forma recatada. Con pasos majestuosos, abrió la puerta con calma, como si casi hubiera olvidado que tenían una cita. Al abrir la puerta, frente a ella se encontraba Danny, un chico musculoso. Comenzaron a coquetear y perseguirse por el corredor, algo típico de adolescentes. Ella le mencionó que aún era temprano y que más niños podrían venir e interrumpir sus planes de la tarde.
Continuaron los coqueteos hasta llegar a la cocina, y una vez allí, Judy sacó un cuchillo debajo del cajón del fregadero. Lo sostuvo amenazadoramente por encima de su cabeza hacía Danny. "Voy a cortarte..." El joven musculoso retrocedió. Ella se abalanzó sobre él y enterró el cuchillo para trinchar en una calabaza grande detrás de él. Danny estaba pegado a la pared de la cocina jadeando. "No fue divertido. Pudiste haber matado a alguien." Ellos comenzaron a preparar la gran calabaza para colocarla junto a la puerta de entrada. Al terminar de hacerlo y limpiar, Danny tomó venganza hacía Judy al colocarse una máscara de plástico de payaso, esperando asustarla con un grito. Había funcionado, pero más allá de la máscara barata, había sido por el grito generado. El corazón de Judy casi se sale de su pecho al escucharlo. Él la abrazó con fuerza, sintiendo sus pechos agitarse con miedo a través de su suéter. Allí comenzó el contacto erótico entre ambos, donde habían besos y poca ropa. Ella le pidió que se quitara la máscara totalmente ya que se veía ridículo.
"Me quitaré la máscara si tú te lo quitas." Él se refería a la prenda de ropa que ella tenía puesta. Los padres de Judy no volverían hasta las 10:00 de la noche así que tenían tiempo para hacer lo que querían. Ellos estaban en el cine y Michael estaba pidiendo dulces aún. Ella le dio la espalda y subió las escaleras, moviendo su trasero tentadoramente y quitándose el suéter y la blusa antes de llegar arriba, mientras que Danny siguió como un cachorro hambriento, tirando su propia ropa mientras caminaba. Él la siguió y comenzaron los juegos eróticos y el contacto sexual explícito. Su asunto continuó pero, entre las sombras se encontraba una figura. Alguien que los había estado observando desde fuera de la casa desde que ambos adolescentes comenzaron a picar la gran calabaza. Los había visto besarse en la cocina y el sofá, coquetear eróticamente en el corredor y la escalera.
La voz en su cabeza se había apagado por el momento mientras escuchaba a Judy y Danny, sin entender realmente el significado de sus declaraciones, excepto que tenía que ver con el amor. Había escuchado sonidos similares provenientes de la habitación de sus padres. Sabía que ellos se estaban haciendo felices el uno al otro, en el caso de sus padres y eso también lo hacía feliz a él. Pero entonces, ¿Por qué sentía una rabia tan venenosa contra su hermana y su novio? Pues, la voz había despertado el odio. Lo había hecho antes en sus sueños, y ahora lo estaba haciendo en la vida real. Había comenzado con las extrañas imágenes en su cabeza por la noche, imágenes de personas que él nunca había visto antes. Veía imágenes de gente desconocida, algunas vestidas con pieles de animales, otros con armaduras, que bebían y danzaban alrededor de una hoguera. Él se veía a sí mismo entre la gran multitud, como miembro de ellos pero algo diferente a ellos, sentía celos. Un fuerte sentimiento que lo hacía arder por dentro. Pero a pesar de lo fuerte que era el sentimiento desgarrador de celos, había un impulso aún más fuerte que era de asesinar. De acabar con la vida de una joven de gran belleza que apareciá en las imágenes de sus sueños.
La voz se había vuelto más fuerte, más clara y más exigente últimamente, y sus dictados más convincente. Michael había comenzado a creer que si escuchaba la voz, que si hacía lo que le decía que hiciera, tal vez la voz se iría y lo dejaría en paz. Ya no era una voz de ensueño, le había hablado en voz alta esa noche, incluso mientras iba de casa en casa pidiendo dulces, incluso mientras jugaba en la fiesta. Le había ordenado que regresara a casa de inmediato y esperara y observara en las sombras. Poco después, la luz de la habitación de Judy se apagó. Michael se había escondido detrás del roble delantero del jardín antes de espiar a los enamorados y al ver la luz apagarse, procedió a entrar a la casa. Recorrió el lado de la casa para poder entrar por la parte trasera. Al entrar, se dirigió directamente al cajón del fregadero y tomó el mismo cuchillo parar trinchar que momentos antes había sido usado por su hermana Judy. Lo sujetó como un experto, con fuerza en su mano derecha y procedió a pasar por el salón principal para subir las escaleras.
"Llegó la hora. Debo irme, tus padres llegaran en cualquier momento." dijo Danny. La hora de que los padres de Judy Myers llegaran a casa se acercaba y ellos habían estado juntos un rato. Michael observó desde la cocina cuando el musculoso enamorado salió de la casa. Antes de salir, Danny se colocó su franela de rayas azules con blanco horizontales, después de besarse por última vez como Romeo y Julieta. Al haberse ido, el disfrazado niño salió de las sombras del salón y furtivamente subió las escaleras.
Se detuvo un momento arriba para contemplar la ropa esparcida por el piso y la siguió como un cazador siguiendo el rastro de su presa. Se detuvo nuevamente frente a la puerta abierta, mirando dentro de la habitación. Al entrar, tomó la máscara barata de payaso que se encontraba en piso junto a la ropa tirada y se la puso de inmediato, pensando en las palabras que esa tarde le había dicho su abuela: "No querras que nadie adivine quién eres cuando andas por ahí haciendo bromas."
Al acercarse a Judy, la chica, que se encontraba semi desnuda frente al espejo de su tocador cepillando su cabello, de inmediato reaccionó frunciendo las cejas con perplejidad. Judy rápidamente cruzó las muñecas frente a sus senos, reconociéndolo a través de su máscara y gritando su nombre, desconcertada: "Michael, ¿es esto una broma...?" mientras él continuaba acercándose. "Fuera de aquí, maldita sea. Sal de aquí antes de que yo..." El primer corte del cuchillo fue directo en la muñeca, salpicando sangre a través de su pecho y piernas. Miró la herida con más sorpresa que dolor. No podía creer lo que estaba pasando. Se puso de pie de un salto y retrocedió hasta la pared, derribando su silla. Cuando él levantó la cuchillo de nuevo, ella le tendió la mano para protegerse a sí misma y le cortó la mano. Ahora ella estaba gritando comprendiendo con terror lo que estaba sucediendo. Michael hundió el cuchillo en la parte derecha de su pecho un chorro brotó de la herida y le empapó la mano y la muñeca. Empujó nuevamente su arma sin ningún remordimiento en su vientre. En qué momento Judy murió, realmente Michael no lo supo ya que le clavaba el cuchillo una y otra vez, atascándolo en sus pechos, vientre, ingle, brazos, piernas y garganta. Quizás la apuñaló unas cincuenta veces. El júbilo lo invadía como ningún otro placer que hubiera conocido jamás.
El éxtasis del momento comenzó a disminuir. El asesino se paró sobre el cuerpo sin vida, él se encontraba agotado. Había sangre por todas partes, y el olor agrio de ella se elevó de sus manos, embriagándolo. En medio de todo el líquido escarlata se encontraba un gran pedazo de carne cortado casi imposible de reconocer. Michael bajó las escaleras y entró en la cocina. De repente se dio cuenta de que tenía hambre. Metió la mano en un tazón en el mostrador de la cocina y se metió una galleta en la boca, luego abrió la puerta del refrigerador y sacó una botella de leche.
Se vació la mitad en la boca con la manga ensangrentada, dejando un hilo de color rojo y blanco en su mejilla. Abrió la puerta lateral y salió, todavía con el cuchillo de carnicero en su mano. Se detuvo en el césped y se quedó allí por un minuto indeciso. En ese momento, un sedán oscuro se detuvo junto a la acera. El asesino no intentó huir, pero se quedó en el césped esperando a que salieran los ocupantes del vehículo. Después de un momento ambas puertas delanteras se abrieron, dejando ver a un hombre y una mujer. Dieron dos o tres pasos hacia la casa, luego lo vieron y se detuvieron, mirando fijamente a la figura en el traje de payaso manchado de sangre con un cuchillo de carnicero coagulado en sangre en su mano derecha. El hombre reaccionó al quitarle la máscara de payaso al asesino diciendo asombrado: "Michael..." . La pareja eran sus padres.
Edith llevó a Michael adentro, mientras que Peter subió corriendo las escaleras y encontró a Judith muerta en su habitación. Pronto descubrieron que Michael la había asesinado. No sabían cómo llamarlo, y no sabían qué hacer con él. No era un hombre, por lo que no podía ser juzgado por asesinato. Ni siquiera era un adolescente. Y aunque la ley que aplica a los menores era lo suficientemente amplia como para abarcar a un niño de seis años, no parecía apropiado que las leyes diseñadas para manejar adolescentes con vicios, que robanban autos y bolsos, debía aplicarse a él. Mirarlo durante la audiencia ante el magistrado, era ver a un apuesto, casi hermoso, muchachito de mejillas sonrosadas con un pulcro traje, corbata y zapatos muy lustrosos. Sus ojos eran cálidos, su sonrisa genuina, y cuando habló lo hizo con una sinceridad cándida. De hecho, más de un artículo periodístico lo describió como "encantador". Sin embargo, el chico había, según él mismo y que nunca negó, apuñalado a su hermana más de cuarenta veces. El forense testificó y fueron más veces.
El magistrado concluyó que el niño estaba loco o mentía. Cuestionó al pequeño muy de cerca sobre si alguna otra persona había provocado el hecho y había colocado el cuchillo en la mano del niño. Pero la insistencia del niño en su historia y la ausencia de cualquier otra evidencia, a pesar de que el pobre Daniel Hodges, el novio de Judy, fue tratado con mucha rudeza por los detectives de la policía, y estuvo a punto de ser acusado, obligó al magistrado a declararlo como un acto de locura. Sin embargo, saber a qué tipo de lugar sería enviado el niño y junto qué tipo de personas sería arrojado, el magistrado agonizaba por el veredicto que entregaría a Michael en las manos de esos maníacos y sus guardianes mafiosos que habían visto con sus propios ojos en una visita reciente y oficial en Smith's Grove Sanatorium, a 240 kilómetros al norte de Haddonfield, en el condado Warren, Illinois. Smith's Grove era un infame centro de salud mental y detención de criminales dementes.
"Damas y caballeros de la corte, en cuarenta y dos años como fiel servidor de la ley y de esta corte, nunca he me han pedido que tome una decisión tan remotamente cruel como la que ahora me veo obligado a tomar. Incluso como yo hablar, soy consciente de que estoy luchando para evitar que mis ojos miren al acusado en este extraño episodio, porque sé que si lo hago, puedo flaquear en mi deber. Sin embargo, en ausencia de cualquier evidencia por el contrario, en ausencia de testigos, en ausencia de cualquier otra persona que se presente con una confesión, en ausencia de cualquier contradicción en la historia del niño, sin ningún arrepentimiento por parte del acusado y, sobre todo, sin ningún sentido del bien o del mal, que es el fundamento de la ley con respecto a los criminales dementes. Yo, Christopher Hollander, juez de la corte, el día de hoy 5 de noviembre de 1963, no tengo más remedio que enviar a Michael Audrey Myers al Sanatorio Smith's Grove, donde será puesto al cuidado de un psiquiatra residente que informará a esta corte regularmente sobre su tratamiento. Su caso será revisado por lo menos dos veces al año, y previa recomendación del psiquiatra, el niño puede ser devuelto a la custodia de sus padres. Aunque es imposible para mí concebir una estadía prolongada para Michael, cuyo acto brutal creo haber sido producto de una locura pasajera que espero se haya descargado para siempre de su sistema, me veo obligado a citar la ley relativa a los menores dementes criminales, a saber, que a la edad de veintiuno deben ser llevados ante un magistrado para un proceso penal.
Si Michael todavía está en Smith's Grove dentro de quince años, será llevado ante el tribunal el día de su vigésimo primer cumpleaños, el 19 de octubre, donde será juzgado como adulto por el asesinato de Judith Margaret Myers, su hermana mayor. He preparado una lista de instrucciones para el cuidado de Michael en Smith's Grove, con la esperanza de que los problemas que existen en tal institución no dañen sus posibilidades de regresar a la sociedad como una individuo normal, saludable y completamente funcional. Este tribunal es desestimado."
A pesar de los sollozos de los padres de Michael y el alboroto del polémico veredicto en la corte, un observador se mostró fijo en el niño al ser trasladado al sanatorio por parte del personal y el administrador del lugar, el doctor Terence Wynn. El observador era un hombre de cara redonda y cabeza rapada llamado Samuel Loomis, que había estado mirando penetrantemente al chico acusado. En todos sus años como clínico psiquiatra, había oído y leído acerca de tales casos, pero nunca había observado uno personalmente, por lo que el "El Caso Myers" le había interesado mucho, sobre todo porque él era el residente a cargo de casos juveniles de Smith's Grove. Como todos los demás, Loomis había sido tocado profundamente por el angelical apariencia y modales del niño hasta que, mientras el niño estaba recitando los acontecimientos de la noche del 31 de octubre de 1963, sus ojos se cruzaron con los de Loomis. El hombre sintió un escalofriante presentimiento que casi le heló la sangre. Por otra parte, Peter Myers no quería que su hija menor, Cynthia supiera nada en relación a su hermano homicida.
Trece meses después de la audiencia, Michael ya contaba con siete años, momento en el que el administrador del sanatorio, Terence Wynn le presentó al médico psiquiatra y psicólogo infantil Samuel Loomis. Él sería su encargado tratante de manera oficial, por lo que pasaría dos horas con él todos los días para comenzar. Loomis había conversado con el juez durante meses para tener a su cargo al chico homicida y darle terapia y tratamiento especial. Es importante señalar que Samuel Loomis ya había tenido en su pasado una situación perturbadora con un hombre demente. Sam era de Fairvale, California, estaba divorciado y era propietario de Sam Loomis Hardware, una amplia tienda de artículos de ferretería y el hogar. Loomis estaba enamorado de una chica llamada Marion Crane, secretaria de Lowery Real State, una inmobiliaria, y la visitaba con frecuencia en Phoenix, Arizona. En secreto, la chica se sentía infeliz de su relación amorosa y, teniendo un impulso, tomó una gran suma de dinero de la oficina de bienes raíces que debía depositar en el banco y huyó. Al salirse de la carretera principal y luego de conducir tanto, llegó a un pequeño hotel local llamado Bates Motel, operado por Norman Bates y su madre Norma.
Marion fue asesinada por Norma esa noche mientras se duchaba en una de las habitaciones. Al no recibir noticias de ella, su hermana Lila supuso que debía de estar en Farivale, California con su novio Loomis. Lila trabajaba en la tienda Music Makers y fue hasta la locación del novio de su hermana. Al enterarse de que él no sabía de ella durante días, ambos, junto con el investigador privado Milton Arbogast comienzan a investigar y seguir las pistas. Una vez en Bates Motel, Milton es asesinado a puñaladas por Norma Bates, mientras que Lila y Sam descubren que Marion si estuvo alojada allí. Lila descubre en la casa Bates, ubicada al lado del hotel, que en una silla mecedora se encuentra el cuerpo casi momificado de Norma Bates y que el verdadero asesino era su hijo Norman, quien había desarrollado una personalidad dividida de tres partes, creyéndose en ciertos momentos que era su madre dominante, y por tanto, vistiéndose como ella. Norman fue encerrado en el Manicomio de Fairvale y Lila y Sam se casaron y tuvieron una hila llamada Mary Loomis. Sam ya tenía un hijo de su anterior matrimonio, llamado David Loomis, quien más adelante se convertiría en un médico psiquiatra como su padre en Smith's Grove.
Prosigamos. Seis meses despues de haberlo asignado como médico especialista tratante de manera oficial, Loomis se reunió con el juez Christopher en la cámara del magistrado, tal como lo exige la ley. El psiquiatra comentó su preocupación con Michael, que poco a poco se mostraba más cerrado en sí mismo. Ya no era el niño jovial y tierno que se vio en la corte, sino todo lo contrario. Era un niño callado, aislado y sin emociones. "No tengo nada más que mi experiencia y mis corazonadas, y te digo desde lo más profundo de todo lo que he aprendido y observado en quince de exploración de la mente humana, Michael Myers puede ser la persona más peligrosa que he manejado." El juez Christopher le indicó que si el niño tenía un comportamiento bueno y que para la próxima revisión del caso en seis meses, no había indicios de algo negativo en la mente o en sus acciones, Michael Myers sería libre. Luego de ese comentario y esa inquietante observación, sucesos comenzaron a ocurrir. Una semana después, un chico de once años fue afectado con agua hirviendo por Michael luego de un altercado ese mismo día en la mañana por bajarle el volumen a la tv de la sala de pacientes.
Luego una enfermera que le llamó la atención a Michael se cayó por las escaleras dos días después del incidente, fracturándose la pelvis. Después un niño que le pidió prestado un juego a Michael y se olvidó de devolverlo sufrió un fuerte sarpullido que lo hospitalizó durante un mes. Loomis comenzó a inquietarse más cuando, de manera sutil pero definitiva, el niño estaba capturando el liderazgo del pabellón juvenil, porque nadie se atrevía a desafiarlo. Todos, personal y reclusos, por igual, lo complacían, y así se salía con la suya. Loomis llegó a preguntarse cuándo llegaría su propio turno, pero nunca llegó, y creía que era porque por mucho que Loomis desafió al chico, por mucho que lo frustró, Michael sabía que Loomis estaba tratando de ayudarlo. El niño reconoció a regañadientes la opinión y autoridad de Loomis. A pesar que tenía próximamente la revisión del caso con el juez Christopher, Loomis no tenía prueba sustentable ni contundente de una mala conducta de Michael. Pero eso cambiaria pronto cuando Michael le pregunto algo a Loomis: ¿Podemos hacer una fiesta de Halloween?
"Una fiesta de Halloween podría ser justo lo que necesitas. No veo ningún daño." El mero anuncio de la fiesta resultó terapéutico para la mayoría de los jóvenes, ya que se pusieron a trabajar diligentemente para crear disfraces y decoraciones. Los disfraces que eligieron fueron revelando sus fantasías más profundas, y esto fue una ventaja inesperada para el personal psiquiátrico que, de lo contrario, habrían tenido que investigar durante meses en sus mentes en busca del mismo material. En la última semana antes de Halloween, Michael comenzó a sentirse inquieto y emocionado, nervioso e irritante. Loomis era muy consciente del fenómeno psiquiátrico conocido como el "Síndrome de Aniversario", en el que las personas con trastornos mentales reviven los eventos del trauma y parecía estar siguiendo este patrón clásico, en la noche del 31 de octubre. Todos debían ser cuidadosos y observarlos con detenimiento. Loomis quería a dos miembros del personal además de sí mismo para solo observar y vigilar a Michael. Loomis necesitaba no solo un incidente, sino también testigos.
Los niños fueron conducidos a un pequeño gimnasio, donde se habían colocado serpentinas negras y anaranjadas, recortes de brujas y duendes, gatos negros y calabazas que habían sido pegados en la pared por los niños que lo habían realizado. Los niños vestían sus disfraces, e incluso las enfermeras y los camilleros vestían ingeniosas máscaras y sombreros para unirse a la diversión. Michael Myers estaba vestido como un payaso. Por razones obvias, los juegos se mantuvieron simples y no amenazantes. Las luces se apagaron. No era raro que las luces fallaran en Smith's Grove, especialmente en una noche ventosa, cuando los árboles cayeron sobre las líneas eléctricas en las zonas rurales. Pero esa no fue una noche ventosa. Loomis saltó de inmediato, pasando por la sala, el corredor y derribando a varios niños en el proceso. Los generadores de emergencia se encendieron automáticamente. Allí pudo ver a Sophie, una niña paciente que se encontraba tirada junto a una tina, se encontraba empapada de agua de la cintura para arriba. Michael se encontraba a diez pasos de la niña, sonriendo y viéndola fijamente.
Con una enfermera, Loomis aplicó respiración artificial, y después de un momento, la niña jadeó y escupió una cantidad considerable de agua. Se había ahogado con el susto de la falla eléctrica. El personal, junto a Loomis observaron el traje de payaso de Michael, junto a sus manos y estaban completamente secas. La fiesta había terminado. La trampa de Loomis había fallado, pero finalmente, Loomis había ganado. El día que estaba programado para conducir hasta el condado para tratar el Caso Myers con el juez Christopher, recibió una llamada telefónica del alguacil del tribunal menor, donde le informaban que la noche anterior, el juez había tenido un infarto masivo y murió camino al hospital. El sucesor del juez Christopher simpatizaba mucho menos con Michael Myers. Él solo había leído sobre el caso, y estaba convencido de que Michael era el asesino brutal que afirmaba el psiquiatra. Loomis le presentó al nuevo juez un documento de cuarenta y cinco páginas que describía la personalidad de Michael y los incidentes del año pasado, y aunque todavía no había ni una pizca de evidencia para apoyar la afirmación de Loomis de que Michael era un psicópata homicida, el nuevo juez aceptó la opinión de Loomis de que era mejor mantener el niño detrás de las paredes institucionales.
Michael Myers se mantuvo encerrado en el sanatorio cambiando cada vez para peor. El niño sin aparentes emociones hablaba cada vez menos, apenas se movía. Era como una pizarra en blanco, según Loomis. Cierto día, la familia Myers fue a visitar al chico en el centro de salud. Edith llevaba a Cynthia y, en medio de la visita, la niña lo reconoció y pronunció el nombre de su hermano. Peter, afectado por lo ocurrido en el momento, golpeo ferozmente a la niña hasta quedó en silencio. Tal fue el impacto que meses después la familia Myers se mudó de la casa familiar, ubicada en 45 Lampkin Lane, al estado de Indiana para evitar el acoso de la prensa, los vecinos y demás curiosos sobre la tragedia. Desde su nueva residencia continuaron pagando las hipotecas y préstamos de la casa ya que no podían venderla debido a su mala reputación. El 3 de enero de 1965, Peter y Edith sufrieron un fatídico accidente automovilístico donde fallecieron. Se informó de manera oficial que Cynthia estuvo involucrada en el accidente, muriendo también, pero solo fue por protección. En realidad se encontraba sana y salva y fue colocada en un hogar de niños en adopción. Pronto fue adoptada por Morgan y Pamela Strode, quienes cambiaron su nombre a Laurie Strode. Los registros de su nacimiento y cualquier conexión que tuviera con la familia Myers fueron guardados celosamente en un archivo sellado en la gobernación de Ilinois.
Loomis se comprometió a asegurarse de que Michael Myers nunca saliera de los espacios del sanatorio Smith's Grove. El hecho de actuar como cuidador de Michael se convirtió en una obsesión para Loomis. Para él, Myers ya no era un ser humano sino un monstruo, una entidad demoníaca, el epítome viviente de la maldad pura resultado de una combinación entre la psicopatía, psicosis y sociopatía. Y así pasaron quince años desde el ingreso de Michael. En la tarde del 30 de octubre de 1978, todo se estaba preparando para trasladar a un Michael Myers adulto de veintiún años a una comparecencia ante el juez, después de haber recibido un examen físico por parte del estado. Ya no sería juzgado como un menor de edad por el tribunal. Dicho proceso debería durar cuatro horas. Mientras sería trasladado estaría sedado. Todo estaba calculado para la situación pero, en la habitación de Myers, éste dibujaba con su uña en la puerta la palabra "Hermana", lo hizo hasta sangrar y que la palabra se notara. Esa tarde, la voz había vuelto a retumbar en su cabeza, tal como había ocurrido ese 31 de octubre de 1963, cuando asesinó a Judy. Algo había cambiado. En ese tiempo que estuvo encerrado, la voz lo obligaba y controlaba para que no hablara y casi no se moviera, ahorrando energía y fuerza, para que pasara desapercibido y, cuando se diera el momento apropiado, escapara de allí para terminar con la vida de su hermana, la última de su familia. Poco a poco la ira, el odio y los celos se adueñaban de él otra vez.
Esa noche, una camioneta Buick atravesó la oscuridad de una noche lluviosa en la carretera estatal 116, en dirección este hacia las instalaciones estatales de Smith's Grove. En la puerta delantera del elegante automóvil estaba el emblema de la institución. En el interior, se encontraba manejando Marion Treadwell Chambers, una enfermera pelirroja con uniforme blanco almidonado, un gorro y una capa azul marino con encajes rojos alrededor. Estaba fumando nerviosamente con sus nudillos sujetando el volante. Junto a ella se encontraba el doctor Samuel Loomis, vestido con una gabardina marrón, algo arrugada, no muy resistente a la lluvia y encima de sus rodillas una capeta con sus notas. Los nervios de la chica se debían a la tensa tarea que le habían encomendado esa noche: trasladar a Michael. "Algo anda mal..." Gracias a las luces del vehículo, detectaron una forma fantasmal a veinticinco metros de ellos. La figura espectral desapareció momentáneamente, pero entonces aparecieron cinco figuras más. Se trataba de pacientes vestidos con ropa blanca, estaban empapados por la lluvia ventosa. Al llegar a la puerta principal, Loomis bajó rápidamente del vehículo y se aproximó a la cabina de vigilancia. Abrió la puerta y pisó algo blando.
Se arrodilló sobre él y noto con horror que se trataba del guardia. Su cabeza estaba retorcida en su cuello como si una mano gigante hubiera tratado de desenroscarla. Los ojos del hombre se hincharon horriblemente y su lengua colgaba sobre los labios ensangrentados. De repente, hubo un golpe tremendo en el techo del vehículo. Marion se sorprendió y pensó que uno de ellos se encontraba en el techo del automóvil por lo que bajó la ventanilla para solicitarle que bajara de allí. Sin previo aviso, una mano poderosa se extendió desde el techo y le sujetó el cabello fuertemente para tirar de ella a través de la ventana. Cuando el intruso se dio cuenta de que no podía hacerlo, intentó agarrarle la mandíbula para arrancarle la cabeza. Apretó el acelerador y el vehículo arrancó hasta salirse de la ruta, ella rápidamente se acostó en el puesto del copiloto y justo detrás de ella, una pesada y fuerte mano rompió el vidrio. Presa del pánico, salió del automóvil y justo detrás de ella, el intruso ingresó al auto y aceleró dejando ver como las luces traseras se desvanecían en la negrura de la noche. Loomis trató de calmar a Marion diciéndole: "Puedes calmarte ahora. El mal se ha ido de aquí." Eso a ella no la consoló en absoluto. Michael Myers había escapado.
En el transcurso de esa noche, en el pueblo de Eureka, en Illinois, un camionero llamado Christopher Joseph Hasting se encontraba ya fuera de su labor cuando su jefe, el señor Harry Phelps, propietario de The Phelps Garage, le ofreció cincuenta dólares si laboraba tres días más. Christopher no quería trabajar esos días pero pensó que era mejor eso a escuchar quejarse a su esposa Rebecca "Becky". A pesar de no querer trabajar, tampoco quería pasar por Haddonfield, su ciudad natal y hogar también de Sylvia, su eterno amor fallecido en el pasado. Hasting llegó hasta el lugar en donde Sylvia había fallecido y se sintió derrotado. De pronto, el tren pasó cercano de él y puso observar por el rabillo del ojo a una figura vestida de blanco. Él se sentía culpable de muerte de la chica y, al encontrarse en ese lugar y ser víspera de Halloween, pensó que se trataba de ella. Se arrodilló y cerró los ojos con fuerza, esperando que el espectro pero solamente recibió un desgarrador apretón en su cuello para luego ser asesinado a golpes por Michael Myers. Fue la segunda persona asesinada por Michael y la primera en quince años desde la noche que asesinó a Judy. El asesino miró el cuerpo inerte en silencio para luego robar su overol de color azul grisáceo y unos borceguíes negros y esconder su cuerpo. La vestimenta que tenía Christopher es el atuendo característico de Michael a lo largo de las películas.
Loomis bajó los escalones de la institución, señalando al cielo como si invocara al Todopoderoso. Frente a él se encontraba un hombre de cabello gris y con cara tranquila, quien escuchaba las palabras de ira de Loomis. "No soy responsable de lo ocurrido, Sam.", suplicó el Dr. Wynn poco convincente. "Claro que lo eres y la pruebas la tengo en la mano.", Loomis se detuvo en seco y miró al administrador principal del sanatorio. "Tu diste ellos el perfil de un paciente común para el traslado, no el de un maníaco homicida. ¡A veces me pregunto quién necesita más tratamientos de choque, los pacientes o el personal!" gritó Loomis. "Era tu paciente médico, yo solo administro este lugar", argumentó Wynn. Sujetando su cabeza, Loomis dijo: "La policía lo atrapará... Si lo buscan en Haddonfield, podrían...". Una burlona respuesta que enfureció aún más a Loomis brotó de Wynn: "Sam, Haddonfield se encuentra a 240 kilómetros de aquí. ¿Cómo podría llegar allí? No puede conducir." Exasperado, Loomis se retiró del lugar. Debía de hacer algo y la conversación no iba a ningún lado.
En la madrugada del 31 de octubre, Michael llega a Haddonfield dirigiéndose al único lugar al que puede y le resulta familiar, su propia casa. Recorrió el lado de la casa para poder entrar por la parte trasera. Al entrar, se dirigió directamente al cajón del fregadero, tal como había hecho la noche cuando asesinó a su hermana Judy.
Al comenzar a recorrer la casa hasta que risas y bromas de adolescentes lo interrumpieron. Al acercarse a la ventana vio a dos chicos pasando por enfrente y retándose para entrar. Uno de ellos traía en su mano una bolsa de papel con una máscara dentro. La silueta de Michael entre la oscuridad asustó a los chicos que salieron corriendo y la bolsa cayó al piso en el proceso.
Myers salió de la casa y tomó la bolsa de papel para regresar nuevamente a la casa. Allí rompió la bolsa que dejó ver una máscara de látex pálida sin ningún tipo de emoción con cabello falso. Dicha máscara era marca Silver Shamrock Novelties, una fabricante de máscaras de la víspera con sede en el pequeño pueblo de Santa Mira, al norte de California. A partir de ahora, la máscara sería el elemento característico de Myers.
Con diecisiete años, Laurie era una chica estudiosa, bondadosa, tímida e introvertida. Asistía a Haddonfield High School y tenía dos mejores amigas; Annie Brackett y Lynda Van der Klock. Afirmaba que sus formas inteligentes asustaban a los chicos, por lo que tenía un escaso historial de citas. Ese día, 31 de octubre, su padre adoptivo, Morgan Strode, propietario de Strode Realty, una de las principales firmas inmobiliarias de Haddonfield, le pidió a su hija que dejara un juego de llaves de la antigua casa Myers, que llevaba años en el mercado y aún no lograba venderse pero había una cita verla temprano esa mañana.
Laurie hizo lo encomendado y fue hasta el lugar, dejando las llaves debajo de la alfombra principal, sin saber, de hecho, que se trataba de la casa en donde nació. Dentro de la casa se encontraba Michael Myers con la máscara puesta, el cual reconoció casi de inmediato a la chica, no sin antes recordar las palabras de su abuela: "No querrás que nadie adivine quién eres cuando andas por ahí haciendo bromas."
Es importante señalar que Loomis, al llegar al pueblo de Haddonfield, descubre que Michael Myers robó la lápida de su hermana Judith.
Además que, en su frenética persecución contra Laurie, ésta le clava una aguja de tejer en el cuello y posteriormente en otro enfrentamiento, una gancho de ropa en el ojo, herida que mantendría en la secuela directa del año 2018.
Ahora bien, cuando Michael Myers estaba en su corte para decidir el veredicto, mostró su manera de ser real, un niño de seis años, sincero y jovial, pero poco meses después se comenzó a mostrar aislado, callado hasta desarrollar su condición sociópata y psicópata. ¿A qué se debió ese notorio cambio? ¿Mostró acaso su verdadera cara?¿Se mostró la naturaleza de su mal? Sí y no. Dicho comportamiento fue despertado. Por esa razón las terapias y tratamientos que Samuel Loomis realizaban daban un paso adelante pero tres hacía atrás. El culpable de dicho despertar se debió al administrador del sanatorio, el doctor Terence Wynn. Terence ayudó a Michael a convertirse en el asesino serial que conocemos al manipularlo y fue el responsable de liberarlo la noche ventosa del 30 de octubre de 1978, junto a los otros pacientes para que no fuera sospechosa la acción.
Terence Wynn es líder de un culto celta denominado Thorn, el cual había seleccionado a la familia Myers, por ser una de las más antiguas del pueblo y maldijo al pequeño Michael desde que era un bebé, por lo que una extraña marca en forma de espina le quedó incrustada como un lunar en su brazo derecho. Dicha maldición hacía que Michael escuchara la voz de Enda en su cabeza, repetidas veces en diferentes momentos, con un temperamento agresivo y salvaje, entre celos y pasión, tal como él se sentía con Deirdre, que era una situación de amor-odio.
Recordando la maldición especial hecha a los restos de Enda que dice: "Tu alma vagará por la tierra hasta el fin de los tiempos, reviviendo tu inmunda acción y tu inmundo castigo, y que el dios Muck Olla visite cada aflicción sobre tu espíritu para siempre…" Por lo que cada 31 de octubre, la noche de Halloween, le solicitaba sacrificio, en este caso, la persona que más amara. En el caso de Michael, su propia hermana, que con el tiempo, su relación, aparte de traumática para Laurie, se tornó en odio para Michael. No cumpliéndose el sacrificio por lo que Michael regresaba en cada víspera más fuerte y brutal para acabar con su víctima.
Myers siempre ha estado bajo control, por medio del culto, Michael ya no controlaba sus acciones sino por el contrario, avanzaba según instintos asesinos que le encomendaba el propio culto según maleficios. Esto lo obligaba, no solo a asesinar de manera atroz, sino de continuar avanzando así estuviera lo más herido y lastimado posible.
Michael Myers finalmente encuentra la muerte a manos de Laurie Strode, luego de cuarenta y tres años en la película Halloween Ends (2022), donde, después de un brutal y personal enfrentamiento final en la cocina del domicilio de Laurie, ella consigue inmovilizarle las manos en la mesa con cuchillos, apuñalarle en el pecho y en la axila y rebanarle el cuello.
Después de empujarle una nevera encima de las piernas, Laurie le corta las muñecas. Decidida a darle una muerte final, el cuerpo de Michael es atado a la parte superior de un vehículo para ser llevado a un desguazadero de autos, allí es arrojado a una trituradora donde su cuerpo se hace pedazos.