Queridos Lectores, con esta publicación, se cierra el ciclo del año 2025. Un año que nos regaló aprendizajes, desafíos, experiencas e instantes que quedarán en la memoria. Cada encuentro en este humilde espacio es un recordatorio que nuestra curiosidad e interés por aprender es insaciable, y que las palabras pueden unirnos, acompañarnos y sembrar esperanza, ansiedad, impacto y asombro en medio de la rutina. Faltan aún unos pocos días para Fin de año, pero quiero extenderles un deseo sincero: que la salud, el bienestar y el progreso sean compañeros constantes en sus caminos, y que el Nuevo Año 2026 llegue cargado de bendiciones para ustedes y sus seres queridos. Que cada día del año que comienza sea una oportunidad para crecer, para celebrar lo vivido y para abrazar lo que vendrá con ilusión renovada. P.D.: La primera publicación del mes de Enero de 2026, se publicará el día Domingo 18.

OJO: El presente texto puede ser recibido como un llamado a la reflexión universal: para los creyentes, una invitación a profundizar en la idea de Dios más allá de lo personal y lo dogmático; para los no creyentes, una oportunidad de encontrar sentido y espiritualidad en la naturaleza y en la razón. En ambos casos, transmite una visión de unidad, armonía y contemplación que puede enriquecer la manera en que entendemos nuestra existencia y nuestro lugar en el cosmos.

Baruch Spinoza, nacido en Ámsterdam, capital de Países Bajos, el 24 de noviembre de 1632 y fallecido en La Haya, ciudad de Países Bajos, el 21 de febrero de 1677, fue un filósofo neerlandés de origen sefardí (parte del pueblo judio). Fue uno de los principales pensadores de la Ilustración, de la crítica bíblica moderna y del racionalismo del siglo XVII, incluyendo concepciones modernas del ser y del universo. También es considerado uno de los tres grandes racionalistas de la filosofía del siglo XVII y uno de los filósofos más importantes de principios de la Edad Moderna. Inspirado por el estoicismo, el racionalismo judío, la obra de Maquiavelo, Hobbes, Descartes y diversos pensadores religiosos heterodoxos de su época, Spinoza se convirtió en una de las principales figuras filosóficas del Siglo de Oro neerlandés.

En el caso del tema central de la publicación, algunos han sugerido una interpretación panteísta de la filosofía de Spinoza, al sostener que existe una identificación entre la única realidad (sustancia) y Dios o Naturaleza (panteísmo). En esta interpretación, la realidad es eterna, infinita y perfecta, pero muy distinta del dios personal del teísmo clásico, y todas las cosas en el universo son simples modos de Dios, por ello, todo lo que existe tiende a perseverar en su ser, en el caso del ser humano se manifiesta como el deseo de vivir según el dictamen de su razón. Se ha sugerido también una interpretación panenteísta de su filosofía, ya que según el filósofo holandés, todo existe en Dios y el Ser supremo no se fusiona ni con el mundo ni con la totalidad de sus manifestaciones. Spinoza mantiene la distinción de Dios como principio del ser y de la vida irreductible a cualquier entidad particular y el conjunto de modos infinitos y finitos.

Eso quiere decir que el Dios expresado por Baruch Spinoza, es una única sustancia infinita, eterna y autocausada de la que todo lo existente forma parte, sin ser un ser personal externo, sino la realidad inseparable de sí misma, que se expresa a través de sus infinitos atributos y modos, como el pensamiento y la extensión. Su Dios no interviene en los asuntos humanos ni premia ni castiga, sino que es la perfección inherente a todo lo que es, y conocerlo implica comprender la razón y las leyes de la naturaleza, no la fe ciega.

De la manera más simplificada, adorar al Dios de Baruch Spinoza es apreciar la belleza y la complejidad del universo y de la propia existencia, viviendo en armonía con las leyes naturales que son, en sí mismas, divinas. Él hubiera dicho lo siguiente:
¡Deja ya de estar rezando y dándote golpes en el pecho!
Lo que quiero que hagas es que salgas al mundo a disfrutar de tu vida.
Quiero que goces, que cantes, que te diviertas y que disfrutes de todo lo que he hecho para ti.
¡Deja ya de ir a esos templos lúgubres, oscuros y fríos que tú mismo construiste y que dices que son mi casa!
Mi casa está en las montañas, en los bosques, los ríos, los lagos, las playas. Ahí es en donde vivo y ahí expreso mi amor por ti.
¡Deja ya de culparme de tu vida miserable; yo nunca te dije que había nada mal en ti o que eras un pecador, o que tu sexualidad fuera algo malo!
El sexo es un regalo que te he dado y con el que puedes expresar tu amor, tu éxtasis, tu alegría. Así que no me culpes a mí por todo lo que te han hecho creer.
Deja ya de estar leyendo supuestas escrituras sagradas que nada tienen que ver conmigo. Si no puedes leerme en un amanecer, en un paisaje, en la mirada de tus amigos, en los ojos de tu pequeño hijo...
¡No vas a encontrarme en ningún libro!
Confía en mí y deja de pedirme. ¿Me vas a decir a mí como hacer mi trabajo?
Deja de tenerme tanto miedo. Yo no te juzgo, no te crítico, no me enojo, no me molesto, no castigo. Yo soy puro amor.
Deja de pedirme perdón, no hay nada que perdonar. Si yo te hice... yo te llené de pasiones, de limitaciones, de placeres, de sentimientos, de necesidades, de incoherencias... de libre albedrío ¿Cómo puedo culparte si respondes a algo que yo puse en ti? ¿Cómo puedo castigarte por ser como eres, si yo soy el que te hice? ¿Crees que podría yo crear un lugar para quemar a todos mis hijos que se porten mal, por el resto de la eternidad?
¿Qué clase de dios puede hacer eso?
Olvídate de cualquier tipo de mandamientos, de cualquier tipo de leyes; esas son artimañas para manipularte, para controlarte, que solo crean culpa en ti.
Respeta a tus semejantes y no hagas lo que no quieras para ti. Lo único que te pido es que pongas atención en tu vida, que tu estado de alerta sea tu guía.
Amado mío, esta vida no es una prueba, ni un escalón, ni un paso en el camino, ni un ensayo, ni un preludio hacia el paraíso. Esta vida es lo único que hay aquí y ahora y lo único que necesitas.
Te he hecho absolutamente libre, no hay premios ni castigos, no hay pecados ni virtudes, nadie lleva un marcador, nadie lleva un registro.
Eres absolutamente libre para crear en tu vida un cielo o un infierno.
No te podría decir si hay algo después de esta vida, pero te puedo dar un consejo. Vive como si no lo hubiera. Como si esta fuera tu única oportunidad de disfrutar, de amar, de existir.
Así, si no hay nada, pues habrás disfrutado de la oportunidad que te di. Y si lo hay, ten por seguro que no te voy a preguntar si te portaste bien o mal, te voy a preguntar ¿Te gustó? ¿Te divertiste? ¿Qué fue lo que más disfrutaste? ¿Qué aprendiste?...
Deja de creer en mí de la misma manera. Creer es suponer, adivinar, imaginar. Yo no quiero que creas en mí así, quiero que me sientas en ti. Quiero que me sientas en ti cuando besas a tu amada, cuando arropas a tus hijos, cuando acaricias a tu mascota cuando te bañas en el mar.
Deja de alabarme, ¿qué clase de Dios ególatra crees que soy?
Me aburre que me alaben, me harta que me agradezcan. ¿Te sientes agradecido? Demuéstralo cuidando de ti, de tu salud, de tus relaciones, del mundo. ¿Te sientes mirado, sobrecogido?...
¡Expresa tu alegría! Esa es la forma de alabarme.
Deja de complicarte las cosas y de repetir lo que te han enseñado acerca de mí.
Lo único seguro es que estás aquí, que estás vivo, que disfrutes de este mundo está lleno de maravillas.
¿Para qué necesitas más milagros? ¿Para qué tantas explicaciones?
No me busques afuera, no me encontrarás. Búscame dentro... ahí estoy, latiendo en ti.
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