Este es sin duda alguna, uno de los grandes enigmas del Océano, uno tan particular y aterrador que hace pensar que lo ocurrido pudo haber sido un relato más de las obras literarias de Horror Cósmico del maestro del Horror Howard Phillips Lovecraft, incluso hasta puede que lo que realmente ocurrió fue que las mismas criaturas de sus historias salieron al mundo real para atormentar a un hombre que se encontraba en el mar. Conocerás aquí la grandiosa y misteriosa odisea de un sujeto que se vio acechado por algo fuera de lo común, algo tan aterrador y desconocido como las profundidades del mismo Océano.

Isidoro Arias, un hombre español alegre y extrovertido conocido como un buen amigo, era además empresario, piloto de aviones y marino profesional que dedicaba su tiempo al transporte de veleros por el Atlántico. Fue un excelente marino andaluz y cuando cumplió cuarenta y nueve años en el 2001, decidió cumplir uno de sus mayores sueños: dar la vuelta al mundo en solitario en su pequeña embarcación, un velero Swan 44 al que había bautizado con el nombre de Islero. Estaba patrocinado por la Junta de Andalucía, que aportaba un pequeño capital, pero no dispuso de dinero para velas nuevas, revisiones y cabuyería de última generación.

Su única compañía sería el mar y el viento, así que puso rumbo a cumplir su sueño, no sin antes prepararse para ello. Estudió las rutas marítimas, los puertos en donde atracar fuese más seguro, las corrientes, el viento, las previsiones meteorológicas, etc. Zarpó el domingo 28 de octubre del año 2001 de Puerto Marina, en Benalmádena, Málaga, España, a las 11:00 horas. Mediante un teléfono vía satelital y su página web en internet, se mantenía en contacto en casi todo momento con sus familiares, amigos y seguidores de la aventura.

La primera parte de su aventura empezó con paradas en Las Palmas y St Martin. Sin embargo, atravesando el Mar Caribe tuvo tiempo revuelto que, según contó al llegar a Panamá, lo enfureció, pues no lograba que el barco mantuviese el rumbo trazado por culpa de olas que le llegaban de varias direcciones. En las Islas Galápagos trató de reparar el piloto automático, pero no hubo forma. Por ello, tuvo que navegar las 4.000 millas náuticas (7.408 kilómetros) que le separaban de Tahiti gobernando a mano, dando cabezadas y desgastando mucho su físico. Luego anunció que zarpaba para el norte de Australia, y que atravesaría el estrecho de Torres, para bajar después el Océano Índico hasta el cabo de Buena Esperanza.

Sin embargo, embarrancó en el Estrecho y estuvo a punto de perder el barco. Pero logró salir de la situación gracias a los guardacostas. Se encontraba agotado, pero aseguró que iba a continuar. Se detuvo en Durban, Sudáfrica, y su contacto se notaba preocupado, algo normal cuando se debe atravesar el cabo de Buena Esperanza, donde la corriente de Agujas se opone a las olas del Oeste, provocando corrientes contrarias de seis nudos, que levantan olas perpendiculares muy grandes. A partir de aquí la cosa se complicó e Isidoro entró en un estado de excitación por el devenir de su travesía. Sería a su regreso, casi concluido el largo viaje a pocas semanas, cuando su familia comenzó a recibir una serie de inquietantes mensajes.

El sábado 22 de marzo del año 2003, Isidoro dijo en dos ocasiones, una mediante vía telefónica y otra por internet, haber pasado toda la noche arreglando el motor del barco acompañado de fuertes vientos y un cielo completamente encapotado. Él temía quedarse incomunicado, pues si no lo arreglaba, no podría generar electricidad para mantener operativos el teléfono y la laptop. Mientras lo hacía, comentó la presencia de una ballena junto a su cría que llevaba navegando a su lado por un largo rato, además de extraños sonidos provocados o salidos del mar durante las últimas noches. Isidoro Arias era un marino deportivo muy experimentado, con miles de millas náuticas registradas; no sería la primera vez que viese a un cetáceo. La particular compañía lo perturbaba un poco, pero ¿Cuál era la razón de ello? Había algo raro en su comportamiento, como si lo vigilaran o lo estuvieran siguiendo.

A unas 300 millas náuticas (555 kilómetros) de la isla de Santa Elena, en latitud 020º 04′ S – longitud 000º 08′ W, fue la última posición reportada el martes 25 de marzo del 2003. Su hijo, Mario Arias, muy preocupado, llamó a su padre tras recibir un correo electrónico muy corto pero que, según él, entrelíneas decía muchas cosas. La voz de su padre sonaba errática y paranoica, asegurándole que, en palabras suyas: "un grupo de seres perturbadores comenzaron a salir del mar durante las pasadas noches, y subían al Islero. Pequeñas figuras casi humanas que se movían con movimientos irreales como si sus articulaciones fueran diferentes, más frágiles pero rápidas en reacciones. Las criaturas balbuceaban entre ellas como si de un tipo de idioma único se tratase, como si hablaran o discutieran en voz baja."

Cada mañana siguiente a los sucesos, Isidoro encontraba herramientas, objetos, sogas e instrumentos, latas de comida, ropa y calzados cambiados de lugar, no estaban en el mismo sitio en donde él los había colocado. Isidoro temía que no solo lo estuvieran vigilando sino que también intentaran sabotear su velero parte por parte, hasta el punto que durante el día, alguno de ellos pudiera estar con él en la embarcación.

El navegante además, estaba en ese punto seguro que esas ballenas que lo acompañaban a pocos metros no se trataban de cetáceos sino de una amenaza proveniente desde las profundidades más oscuras del Océano, algo mucho más inteligente y amenazador que acechaba debajo de las olas y que no catalogaría inclusive como un animal conocido por el hombre.

Tras aquella última comunicación, los demás familiares de Isidoro intentaron ponerse en contacto con él sin éxito. Tras ver que no había respuesta alguna a sus llamadas, pese a tener el teléfono encendido y recibir señal del mismo, decidieron pedir ayuda a Rafael del Castillo, amigo de la familia y coordinador de la rueda de navegantes, quien no tardó en llamar por radio a los barcos de las proximidades para pedir ayuda. Los días siguientes la familia insistió, intentando contactar con él por vía internet, telefónica o radio, pero no hubo señal de Isidoro por ninguna de las tres vías. Pasado un tiempo, se dio la alarma al Centro Nacional de Coordinación de Salvamento, además de avisar a Reino Unido (pues Santa Elena es colonia británica), a la isla de Ascensión, Namibia, Angola y Suráfrica, los países más cercanos a la última ubicación reportada.

Cuando ya parecía que iba a ser una desaparición sin rastro alguno, el barco fue localizado por un pesquero francés de nombre Fresco, 38 días después del último comunicado, el viernes 2 de mayo de 2003. Este se encontraba en las cercanías del Golfo de Guinea. Su único tripulante, Isidoro Arias, no estaba a bordo. El velero fue remolcado al puerto de Abidjan, en Costa de Marfil, donde el Cónsul Español no tardó en acudir para inspeccionarlo. Al abordarlo, una vez en tierra firme, comprobaron que faltaba la embarcación auxiliar, una lancha zodiac, pero el motor de la misma se encontraba a bordo. Todo lo demás parecía estar en orden. No había sangre ni signos de lucha y todo el equipo y enseres estaban en perfecto estado.

En el interior del camarote también se encontró la documentación completa del desaparecido, incluyendo su cuaderno de bitácora, que había registrado sus días en el mar y en su última entrada, que había escrito con letra temblorosa y desordenada, decía: "Algo está subiendo por el casco del velero... Ya no puedo más." ¿Qué eran esos pequeños seres antropomorfos que según Isidoro abordaron su barco en más de una ocasión? Según el navegante en sus anotaciones, los pequeños intrusos tenían sus cuerpos deformes y medían entre 90 centímetros y metro y medio de altura, sus rostros se asemejaban a los peces pero tenían grandes ojos completamente negros, tenían la piel viscosa y parecían ser sirenas sin cola, eran humanoides pero sin parecerse a ningún animal conocido.

También indicaba por qué lo perturbaba la presencia de los cetáceos, y es que en sus notas escribió: "Pensé que eran ballenas pero no lo son... Lo que se asoma en la superficie se trata de un tipo de lomo de algo mucho, mucho más grande. Estoy seguro que me vigilan y lo peor es que son dos, uno más grande que el otro."

Para aquel entonces, muchas cosas se dijeron en la prensa; desde que había enloquecido por el aislamiento en el mar o que el sol le había dañado el cerebro, hasta se habló de que podría haber contraído malaria y esta estuviese ya en fase muy avanzada, haciéndole ver cosas que no eran reales. También se barajó la idea de que la comida tuviese la bacteria del botulismo, que puede provocar parálisis muscular, pero se comprobó que la comida a bordo del velero estaba en perfecto estado. Además, la bacteria del botulismo, que en la inmensa mayoría de las veces se encuentra en la comida en conservas mal enlatada, mata al infectado en muy pocas horas si no recibe atención médica, no hace que vea alucinaciones; en muchos casos documentados, la aparición de barcos fantasma con toda su tripulación muerta ha tenido la causa esta mortal bacteria. Queda descartada la posibilidad de que estuviera ebrio o muy enfermo, ya que tuvo la suficiente habilidad como para realizar las maniobras necesarias para abandonar el barco con éxito, pero, ¿Por qué motivo? "Nadie abandona la seguridad de su barco en una pequeña embarcación auxiliar, a no ser que haya algo que te obligue a hacerlo."

¿Abandonó el velero en la lancha zodiac sin motor a la espera de que aquellos extraños seres dejasen la cubierta? ¿Podrían las corrientes marinas haber distanciado ambas embarcaciones y al no tener la lancha zodiac el motor haber perdido el Islero? ¿Es posible que esos seres humanoides de baja estatura estuviesen subiendo a bordo de su barco para dañarlo a él y a su barco?

Desde que el hecho ocurrió, no han parado de salir teorías sobre qué realmente pasó y que eran esas criaturas, incluyendo las supuestas ballenas. Ahora bien, muchos tienen la certeza exacta de que aquellos cetáceos que acompañaban a Isidoro Arias de cerca se trataban ni más ni menos que de Padre Dagón, la deidad principal de Los Profundos y uno de los principales Primigenios del agua. Dagón era originalmente un dios asirio-babilónico de la fertilidad que se convirtió en una de las principales deidades semíticas del noroeste de Oriente Próximo. Al parecer, era un protector del grano (como símbolo de la fertilidad) y del pescado y/o la pesca (como símbolo de multiplicación). Era adorado por los primeros amorreos y los habitantes de las ciudades de Ebla (actual Tell Mardikh, Siria) y Ugarit (la moderna Ras Shamra, Siria, que fue una antigua ciudad cercana al Mediterráneo que contenía una gran variedad de escritos antiguos y pre-judeo-cristianos en sus santuarios).

Dagón era también un miembro principal, o tal vez la cabeza del panteón de los filisteos. Según la novela The Shadow over Innsmouth (La Sombra sombre Innsmouth) escrito por el mencionado Lovecraft en el año 1931, Dagón vive en el fondo del mar acompañado de su cónyuge, la Madre Hydra. La aparición más destacada de esta entidad se da en el relato corto Dagón, en el que se describe la persecución del monstruo a un pobre marinero llamado William Trafford, extraviado en el mar que entra en sus territorios.

Por otra parte, aquella otra figura que se encontraba a su lado, se trata de la mencionada Madre Hydra, su cónyuge.

Ahora hablemos de las pequeñas criaturas que quisieron sabotear o dañar a Isidoro Arias. Se trata de Los Profundos, criaturas anfibias de agua salada con forma similar a la humana, pero sus cabezas parecen de pez, con unos grandes ojos saltones sin párpados, agallas palpitantes en torno al cuello y manos palmeadas que forman zarpas. Son de color gris verdoso, con el vientre blanquecino y la mayoría tiene piel resbaladiza y su espalda jorobada está cubierta de escamas. Solían andar de forma irregular, a veces erguidos y a veces en cuatro patas. Suelen tener una voz gutural.
Según la mencionada novela The Shadow over Innsmouth (La Sombra sombre Innsmouth), se indica que Los profundos tienen una gran esperanza de vida, tanto que se piensa que no pueden morir por envejecimiento. De hecho, los individuos de edad más avanzada se vuelven más grandes y más poderosos, aunque a costa de perder la capacidad de vivir en tierra. Suelen buscar el contacto con pequeñas poblaciones costeras, a los que ofrecen riquezas a cambio, primero de sacrificios y posteriormente de que se apareen con ellos. Los hijos nacerán humanos, pero al crecer van transformándose progresivamente en profundos, proceso que normalmente culmina al llegar a la mediana edad. Estos híbridos suelen caracterizarse por poseer el llamado aspecto de Innsmouth, que los hace asemejarse facialmente a peces o anfibios.

Muchas son las preguntas que pueden haber sobre el caso en cuestión pero lo más importante es que Isidoro Arias desapareció ese día en el Golfo de Guinea y nunca más fue encontrado de nuevo, su caso actualmente sigue abierto.

"Debió pasar mucho terror porque no hay nada más oscuro que la noche en alta mar, y no existe mayor soledad que la que se percibe en la inmensidad del horizonte infinito del mar."