lunes, 2 de septiembre de 2019

El crimen de Claudia Mijangos - La Hiena de Querétaro

ANTES DE COMENZAR A LEER LES INDICO QUE LA SIGUIENTE ENTRADA CONTIENE CIERTAS IMÁGENES CRUDAS QUE PUEDE AFECTAR LA SENSIBILIDAD DEL LECTOR POR SU TEMÁTICA. SE RECOMIENDA DISCRECIÓN.


Claudia Mijangos Azrac nació el 26 de mayo de 1956, en la ciudad de Mazatlán, Sinaloa, México. Hija de Antonio Mijangos Ruiz y María del Carmen Arzac. Claudia se crió en una familia funcional de clase media. En su infancia, Claudia era una niña sociable, amigable, popular entre sus amigas, poco brillante en la escuela y con un carácter rebelde. En su juventud, fue nombrada Reina de Belleza de Mazatlán. Después de graduarse en comercio, se casó a los 21 años con Alfredo Castaños Gutiérrez, con quien mantenía un noviazgo desde los 19. Tuvieron tres hijos: Claudia María Castaños Mijangos (1978-1989), Ana Belén Castaños Mijangos (1980-1989) y Alfredo Antonio Castaños Mijangos (1983-1989).


Su padre Antonio falleció en el año 1983 de un paro cerebrovascular. Era una persona sensible, dedicado al trabajo, necio, indeciso y hasta débil de carácter. La Madre, María del Carmen murió en 1988 y era una persona dominante, autoritaria, agresiva, cerrada en sus creencias, fanática de la religión, con escasa capacidad de discernimiento y ofrecía una mínima posibilidad de contacto afectivo con sus hijos.


Después de la muerte de sus padres, la familia heredó una cantidad considerable de dinero y se mudó a la ciudad de Querétaro, un pequeño estado en la zona norte central de México. Allí, en Santiago de Querétaro, los tres niños fueron matriculados en la escuela católica Colegio Fray Luis de León, una escuela de frailes agustinos dirigida por el sacerdote Rigoberto Castellano. Claudia inició en el Instituto Tecnológico de Querétaro tomando la carrera de mecánica. Al terminar, la mujer comenzó a dar clases de ética y trabajar como maestra de catecismo, llamadas internamente "madres catequistas" en la escuela católica en donde estudiaban sus hijos, obsesionándose poco a poco con el padre Ramón, un maestro de la escuela. Además, Claudia abrió una tienda de moda en el centro.


A fines de la década de 1980, Claudia y su esposo Alfredo comenzaron a desarrollar problemas matrimoniales. Ella comenzó a mostrar signos de inestabilidad emocional, según familiares y amigos. La pareja asistió a terapia de pareja con el Dr. Jaime Flores de Instinto Asesino, un programa de televisión en Discovery Channel. El Dr. Flores afirmó que la lucha de poder aparente dentro del matrimonio era irreconciliable. Claudia y Alfredo se separaron en 1989.


Para esa fecha, Claudia, de 33 años de edad, comenzó a experimentar ataques psicóticos severos que incluían alucinaciones relacionadas con ángeles y demonios. Según los informes médicos, decía incoherencias que terminaban en ataques, que dejaban a la mujer psicológicamente descompuesta.


El 23 de abril de 1989, Alfredo recogió a los niños de la escuela y pasó toda la tarde con ellos. Luego, los llevó a la casa de Claudia, en la casa número 408 de la calle Hacienda del Vegil, en la colonia Jardines de la Hacienda. Allí él y Claudia entablaron una intensa discusión, donde la interrogó sobre el padre Ramón y le manifestó su deseo de volver a estar juntos. Furiosa, Claudia defendió al padre Ramón y rechazó el deseo de Alfredo de reavivar su relación. Antes de irse, Claudia lo amenazó diciendo que lo lamentaría.  Después de cerrar la puerta detrás de él, Claudia subió a meter a sus hijos en la cama y se fue a dormir.


Unas horas después, el 24 de abril de 1989, alrededor de las 4 de la mañana, Claudia Mijangos se despertó de golpe. Las voces en su cabeza eran tan fuertes que habían interrumpido su sueño. Ella dijo que las voces le dijeron que Mazatlán había desaparecido y que "todo Querétaro era un espíritu". Desesperada, Claudia llamó a su amiga Verónica Vázquez, quien, al no entender nada, le pidió que se calmara. Verónica prometió ir temprano por la mañana para ayudarla. Después de la llamada, Claudia se levantó de la cama, se puso un vestido blanco, fue a la cocina y tomó tres cuchillos mientras sus hijos aún dormían tranquilamente.


A las 5 de la mañana, Claudia despertó a su hijo Alfredo de 6 años y lo atacó con un cuchillo. Apoyándose en la cama del niño, ella lo tomó de la mano izquierda y a nivel de la articulación de la muñeca le ocasionó la primera herida. El niño, al sentirse herido, realizó un movimiento instintivo de protección, pero su madre siguió cortando; lo hizo con tal frenesí que le amputó por completo la mano izquierda.  El niño gritaba de dolor y terror, momento en el cual, la hermana mayor despertó. Claudia Maria, de 11 años, llegó a la habitación y le rogó a su madre que se detuviera. 


La madre cambió de cuchillo y se abalanzó sobre su hija mayor, a quien apuñaló seis veces. Herida de muerte y con los pulmones perforados, la niña aún alcanzó a salir de la habitación, tratando de protegerse y, en voz alta y temblorosa le suplicó piedad a su madre. Los alaridos de dolor y desesperación fueron tan fuertes que los vecinos se despertaron. 


Claudia tomó entonces el tercer cuchillo y apuñaló en el corazón a su hija menor Ana Belén, de nueve años, quien no opuso mucha resistencia. Claudia corrió escaleras abajo, buscando a Claudia Maria, que se había desmayado boca arriba  sobre el piso que dividía la sala del comedor. Volvió a apuñalarla. Luego la arrastró hacia la planta alta y colocó su cuerpo inerte en la habitación principal.


La primera persona que fue testigo presencial del horrible crimen fue Verónica Vázquez, la amiga de Claudia, quien asistió a la vivienda tal como había dicho. Al darse cuenta de lo ocurrido, llamó de inmediato a la policía, donde miembros policiales llegaron rápidamente. El piso de la sala y las escaleras que iban hacia la planta alta estaban manchados de sangre, al igual que el pasillo entre la habitación principal, la habitación de Alfredo, la habitación de las niñas y el baño.


Los investigadores afirmaron que por lo menos había 10 litros de sangre distribuidos por la casa. La puerta de la habitación estaba entreabierta y el cuadro que se ofrecía a los ojos era aterrador: sobre la cama King Size se encontraban los cuerpos sin vida de los tres niños de la familia Castaños Mijangos, cubiertos con una sábana de color naranja con vivos blancos, colocados uno sobre otro. 


A un lado de los niños se encontraba una mujer, con su ropa manchadas de sangre, con los ojos entreabiertos. En la esquina de la habitación, sobre un sillón, se encontraban dos cuchillos de cocina, uno de 40 centímetros y el otro de 33 centímetros, ambos con mangos de madera en color café, totalmente limpios. Un tercer cuchillo de 31 centímetros se halló en la habitación de las niñas, caído sobre la alfombra y lleno de sangre desde la punta hacia la parte media de la hoja. 


Los policías que respondieron al llamado de ayuda esa mañana pensaron primero que la mujer también estaba muerta, porque su ropa y sus manos estaban llenas de sangre, pero después el comandante Adolfo Durán Aguilar, uno de los oficiales que entró a revisar la casa, le buscó el pulso en el cuello, y se dio cuenta de que todavía estaba viva. Llamaron a la Cruz Roja y enseguida los socorristas llegaron, pusieron a Claudia Mijangos en una camilla y la trasladaron al hospital del Instituto Mexicano del Seguro Social, mientras que los cuerpos sin vida de los tres pequeños fueron llevados al Servicio Médico Forense. La mujer se encontraba en estado de shock.


Durante varias semanas, la prensa local reportó lo ocurrido. Mijangos fue interrogada y, según narraron en aquella época, no recordaba lo ocurrido y parecía desconocer el destino final de sus hijos, creyendo que se encontraban estudiando. Según el interrogatorio, la mujer estaba muerta en vida, y deliraba diciendo que sus hijos dormían y ella debía preparar el desayuno. La sociedad queretana pedía que Claudia Mijangos fuera sentenciada, pero tras las investigaciones se apreciaron los problemas psicológicos que la mujer presentaba, por lo que se determinó, tras algunos estudios  neurológicos y evaluada por el psiquiatra Armando Fonseca, que en el momento de la tragedia Claudia Mijangos no se encontraba en buen estado de salud mental-emocional y fue diagnosticada con trastorno esquizoafectivo y epilepsia del lóbulo temporal, que son los que controlan las emociones. 


Mijangos apuñaló a sus tres hijos hasta la muerte declarando que fue obligada por una entidad diabólica que la poseía. Mencionó que las voces que escuchó en su cabeza le ordenaron que atacara sin piedad a sus hijos hasta dejarlos sin vida con cuchillos diferentes, uno por cada hijo. Claudia acusó al sacerdote conocido como el padre Ramón, hombre de quien se enamoró y obsesionó, catalogándolo de "demoníaco", de manipular su mente para ordenarle su divorcio y ocasionar, de manera no directa, la muerte sus hijos. Al parecer, ellos tenían una relación pero esto nunca fue confirmado por la escuela católica. Algunas versiones confirmaban la relación, por lo que la Arquidiócesis de Querétaro tramitó el cambio del padre Ramón.


Se le dio una condena por tres cargos de asesinatos con relación ingravescente por consanguinidad (filicidio) de 30 años de prisión (pena mínima por tal crimen en México), el 10 de septiembre de 1991, siendo recluida en el anexo psiquiátrico del Centro Femenil de Readaptación Social de Tepepan, al sur de la Ciudad de México. 


Años después de lo ocurrido, con la suma de investigaciones y declaraciones, el padre Rigoberto, quien era director de la escuela en ese entonces, confirmó el romance que sostuvo el padre Ramón y Claudia Mijangos. Manifestó que Claudia estaba perdidamente enamorada del padre Ramón, sin embargo, él la dejó, pues le pesaba la traición a los votos que había hecho cuando se ordenó como sacerdote. "Ella no lo soportó. Seguía buscándolo y fue cuando comenzó el trámite de su divorcio." Justo después de ese momento comenzó a decir que escuchaba voces, que eran ángeles que le decían que tenían que estar juntos. "Ella nunca perdió la esperanza de estar con el padre Ramón", reconoció el padre Rigoberto.


La tragedia pronto se fue convirtiendo en leyenda local y, con el pasar del tiempo, medios de comunicación dieron micrófonos a supuestos investigadores de lo paranormal, quienes aseguran que la vivienda estaba "embrujada", pero los vecinos indicaron que no era así. Entre ellas, destaca la investigación que Discovery Channel realizó para la reconstrucción de lo ocurrido, bajo el título "La Hiena de Querétaro". Otra de menor veracidad fue la realizada por el parapsicólogo Carlos Trejo y el programa de televisión paranormal mexicano, Extranormal.


El 24 de abril de 2019, a las 11 am, Claudia, con 63 años de edad, fue puesta en libertad, luego de 28 años recluida. El magistrado presidente del Tribunal Superior de Justicia de Querétaro, José Antonio Ortega Cerbón, informó que Claudia Mijangos tendrá que estar en constante vigilancia pues no puede descuidar su medicación, dado su estado de salud mental. Incluso, la mujer podrá recuperar sus bienes, aunque todo bajo la vigilancia de un tutor, aunque se sabe que Jessica, la hermana de Claudia, la recogió, argumentando que la declararan mentalmente inestable para poder internarla en una clínica psiquiátrica. 


¿Algún trastorno mental o un verídico y poco creíble caso de posesión? Todo es posible en nuestro basto mundo. 

1 comentario:

  1. Hola Nathan, gusto saludarte.¡Gracias por comentar! Tengo entendido que el corte de las muñecas no es certero del todo, pero gracias por mencionarlo, muy útil el dato. ¡Saludos!

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