sábado, 15 de julio de 2017

Las leyendas más conocidas de Costa Rica

Leyendas, esos relatos que contienen hechos sobrenaturales y fantásticos que forman parte de la costumbre de cada región de un país. Esas narraciones simbolizan un rico contenido cultural que se transmiten de generación a generación ofreciendo una enseñanza y lección a sus oyentes y situándose entre el mito y alguna situación real. Costa Rica es un país rico en índices ambientales, democráticos, de seguridad, igualdad, salud y educación, que cuenta con leyendas típicas que se clasifican en tres grupos: las leyendas de la religión; que cuentan historias con fuerte influencia religiosa, las leyendas de la tierra; que narran hechos que acontecieron en algunos lugares, y las leyenda de la magia; que se centran en las manifestaciones de espantos. Ésta entrada se enfocara particularmente en las leyendas de la magia más conocidas de Costa Rica.


La Cegua

También conocida como Segua, es un ser espectral materializada con forma de atractiva mujer. Se cuenta que es morena, con rostro ovalado, ojos grandes y de color negro, cabello largo y rizado de color castaño, labios gruesos y rojos, busto grande, con voz delicada y cuerpo con curvas pronunciadas. Su vestimenta varía según la ocasión, siendo un vestido negro generalmente, los días festivos se aparece con un vestido blanco o con un vestido rosado cuando hay algún baile o fiesta en los pueblos cercanos. Se cuenta que todos los vestidos son transparentes, dejando ver su cuerpo semi desnudo.


Se aparece por las noches en los caminos solitarios a los hombres infieles, mujeriegos, que tienen malas intenciones o aquello que abandonan a su familia para beber licor, aunque también suele espantar a viajeros, por lo general turistas, que transitan por veredas despobladas.


Al encontrarse con un hombre y éste, al mostrar interés en ella y querer besarla, la atractiva muchacha da la cara, mostrando una horrible transformación, su cara a cambiado siendo ahora una calavera putrefacta de caballo, con ojos amarillos, un hocico cavernoso lleno de enormes dientes torcidos, un aliento podrido y pechos grandes colgando hasta las rodillas. El espectro se abalanza sobre su víctima mordiéndolo, relinchandole en la oreja o enseñando su cara para volverlo loco o matarlo de un susto.


Se dice que en la era colonial, era una hermosa mujer proveniente de la ciudad de Cartago, capital de Cantón, que lo que tenia de atractiva y hermosa lo tenía de orgullosa y desobediente. Ella no valoraba el esfuerzo de sus padres y los desobedecía y trataba muy mal por el hecho de ser pobres. Un día, un acaudalado mozo español transitó el área e invito a la mujer a un baile en su casa que se realizaría a los días siguientes. Su madre se opuso totalmente ya que el mozo tenía mala fama con el trato hacia las jóvenes, ante la negativa de su madre, la mujer llena de rabia blasfemó contra ella y lleno de ofensas e insultos su humilde hogar, hasta el punto de querer golpearla. 

La leyenda dice que desde las profundidades de la tierra una voz gruesa y profunda hablo y calmo la situación diciendo "Estarás maldita por el resto de los siglos por querer lastimar a quien te dio la vida mala mujer. Desde hoy todos los hombres se acercaran a ti pero huirán cuando vean el horrible ser en el que te convertirás". Se cuenta que la mujer comenzó a temblar de dolor y dar gritos similares al de un caballo, cuyas manos se convirtieron en cascos y su cabeza se transformo en la de un caballo, escapando rumbo al monte y no dejándose ver más por su madre.


El único modo de escapar de ella es mostrarle o arrojarle semillas de mostaza, ya que estas semillas son sagradas según el Evangelio de San Mateo (13:31-32). La Cegua dejara de perseguir a su víctima para detenerse a recoger y comer las semillas, pero como sus manos se convirtieron en cascos de caballo, debe de pasar el efecto de la transformación para hacerlo, lo cual dará el tiempo suficiente a la víctima para huir.


El Cadejo

Es un mítico, espectral y enorme perro negro con ojos rojos que se manifiesta para indicar o avisar que se ha realizado un pacto con el Diablo. En los tiempos de la Colonia, muchas plantaciones de los pueblos iban directo a la quiebra pero algunas, de la noche a la mañana, prosperaban en cultivo y producción. Se dice que el dueño y patrón de estas plantaciones habría ofrecido como sacrificio alguno de sus peones para realizar un pacto con el fin de que su propiedad tuviera éxito. Como resultado, El Cadejo aparecería para devorar el sacrificio ofrecido, culminando así el pacto de manera exitosa.


Luego, aparecería de vez en cuando en las plantaciones para verificar como va el producto del pacto o simplemente para devorar algún otro tributo ofrecido. En la era actual, se dice que se le aparece a aquellos que deambulan a altas horas de la noche, esos hombres inmorales o infieles.


Se dice que existe una contraparte de él, El Cadejo Blanco, un perro benigno de ojos azules que, al encontrarse con el negro, tienen encarnizados enfrentamientos. La gente cuenta que El Cadejo Blanco es un ente bueno que protege a las personas del El Cadejo Negro, además de combatir a los malos espíritus en el aire.



El Sacerdote sin Cabeza 

Es conocido también bajo los títulos El Padre, El Cura o El Fraile sin Cabeza. Es el espectro de un sacerdote católico vestido con su habitual hábito y sotana pero sin cabeza, que suele aparecerce en los caminos cercanos de las iglesias en las noches, provocando el pánico y el terror a aquellos que lo ven. 


Se cuenta que era un Padre de la época de la evangelización colonial que tenía malas costumbres, siendo mujeriego, avaro y descarado. Inició una relación con una mujer casada y tuvieron relaciones dentro de una iglesia. Se dice que también robo bienes ajenos y desenterro tesoros indígenas de las regiones de Perú y que lo alcanzó una maldición. A donde quiera que iba siempre lo perseguía situaciones extrañas y paranormales, por lo que fue acusado de ser un brujo, por lo que lo colgaron en una plaza local y luego el mismo pueblo decapitó.


Su aparición es debido a que aun continua buscando su cabeza. Dicen quienes lo han visto que se aparece en la oscuridad y comienza a dar un sermón, realizando el rito religioso de espaldas y al momento de dar la eucaristía, el cura se da la vuelta, dejando ver que le falta la cabeza. Éstos sermones mayormente lo reciben los pecadores. 

La Tulevieja

Es un fantasma femenino que es llamada así por llevar un enorme sombrero viejo llamado Tule, que tiene forma de plátano y hecho con las hojas de éste. Es descrita como una mujer robusta de baja estatura, cabello despeinado y descuidado, con prendas desgastadas y rotas enseñando sus enormes y erectos pechos tan cargados de leche materna que se desbordan, por lo que frecuentemente deja un rastro que siguen una gran cantidad de hormigas. Se le agregan características de aves de rapiña, ya que posee pequeñas pero poderosas alas de ave y, en lugar de piernas, posee patas con garras de águila en forma invertida, de modo que, al dejar marca, no puedan seguirla.


Se alimenta de carbones y ceniza de las fogatas recién apagadas de las fiestas en los pueblos o de las realizadas a mitad de los bosques. 

La leyenda cuenta que era la hija más joven del patrón de una finca y Constanza Mora era su nombre. José era un peón de la finca y hubo amor a primera vista, siendo José de mayor edad que ella. Constanza tenía 15 años y José 21. Las fiestas patronales decembrinas elevaron el romance de ambos jóvenes, quienes se veían a escondidas en los alrededores del pueblo de San Juan. En uno de los largos viajes del padre de la chica, Aureliano Mora, al viejo continente, nueve meses después el amor de ambos dio frutos. El capataz descubrió la relación de ambos jóvenes e informo a Don Aureliano al regresar de su viaje. Decepcionado del joven ayudante al que había colocado su confianza, lo mando a azotar, maldijo a su hija y a la criatura recién nacida, que era idéntico a él, y los desterró de sus tierras.

A merced de la suerte, José se hizo con una humilde y pequeña hectárea a las afueras del pueblo de San Juan que quedaba a las orillas del río Virilla, cerca de una zona llamada La Vuelta del Mono. José comenzó a sembrar en su parcela cacao y maíz, cuidando además a su mujer y su retoño. Empezó luego a trabajar para un adinerado famoso por sus hábitos de buen jugador conocido como Don Asunsión. Le ayudaba con los animales de su finca y la siembra en sus parcelas.

Constanza se dedicaba a cuidar al recién nacido pero su gran depresión no la dejaban amamantar al bebé, quien lloraba día y noche. Trataba de alimentarlo con leche de vaca pero no era el mejor alimento para el retoño, por lo que sus senos comenzaron a hincharse y a provocarle dolor. Al ser de baja estatura y tener ese sobrepeso, Constanza comenzo a jorobarse. Ya no era ni la sombra de la mujer elegante que era, ahora tenía el cabello descuidado y alborotado, su ropa ya no era de lino ni seda sino eran harapos sucios y llenos de restos del fogón.


José ya había perdido el interés en ella y ya no la buscaba para satisfacer las necesidades maritales. Él ahora prefería quedarse en la finca con sus labores o quedarse bebiendo con otros peones en el pueblo de San Juan.  

Un día, cansada de su situación y deprimida, Constanza como solía hacer esos días, se dirigió al río para lavar la ropa de su esposo e hijo, a quien metió en una canasta. Mientras lavaba y pensaba distraida, el agua del río subió y se llevo de la orilla la canasta con el bebé dentro. Al darse cuenta, Constanza corrio para rescatar la canasta pero ésta se alejo con rapidez por el río. Desesperada salio despavorida en busca de ayuda pero no había nadie cerca, gritaba pero nadie la escuchaba. 


Desconsolada se arrodillo junto al río, donde la consiguio su padre, Don Aureliano quien le dijo que venia de visita para ver a su nieto pero al no encontrarlo y escuchar por parte de su hija lo sucedido, le reclamo que no pudo cargar con esa gran responsabilidad. Constanza lo maldijo y lo culpo de todas sus desgracias pero de él solo recibió una bofetada como respuesta y éstas palabras "Tendrás la agilidad de una ave para buscar a tu hijo y la dicha de poder alimentarlo, más Dios te ha quitado este privilegio y yo mi bendición".

José hambriento y cansado llego a la casa en la noche encontrando a su mujer, quien le contó todo lo sucedido. Ambos salieron en búsqueda de su hijo sin saber cual había sido su destino. Llegaron al pueblo vecino en donde el río se parte en dos pero nadie sabía sobre una canasta con un bebé dentro. El amanecer los sorprendió sin poder encontrar alguna pista sobre el recién nacido. La pareja triste se dispuso a regresar a su hogar sin más que hacer por el momento. A los pocos días, José abandono su hogar y a su mujer.


La poca cordura que le quedaba a Constanza la hizo irse al bosque a vivir como ermitaña, lejos de todos. Se cuenta que durante las noches se comenzaron a producir cambios en ella, desde el temor por estar sola en el bosque, aturdida por el abandono, el dolor fuerte de sus pechos duros al no poder amamantar y la horrible perdida de su hijo. Sus pezones comenzaron a emanar leche espesa, con grumos y un poco de sangre, con un color amarillento como la pus.


Cada noche era peor hasta que su rostro se deformo por sus facciones acostumbradas a llorar, sus piernas se convirtieron en patas con garras de águila, creciendole plumas en su espalda jorobada y un par de alas. El dolor de su pecho, entre el dolor de sus pezones y la perdida de su hijo hizo que se hiciera trizas la ropa. Cumpliendose así la maldición se  su padre. Poco después se supo que en algún pueblo vecino del norte, se encontró una canasta con un bebé dentro sin vida que tenía su pequeño rostro desfigurado con graves arañazos de un animal grande.

Por las noches, en la actualidad, se dice que se escuchan graznidos espantosos y aleteos montaña adentro que aseguran que pertenecen a La Tulevieja desesperada por encontrar a su hijo y que aun lleva en su alma el dolor de sus inflamados pechos chorreantes de leche. Convertida en un alma en pena, persigue y asusta además a los hombres lujuriosos que son atraídos por sus voluminosos pechos. El sonido del llanto de los niños la a llevado a atravesar el bosque y llegar a las ciudades, visitando en la oscuridad de las noches las casas en donde habite algún infante para ver si es su hijo desaparecido y poder alimentarlo.


Para liberarse de un encuentro con ella, se debe de rezar la oración Alabado sea el Santísimo, ya que al escucharla, La Tulevieja abriría sus alas y alzaría su vuelo perdiéndose entre la oscuridad.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario