miércoles, 18 de abril de 2018

George Shufelt y la gran Ciudad de la Gente Lagarto

Muchos consideran lo siguiente que leerán como una leyenda urbana, pero al parecer es todo es muy cierto...


A principios del año 1933, en Los Ángeles, EE.UU., un ingeniero geofísico nacido en 1886 llamado George Warren Shufelt estaba inspeccionando el área en busca de yacimientos de petróleo, oro y otros materiales valiosos, usando un nuevo dispositivo que él había inventado, una máquina de rayos X de radio, como él la llamaba, que se trataba de una herramienta sensible a los depósitos de metales preciosos debajo de la tierra. Un día, Shufelt quedó perplejo cuando tomaba lecturas cerca del centro de Los Ángeles, sus instrumentos le mostraron lo que parecía ser un patrón de túneles. Rápidamente, procedió a dibujar, en piel de carnero, un mapa del sistema de túneles que su máquina detectaba.


De inmediato contactó al abogado Rex McCreery, el cual logró obtener un permiso de la Junta de Supervisores del Condado de Los Ángeles para excavar encima de Fort Moore Hill, en los terrenos de la antigua Mansión Banning. También contactó a Ray Martínez, un hombre de la zona conocido por poseer un antiguo mapa del tesoro que quizás pudiera estar relacionado al mapa dibujado.


El 10 de marzo, un terremoto de 6,3 sacudió la ciudad, matando a 120 personas y causando daños por un valor de 45 millones de dólares aproximadamente. La búsqueda del tesoro fue olvidada con artículos sobre los muertos, la destrucción y el caos. 


El 27 de marzo expiró el permiso de excavación, por lo que Shufelt y sus compañeros desistieron. Pero Shufelt se interesó nuevamente en la excavación luego de escuchar directamente "La Leyenda del Pueblo Lagarto", del jefe de los indios Hopi, Pequeño Jefe Hoja Verde. 


Los indios Hopi, que significa “pacífico” o “gente civilizada”,  son una de las más antiguas tribus de nativos americanos en Estados Unidos, cuyos orígenes datarían del año 1050. Viven en el estado de Arizona y tienen una reserva en la zona suroeste del país. Su lengua hablada es una derivación del náhuatl.


Según la historia, hace cuatro o cinco mil años, un grupo de nativos americanos conocidos como el “Pueblo del Lagarto” comenzó a hacer un laberinto de túneles subterráneos. Se estaban preparando para el apocalipsis que se acercaba, evento que se imaginaban vendría como una gran lluvia de rocas de fuego que envolverían la Tierra. 


Dentro de la corteza terrestre estarían a salvo y, como muestra de ello, enterraron profundamente en antecámaras de túneles subterráneos, los registros de la historia de la humanidad, grabados en tablas de oro gigantes, que estarían resguardadas por “criaturas que volaban sobre escudos".


Con esa valiosa e interesante información, Shufelt, ésta vez en solitario, volvió a solicitar un permiso de excavación en enero de 1934. El propio Shufelt llegó a afirmar que su máquina había señalado la ubicación de esas galerías y tablas de oro, un día antes del terremoto. Shufelt obtuvo el permiso para tan curiosa propuesta de excavación, después de convencer a la Junta de Supervisores del Condado. 


Dicha noticia fue recogida por el diario de Los Ángeles Times del 29 de Enero de 1934, firmada por Jean Bosquet, decía: "Encontrada una ciudad- catacumbas de gente lagarto". El artículo estaba acompañado por el mapa dibujado a mano por Shufelt que albergaba desde la Biblioteca Pública de la ciudad hasta Monte Washington y desde Pasadena hasta la zona sudoeste, y una representación artística de los hombres lagarto. La historia era noticia en todos los medios nacionales, siendo para algunos un método para llamar la atención, una alocada mentira y hasta una verdad que podría significar la explicación de la raza humana.


En el mes de febrero, la excavación alcanzó más de 106 metros de profundidad, encontrando cosas de gran curiosidad. El hallazgo más importante fueron las 37 hermosas, enormes y magníficas hojas planchadas en oro (de 1 metro de largo y 35 centímetros de ancho) con lados y extremos perfectos, teniendo unas impresionantes inscripciones no pertenecientes a ningún tipo de escritura humana. 


Además de las tablas, se encontró el mencionado sistema de túneles que recorrían 30 kilómetros bajo tierra, en donde se descubrieron objetos que parecían no ser terrestres, estatuas y joyería catalogada como alienígena. Las tablas fueron fotografiadas, pero rápidamente fueron ocultadas del público.


El 5 de marzo, los pozos realizados como parte de la excavación fueron apresuradamente rellenados, dando como motivo que el contrato con la ciudad de Los Ángeles fue revocado. De manera increíble, no se volvió a emitir ningún comunicado sobre el estatus del proyecto y varios planes federales comenzaron a establecerse en la zona donde antes se había realizado las excavaciones. El desarrollo de una zona de edificios federales y estatales del condado en la zona antes mencionada anularon totalmente las posibilidades de futuras excavaciones que pudiesen autorizarse en en el lugar.


A finales del año 1946, unas declaraciones de la Cámara de Comercio de Los Ángeles indicaron que "el laberinto de túneles nunca existió y toda la información surgida fue falsa". Estos aseguraron que el acuerdo realizado entre Shufelt y su equipo con el condado, dividía las ganancias en un 50-50, pero la excavación fue frenada por los continuos desafíos, tales como el aparición de barro y las densas rocas. Por su parte, desde finales del mes de marzo de 1934 no se supo más de Shufelt, hasta noviembre de 1957, cuando se hizo pública su muerte en North Hollywood.


Poco después, se encontró información reveladora, recopilada y descubierta por Shufelt que confirmaba que la gente lagarto era un civilización relacionada al pueblo maya, de gran avance tecnológico que tenía un tipo de orden civil ejemplar, disponiendo de sustancias químicas y maquinaria que ocultaban en los depósitos de oro de los pasillos de las cámaras que les ayudaba a excavar túneles a gran velocidad con levitación de grandes rocas. Mencionó además que el espacio de las cámaras era tan grande que podía albergar a 1000 familias con facilidad y comodidad, teniendo suministros de alimentos de hierbas imperecederas que se almacenaban en compuertas en los laterales del lugar. 


Manifestó también que en una de las 285 antecámaras recorridas, habían varios objetos que al recopilarlos, armaba un tipo de cañón en miniatura que, después de los análisis, podía desintegrar material, pero que no se sabía a donde aparecían. La teoría que formulaba Shufelt era que se trataba de un procedimiento de teletransporte. Shufelt termina los textos indicando que el gas natural se había filtrado por las cámaras de aire y habían obligado a la gente lagarto a resguardarse a niveles más abajo de los túneles explorados, lugar en donde una gran cantidad de agua se encontraba, líquido al que se habían adaptado para sobrevivir. 


Los datos suministrados por Shufelt se trataron de ocultar por los miembros federales de los Estados Unidos de Norteamérica pero fueron liberados a la luz pública para su conocimiento. Se sabe además que solamente se recorrió el 20 % del sistema de túneles y que luego de que los pozos interiores se rellenaran, las excavaciones ulteriores continuaron, dejando a Shufelt fuera del proyecto. 


Shufelt por su parte fue amenazado y puesto bajo el ojo del radar para no confesar lo vivido, encontrado y visto allá abajo. Su información, como ya se dejó ver, fue distorsionada para despistar y para que parecieran especulaciones, algo que siempre ha ocurrido en la arqueología prohibida. Los descubrimientos, incluyendo la máquina de Shufelt, se encuentran ocultos y custodiados en el Instituto Smithsonian, un centro de educación e investigación que posee además un complejo de 19 museos asociados, nueve centros de investigación y un zoológico. 


El lugar está administrado y financiado por el Gobierno de los Estados Unidos, además de los fondos que recibe gracias a donaciones, ventas, concesiones, licencias para actividades y revistas. La mayoría de sus instalaciones están localizadas en Washington, D.C. El Smithsoniano cuenta con más de 136 millones de bienes en sus colecciones, y publica dos revistas (Smithsonian y Air&Space), poseyendo una fuerza de seguridad propia para proteger a los visitantes, trabajadores y propiedades de los distintos museos.

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