jueves, 8 de enero de 2015

El Protector del Entierro del Tesoro - Una Leyenda de Venezuela

En Venezuela la historia sobre entierros de tesoros u objetos de valor tienen su origen durante la época colonial, entre los años 1600 y 1830. Según la tradición, las personas enterraban perlas, diamantes, monedas de oro, entre otras pertenencias significativas en lugares casi invisibles en algunas paredes de su casa o también en el patio trasero de su hogares. También se dice qué para evitar robos o saqueos de los entierros, algunas personas lanzaban maldiciones al lugar para impedir su sustracción, dichos conjuros venían acompañados por espíritus o figuras fantasmagóricas de animales que debían proteger el lugar y el tesoro, dotando de mala suerte a todo aquel que intentára tomar esa fortuna. El dueño del entierro tenía uno o varios edecanes o ayudantes de campo que se encargaban de preparar o hacer el entierro, luego el dueño los asesinaba y de ese modo pasaban sus almas a custodiar el lugar y evitar que nadie más qué el dueño supiera dónde estaba el entierro. 


Al momento de morir, el dueño se llevaba el secreto a la tumba, convirtiéndose en alma en pena por tener ese asunto pendiente, podía formar parte de los custodios del entierro o cómo un espíritu que hace saber a los nuevos propietarios que hay un tesoro, llevándolos a la ubicación de éste. Las señales singulares que dan los espíritus a los beneficiarios pueden variar de entre sueños o apariciones en el lugar a sombras o ruidos y lamentos acompañados de cadenas. Al encontrar la fortuna, el nuevo dueño debe hacerle unas misas y rezos al antiguo dueño en caso de ser bueno, en caso contrario se debe pagar el precio del entierro ofreciendo la propia alma o la de un familiar.

Según una de las leyendas referente a los entierros, un comerciante de gran renombre llamado Juan Perez que además traficaba y maltrataba esclavos tenia una gran fortuna y objetos de gran valor por sus negocios agrícolas y de exportación. A pesar de ser temido y respetado, los años de la abolición de la esclavitud se acercaban y sus negocios decayeron mucho, sin mencionar una enfermedad qué había contraído, de manera inminente sabia que sus esclavos se aprovecharían de su estado para matarlo y despojarlo de sus valoradas pertenencias, situación qué creía que pasaría en cualquier momento. Juan con la seguridad que su fortuna nadie se la quitaría fue un paso más allá y tuvo una macabra solución, mando a llamar a un viejo brujo y le pagó una gran suma de monedas de oro con el fin de hacer un gran entierro y hechizar el lugar con un poderoso embrujo.


El embrujo llevaba algo de trabajo y a pesar que tomaría su tiempo, el viejo brujo le dijo que sería efectivo en su totalidad, así qué Juan tomó a una de sus esclavas más jóvenes y leales y en una pequeña habitación de su hacienda la violo ferozmente y al terminar les ordeno a siete esclavos que hicieran lo mismo. Desde ése día la chica perteneció allí cautiva a pesar de su continuo estado de embarazo, pero era alimentada e hidratada en todo momento. Al cumplir el plazo de nueve meses y llegar la hora del parto, una partera y ayudantes, por órdenes de Juan la atendieron con sumo cuidado. El bebé nació sano y fue la felicidad de su joven madre.

A los 4 meses Juan mando a llamar a la joven esclava con su criatura al patio trasero de la hacienda dónde ella y todos sus esclavos fue testigos del gran entierro, luego de cubrirlo y de que el viejo brujo lanzara un hechizo y una marca al árbol bajo el entierro, Juan saco una escopeta y asesino a todos sus esclavos, a excepción de la esclava y su hijo. Recopilo con lentitud los cuerpos de los esclavos formando un circulo y amarró a la joven esclava al árbol, cortándole el cuello luego. El lago de sangre sirvió de cuna al bebé, al cuál Juan despedazó con un cuchilde, después metió en su interior unas hierbas preparadas y un pedazo de piel de su pierna que arranco, remendando el cuerpo del bebé como si se tratara de un horripilante muñeco.


El cuerpecito del bebé fue colocado de nuevo en el lago de sangre y tapado con una gran cantidad de tierra. Quizás fue karma o destino pero luego de hacer esa horrorosa maldición, Juan calló fulminado por un efecto de la enfermedad, muriendo junto al árbol y el entierro. La propiedad fue tomada y con los años vendida, siendo en la actualidad un centro cultural en continúa restauración que fomenta el arte y la difusión histórica a mitad de la capital.

Los que conocen la historia y han estado en cercanías del árbol y el entierro, un escalofrío les recorre el cuerpo acompañado de una mirada amenazante de lo que parece ser un una criatura pequeña escondida tras el árbol que a veces hace señales llamando a los curiosos a una muerte segura y aterradora. Unos cuentan con miedo que un niño recién nacido y sucio se sienta frente al árbol de noche observando desde la oscuridad, otros dicen que los que saben la leyenda han ido a tratar de desenterrar el entierro y se han encontrado luego delirando muy lejos del lugar afirmando que un bebé demoniaco los persiguió a gran velocidad para morderles el cuello y hablandoles con una voz gruesa y horrible.


Lo cierto es que el tesoro sigue allí y seguirá estando hasta el fin de los tiempos, resguardándolo siempre y sin descanso su pequeño y malévolo protector.

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