viernes, 27 de octubre de 2017

Jugar con un Espectro

Éste es un Creepypasta interesante que conseguí en la web y lo comparto con ustedes por la temática de la temporada de Halloween. 


El joven Kevin vivía en un área semi-rural donde vive gente pudiente, es decir, una zona de urbanizaciones de viviendas grandes con piscinas y espaciosos jardines que quedaba a 30 o 40 minutos de distancia en automóvil de la ciudad. A 3 kilómetros de la urbanización se encuentra un cementerio que posee una hectárea donde yace una lápida sin nombre con una historia típica del solitario y lúgubre lugar. El sitio es el lugar de reposo de una niña que hace muchos años atrás falleció a causa de cáncer y, según cuentan, sus últimos días de vida cambio su actitud renegando del amor y la compasión de sus seres queridos.


Unos afirman que la niña venía de un hogar disfuncional, otros señalaban que su cambio se debió a la rabia y envidia que sentía de los demás que estaban sanos y ella tenía muy claro cual era su destino. La leyenda dice que si alguien va a su tumba y deja un juguete, ella ira esa misma noche a su casa a visitar y que mientras más grande sea el juguete, más terrorífica será la visita.


El joven Kevin, un adolescente de 14 años, sin tomar en cuenta las consecuencias, decide jugar con fuego y se lleva del garaje de su casa una enorme y antigua casa de muñecas que era de su hermana mayor, ahora tiene 23 años, cuando era pequeña. Sin siquiera quitarle el polvo de encima, Kevin toma el enorme juguete en sus brazos y camina toda la ruta hacia el cementerio.

Al llegar, deja el regalo en el lugar y se marcha de nuevo a su casa. Su mascota, un perro Pastor Alemán lo espera en su hogar con ansias de salir a correr y dejar sus desechos. La tarde transcurre normal hasta la llegada de la noche, donde Kevin revisa las fotos que tomo desde su teléfono móvil donde se puede observar la casa de muñecas junto a la tumba de la niña. Una prueba que será un gran recuerdo para enseñar en su escuela. Al despertar, Kevin se olvida de todo al sentir un penetrante ardor en el brazo y al subirse la manga y mirarse, observa con horror creciente que cuenta sobre su piel con unas marcas de mordedura de una dentadura pequeña.


A pesar de estar impresionado, el joven Kevin no utiliza su lógica para asociar una cosa con la otra. Su madre le pregunta si todo se encuentra bien, a lo que él responde que sí para evitar preguntas sobre lo sucedido. El día transcurre normal en la secundaria hasta que oscurece, cuando Kevin presiente que algo no está del todo bien. La inquietud se mantuvo hasta las 3 de la mañana, cuando el cansancio le ganó y logró conciliar el sueño, no sin antes dejar la puerta de su cuarto abierta para que su perro pudiera dormir dentro de la casa y así sentirse seguro. 

Horas después, apenas amaneciendo, Kevin se levanta gritando y su alarido es tal que despierta a toda su familia. Su perro es el primero en ir a ver como está y su madre entra corriendo a su cuarto registrando todo a su paso para verificar si se trata de algún animal, pero Kevin sabe que lo que pasó no tiene que ver con ningún animal. Deja que su mamá se quede con sus hipótesis porque no quiere darle explicaciones, no quiere decirle que se despertó gritando porque unos dedos pequeños le estaban apretando con gran fuerza los genitales.


A Kevin no le da oportunidad para llorar del pánico a solas ya que su familia se daría cuenta que algo no marcha bien. Por ello, Kevin piensa en el modo de solucionar la situación y así, en hora de almuerzo, se dirige al cementerio nuevamente para deshacer lo que hizo. Con el pensamiento latente que la casa de muñecas continuara en el sitio y que nadie se la pudiera haber llevado, Kevin llega al cementerio descubriendo que el juguete enorme sigue en el mismo lugar en donde él lo dejo. Con cuidado, Kevin retira la casa de muñecas y la carga en sus brazos rumbo a su casa para guardarla de nuevo en el garage. Pero lo que hizo, por desgracia, fue peor que la situación que antes atravesaba.


Todo pareció normal los siguientes dos días y comenzó así el fin de semana. El sábado por la mañana, Kevin se levantó muy tarde. Había agitación en su casa, su hermana estaba en el jardín llamando al perro y su madre estaba gritando de desesperación. Sin lugar a dudas algo había ocurrido.

Kevin pregunto qué ocurría y su madre, asustada y con ganas de llorar le respondió que, después de un horrible chillido, algo de estatura pequeña se había llevado al perro arrastrando. Nunca había pasado algo como eso en el vecindario y Kevin solo le quedo por lógica relacionar ambas cosas. Después de ese terrible hecho, la vida de Kevin se torno una pesadilla, describiéndola como solitaria e inquietante. No recibió más mordidas ni apretones en sus partes íntimas, pero si escuchaba cada noche sonidos de aullidos y gemidos de dolor proveniente de un perro invisible que parecía que cada noche lloraba justo debajo de su cama. Kevin sabia que se trataba de su perro que parecía que era despellejado vivo cada noche como recordatorio que no debió de quitarle un juguete a una niña.

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