En lo más profundo de la selva amazónica, donde la luz se filtra como un susurro dorado entre hojas milenarias, los pueblos originarios guardan historias que no figuran en ningún libro de ciencia. Entre ellas, destaca la leyenda del Mankunawabu, entidades grises que, según los chamanes huni kuin, habitan bajo la Tierra y adoptan la forma de una hormiga gigantesca. No son simples insectos mitológicos: son seres liminales, guardianes de umbrales invisibles, capaces de arrebatar el espíritu de quien ose perturbarlos y llevarlo a su reino subterráneo. Su figura recuerda a la "gente hormiga" de la tradición hopi en Norteamérica, que salvaron a la humanidad llevándola bajo tierra, y con las hormigas mesoamericanas que robaron el maíz del inframundo para dárselo a los humanos, lo que sugiere un eco simbólico que atraviesa culturas y continentes.

Para los Huni Kuin, pueblo indígena del occidente de la Amazonia, que también es conocido como Kaxinawá, y que significa "gente verdadera" o "gente genuina", el término de Mankunawabu no representan seres "alienígena" en el sentido occidental del término. Son intraterrestres, habitantes de un reino subterráneo ancestral de mundos ocultos, que pueden manifestarse en la luz de Nishipan, un resplandor sagrado que no es del sol ni de la luna, sino de un plano intermedio, que conecta planos de existencia. Esa luz, dicen, es un puente: un instante en que las raíces de los árboles tocan las estrellas y los guardianes subterráneos pueden cruzar. Quien ve esa luz y no comprende su lenguaje, corre el riesgo de perderse para siempre.

En las creencias amazónicas, la hormiga no es un insecto menor, sinoque es un animal simbólico que tiene resonancia, convirtiéndose en una figura liminal. En sí, el incecto es todo un arquiteto, guerrero y recolector de su vida, pero también es visto como un guardian de umbrales, tal como lo son las esfinges para los egipcios o los dragones para los chinos chinos, ya que custodian el paso entre mundos. Mankunawabu es tejedor subterráneo y su forma de hormiga, recuerda la fuerza colectiva, pero aquí esa fuerza se aplica a la custodia de lo sagrado.

Aunque el Mankunawabu podría ser más que un mito aislado. Puede representar una fuerza subterránea que guardan un poder tectónico, pudiendo ser unos aliados ambiguos o guardianes que resguardan celosamente un portal escondido en túneles del subsuelo. El Mankunawabu no es solo un mito amazónico: es una metáfora viva de lo que se oculta bajo la superficie, de los poderes que no se ven pero sostienen el mundo. En su figura se entrelazan la paciencia de la tierra, la memoria de los pueblos y la advertencia de que no todo lo que brilla es para ser tocado.

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