ATENCIÓN: La presente publicación es la tercera de cuatro Especiales de Halloween. ¡Disfrútenla!
Hay una frontera que la humanidad siempre ha mirado con temor y deseo: la línea entre la vida y la muerte. En ese umbral se mueven las historias de fantasmas, las leyendas de resurrección y, también, los experimentos científicos más polémicos. Uno de los nombres que encarna este misterio es Robert E. Cornish, un biólogo estadounidense que la prensa bautizó como el Doctor Frankenstein Real. Pero lo que lo hizo famoso no fueron sus logros académicos, sino su obsesión con una pregunta: ¿Es posible devolver la vida a los muertos?

Robert Edwin Cornish nació el 21 de diciembre de 1903, en San Francisco, Estados Unidos. Fue un niño prodigio que se graduó con honores en la Universidad de California en Berkeley, a la edad de 18 años y recibió un doctorado cuando tenía 22. Trabajó en varios proyectos, incluido uno que permitía leer periódicos bajo el agua con lentes especiales. En el año 1931 se interesó por la idea de resucitar a los muertos según lo formulado en el libro de ficción gótica Frankenstein, de la autora Mary Shelley, escritora y dramaturga británica. Al año siguiente, decidió iniciar uno de sus experimentos más intrigantes y complicados: resucitar a los muertos. Para ello, tenía un plan que consistía en un columpio que balancearía el cuerpo sin vida para hacer fluir la sangre en los pacientes recientemente fallecidos mientras se les inyectaba una mezcla de epinefrina (adrenalina) y anticoagulantes en su sistema circulatorio para reactivarlo.

En el año 1933, comenzó a realizar sus primeros experimentos con tres perros, a los que llamó "Lázaro", en referencia al personaje bíblico que volvió de la tumba. Para el proceso, el científico les inyectaba éter antes de balancearlos. Con ello, morían clínicamente, y así podía poner en marcha su teoría. Estas primeras pruebas, no obstante, no tuvieron resultado. Luego, intentó revivir a víctimas de un ataque al corazón, ahogamiento y electrocución con su invención, pero no tuvo éxito. Cornish decidió perfeccionar su método en animales y logró revivir dos perros (Lazarus IV y V), muertos clínicamente el 22 de mayo de 1934 y en 1935. Los perros estuvieron vivos durante unos meses, pero tenían importantes daños cerebrales, alteraciones nerviosas y ceguera. Como sus experimentos tuvieron éxito en sus perros, Cornish deseaba ampliar sus ensayos clínicos para incluir pruebas en humanos.

La noticia, entonces, dio la vuelta al mundo. En el año 1935, el periódico The New York Times resumía entre sus páginas: "Robert E. Cornish, biólogo californiano que sorprendió a la comunidad científica al revivir a un perro clínicamente muerto, recientemente repitió el éxito de su experimento original con resultados aún más prometedores".
Pronto, un hombre llamado Thomas Henry McMonigle, que era un recluso del corredor de la muerte de la Prisión Estatal de San Quintín, California, se puso en contacto con Cornish y ofreció su cuerpo para una posible reanimación después de su ejecución. Thomas fue acusado de la desaparición de Thora Afton Chamberlain, una estudiante de secundaria estadounidense de 14 años. Cabe señalar que Tomas fue fue condenado por el asesinato de Chamberlain, que fue reportada como desaparecida el 2 de noviembre de 1945, pero su cuerpo nunca fue encontrado.
Robert Cornish estuvo de acuerdo con la idea de Thomas, pero las autoridades de California rechazaron la petición, debido a la preocupación de que un asesino reanimado tendría que ser liberado bajo la cláusula de "doble enjuiciamiento" o si seguiría cumpliendo condena o quedaría libre porque ya había "muerto" antes. Tras la denegación de la petición, McMonigle fue ejecutado en la cámara de gas de San Quintín el 20 de febrero de 1948.

Pero más allá del tema de la reanimación y la ciencia de por medio, muchos se preguntaban ante el tema de los experimentos de Robert Cornish, ¿y el alma? ¿qué pasa con el alma? Si alguien muere y luego regresa, ¿sigue siendo la misma persona? Para algunos, el alma abandona el cuerpo al morir y no puede regresar. Otros creen que, si el cuerpo revive, el alma podría "reinstalarse" como una chispa que nunca se apagó del todo. También existe la posibilidad inquietante de que lo que vuelve no sea exactamente lo mismo, ya que podría tratarse de un cuerpo animado, pero con otra esencia. Cornish nunca pudo responder a esto. Su trabajo quedó como un eco entre la ciencia y la filosofía, entre la esperanza y el miedo.
Robert Edwin Cornish falleció a la edad de 59 años, el 6 de marzo de 1963, en San Francisco, Estados Unidos. Él murió sin haber logrado su sueño de resucitar a un ser humano.
Sin embargo, su figura sigue siendo recordada como un símbolo de la eterna obsesión humana: vencer a la muerte. Sus experimentos nos obligan a mirar de frente esa frontera invisible y a preguntarnos si, en caso de poder cruzarla, realmente deberíamos hacerlo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario