Como si se tratara de un cuento similar al de Mowgli y el Libro de la Selva, la historia de Marina Chapman es igual de fantástica, pero real. Ella es una figura fascinante cuyas experiencias de vida desdibujan las fronteras entre la humanidad y la naturaleza. Su historia es ampliamente conocida gracias a la película para televisión del 2014 "The Girl Who Was Raised by Monkeys", donde se narran sus años de infancia transcurridos en la selva. A lo largo de su vida, Marina a compartido su extraordinario viaje de supervivencia y adaptación, revelando como fue su vivencia y el entorno natural moldearon su identidad y comprensión del mundo. A través de su historia, Chapman nos invita a reflexionar sobre la resiliencia humana y la conexión con la naturaleza, desafiando las percepciones de lo que significa ser humano y la nobleza animal.

Marina Chapman nació en Colombia a mediados del año 1950. Ella vivia junto a su familia en una aldea (cuyo nombre era demasiado joven para haber aprendido). Un día, mientras jugaba en el jardín de su casa, fue raptada. Se utilizó un pañuelo blanco impregnado con una sustancia química que le hicieron perder el conocimiento. Cuando despertó, se encontraba en la parte trasera de un camión junto a otros niños asustados. Posteriormente fue liberada en plena selva y, con el paso del tiempo fue encontrada y criada por una colonia de monos capuchinos. En la presente publicación sabrás todos los detalles, pero quien mejor que ella para relatarte su historia:

"Yo tenía 4 años cuando me abandonaron en la selva… y fue una manada de monos me criaron y me salvaron la vida. Me raptaron cuando solo 4 años y uno de los hombres me abandonó en medio de la selva. No sabía quién era, ni por qué lo hacía. Me dejaron sola, sin comida, sin rumbo. Lloré hasta quedarme sin fuerzas. Pero entonces llegaron ellos: un grupo de monos capuchinos. Al principio me observaban con cautela, uno me tocó con su dedo como si intentara entender qué era yo. Y poco a poco, me adoptaron. Me convertí en parte de su grupo.
Yo dormía entre las ramas de los árboles, ellos me limpiaban detrás de las orejas y también me quitaban bichos del cabello. Aprendí a trepar árboles como ellos, a distinguir sus chillidos: el de peligro, el de comida, el de juego. Ellos me enseñaron a sobrevivir. Una vez comí algo venenoso y el macho más viejo me empujó al agua hasta que vomité. Me salvó la vida. Nunca me hablaron, pero me cuidaron. Me sentía una más. Entre ellos descubrí lo que era la compañía, la protección… y el afecto.
Los años pasaron y yo estaba feliz con ellos, hasta que aparecieron unos cazadores. Me vieron moverse entre los árboles y en lugar de ayudarme, me sacaron a la fuerza. Yo ya no tenía lenguaje humano para ese momento. Me llevaron a un poblado de Cúcuta y me vendieron a un burdel. Fue un infierno. Yo escapé de allí descalza, escondiéndome entre árboles y durmiendo en las calles. Solía robar comida de los restaurantes y me trepaba a los árboles para evitar a la policía. Hasta que una vecina, una mujer mayor llamada Maruja, que me escuchaba llorar por las noches, me extendió la mano y me sacó de esa difícil situación. Gracias a ella logré salir de ese lugar.
La hija de Maruja, llamada María, me adoptó cuando tenía casi 15 años. Luego Maruja me envió a vivir con una de sus hijas a Bogotá. La familia tenía conexiones con la ciudad de Bradford, Yorkshire, en Inglaterra, a través de la industria textil. En el año 1977, Maruja envió a sus hijos a Bradford y me envió a mi poco después como niñera. Estuve viviendo en Bradford desde aproximadamente 1983.
Allí formé una familia, me casé con un científico llamado John Chapman en 1978 y tuvimos dos hijas. Aprendí a confiar de nuevo y él es un hombre cuya calidez y comprensión me cautivaron. Hoy sé que, aunque mi historia comenzó con abandono, encontré amor en los lugares más inesperados. Primero con los monos… y después, con los humanos."

Historia asombrosa y fascinante sin duda. En sus inicios, Marina observó y aprendió de los monos capuchinos. Reconoció que la selva ofrecía una dieta variada y habían alimentos comestibles como algunas frutas silvestres, aunque poco apetitosas para ella, podían saciar su hambre, como guayabas, higos y plátanos, y nueces de Brasil. Aprendió a trepar árboles a pesar de las numerosas caídas y raspones, lo que le permitió dormir en las alturas, lejos de los depredadores terrestres. Las noches en la selva, aunque frías y solitarias, eran menos aterradoras cuando escuchaba los tranquilos murmullos y cantos de sus compañeros primates. Con el tiempo, Marina se integró completamente en la manada de monos. Cada uno de ellos tenía una personalidad distintiva y un papel dentro del grupo. "El abuelo", por ejemplo, un mono mayor con pelaje blanco, que se convirtió en su figura protectora. Su sabiduría y cuidado fueron esenciales para la supervivencia de la niña.

Los monos dedicaban gran parte de su tiempo al acicalamiento, una actividad que no solo mantenía la higiene del grupo, sino que también reforzaba los lazos sociales. Marina participaba en estas sesiones, sintiendo la tranquilidad que ofrecía el contacto y la compañía. Las interacciones con los monos no siempre eran pacíficas. Las peleas territoriales eran comunes y aterradoras. Marina aprendió a esconderse durante estos conflictos, observando cómo los monos defendían su territorio con una ferocidad impresionante. Estos momentos le enseñaron sobre la importancia de la comunidad y la protección mutua.

Con el pasar de los años, el cuarpo de Marina se se adaptó al entorno, y los músculos de sus brazos y piernas se fortalecieron, su piel se volvió resistente a las inclemencias del tiempo, y sus sentidos se agudizaron. Su cuerpo respondía a los ritmos de la naturaleza y los monos capuchinos con su constante compañía, llenaron el vacío de soledad que había sentido desde el día en que fue secuestrada.

Después de cinco años en la selva, Marina tuvo su primer contacto con la civilización. Unos cazadores la encontraron y, en lugar de rescatarla, la vendieron a un burdel en Cúcuta. Ahí, la dueña, incapaz de manejar a una niña que había olvidado cómo comportarse como humana, la maltrató brutalmente. Marina escapó de ese infierno, viviendo en las calles como una niña sin hogar. Robaba comida y dormía en parques, entre otros niños en su misma situación.

En el año 2013, Chapman colaboró en su autobiografía "The Girl With No Name", con la ayuda de su hija menor, la cantautora y autora anglo-colombiana Vanessa Forero, y la escritora Lynne Barrett-lee.

El libro rápidamente se convirtió en best seller y su historia capturó la atención de la prensa internacional. Las memorias de Marina revelaron detalles asombrosos de su vida en la selva, desde cómo aprendió a sobrevivir imitando a los monos capuchinos hasta su regreso a la civilización.

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