lunes, 25 de marzo de 2019

El hada Melusina y Starbucks

Starbucks es bien conocido en todo el mundo. Se trata de una cadena internacional de café fundada en el estado de Washington, Estados Unidos, en el año 1971. Tiene más de 24.000 locales en 76 países y vende café elaborado, bebidas calientes y refrescos, además de bocadillos y algunos otros productos tales como tazas, termos y café en grano. Ofreciendo también libros, CD de música y películas.


La compañía toma su nombre siguiendo dos elementos, el primero por Starbuck, el primer oficial de Ahab, capitán del barco ballenero Pequod, de la novela Moby-Dick, de Herman Meville de 1851, que es mencionado en el capítulo 26. El segundo son las minas de Starbo en Mount Rainier. El logo fue creado por Sophia Castle y es la imagen de una sirena con sus pechos cubiertos por su cabello, de doble cola enmarcada en un círculo verde, rodeada del nombre de la marca. El logo más conocido es el que corresponde a la segunda versión, usada de 1987 a 1992.


"Es una metáfora del atractivo de la cafeína, las sirenas que atraían a los marineros hacia las rocas."

Este personaje se trata de Melusina, un hada de la literatura francesa medieval, de la obra de Jean D´Arras, Mélusine de 1392. El fin perseguido era emparentar a los duques de Lusignan con un gran antepasado, en este caso un hada. Entre 1401 y 1405, el librero conocido únicamente por Couldrette publicó La Noble Historia de Lusignan o La Historia de Melusina en prosa, ampliando la obra de D'Arras, ambientandola en la corte del Rey Arturo. Thiiring von Ringoltingen continuó con la historia en su novela "Die scheme Melusine", aparecida en 1456.


Melusina era la hija mayor del Rey Blanco Elinás, soberano de Albión, ubicado en Escocia. Este rey se casó en segundas nupcias con el hada Pressina y con ella tuvo tres hijas también hadas: la mencionada Melusina, Melior y Palestina. Pressina le impuso a su marido un pacto en virtud del cual él nunca podría verla cuando pariese o criase a sus hijas. Algo que incumplió Elinás, a instancias de su hijo nacido en su anterior matrimonio. El soberano visitó a su esposa cuando ésta bañaba a las pequeñas hadas. Como consecuencia Pressina y sus hijas desaparecieron para siempre de su vida y fueron a la isla de Avalón.


Las tres eran muy blancas, muy bellas y dotadas de gracia y riquezas y cuando crecieron, después de decidirlo, usaron sus poderes para encerrar a su padre en la montaña mágica de Northumberland, la última morada del Rey Arturo. Pressina al saberlo, las acusó de ser una malas hadas, no mostrando compasión alguna. En el caso de Melusina, le lanzó un sortilegio, condenándola a ser un hada hasta el día del juicio, a menos que un hombre se casara con ella y nunca la viera los días sábados. Para dificultar la búsqueda de marido, Persina pusó una segunda condena al decir estas palabras:

"Tú Melusina que eres la mayor, la más sabia y otra culpable, tienes mayor peso. Por eso, te convertiras todas los días sábados en una serpiente de la cintura para abajo."


Melusina se internó en lo profundo de un bosque y allí consiguió la compañía de otras hadas. Una noche en ese lugar y pasado un tiempo, se encontró con Raimondino Lusignan, miembro de la realeza, el cual había ido al bosque a cazar pero accidentalmente había causado la muerte de otro noble al tratar de atrapar a un jabali. Después de varios días de vagar desesperado y desolado, encontró al hada, la cual sujetó el caballo del joven con decisión y firmeza, calmándolo y ofreciéndole dar una solución al mencionar que fue solo un hecho accidental. El hombre quedó maravillado por la belleza y calma del hada, la cual se dirigió a él sin ocultar en ningún momento su atractivo, su riqueza y sus deseos de formar una familia. Solo le puso como condición no ser vista los sábados ya que sufría una transformación corporal. Raimondino aceptó y ambos se casaron. 


Del matrimonio surgieron diez hijos, cada uno con alguna deformidad: el primero era muy ancho y poseía unas enormes orejas; el segundo tenía un oído mucho más pequeño que el otro; el tercero, un ojo debajo del otro; la mejilla del cuarto estaba cruzada por lo que parecía el arañazo de un león; el quinto solo tenía un ojo, aunque su vista parecía sobrenatural; el sexto, al que llamaron Geoffroi el del Colmillo, contaba con un único y gigantesco diente, y era muy feroz; el séptimo tenía una marca peluda en medio de la nariz; etc. Sin embargo, estas anomalías de su progenie no empañaban la felicidad de Raimundo, que seguía muy enamorado de su mujer. El hada cumplió siempre su parte del trato. Melusina ambién emprendió la construcción de varios castillos y fortalezas, contribuyendo a la pujanza y el esplendor de la familia Lusignan.


Un sábado, llevado por la curiosidad e incitado por parte de la envidia de su hermano, el Conde de Forez, Raimondino abrió con su espada un pequeño agujero en la puerta del baño en el que se bañaba Melusina. Allí la vio en una tina de mármol, peinándose el cabello con su característica belleza, su piel blanca, pero también con una cola de serpiente que se movía dentro y fuera de la tina. El descubrimiento le resultó muy doloroso al marido por haber roto el juramento que había hecho a su esposa, pero no supuso el fin del matrimonio. Siguieron juntos hasta que Geoffroi, uno de los hijos, quemó un convento y causó la muerte de cien monjes, incluyendo a su hermano Freimond, con quien mantuvo una pelea que lo obligó a refugiarse en la abadía. Llevado por la ira y la decepción, Raimondino no guardó más el secreto de Melusina, culpándola del hecho y el comportamiento del hijo a su naturaleza cambia forma. 


"¡Desaparece de mi vista, perniciosa serpiente! ¡Tú has corrompido a mis hijos!"

Melusina escuchó estos reproches y se desmayó, pero al recuperarse, saltó de una de las ventanas, desplegando unas alas de murciélago, tomando la apariencia de un dragón, y se alejó volando del castillo de Lusignan. Ella regresaba cada noche para amantar a sus hijos pequeños,  que disfrutaron de su magnífica leche y crecieron igual de bien formados que sus hermanos. Prometió regresar con la muerte de cada miembro de la familia Lusignan para llorar y lamentar la desgracia del hogar.


Todo se casaron y llegaron a ser reyes o al menos, señores de la alta nobleza, salvo por uno de ellos que optó por la vida religiosa. En Baja Edad Media los hijos no primogénitos de la nobleza solo podían aspirar a dos formas de vida: la monacal o las armas. Esta última era más libre, pero las soldadas y los botines de guerra no solían cosechar una fortuna lo suficientemente cuantiosa como para garantizar un retiro cómodo, además la vida entre los hombres de armas solía ser muy solitaria por la pérdida progresiva de compañeros, reemplazados por otros más jóvenes. 

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