¿Habrá alguna otra civilización que aún nos falte por descubrir? Este año estará repleto de revelaciones y descubrimientos y no es de sorprenderse si se revela algún indicio de alguna civilización perdida en el tiempo que nos haga reevaluarnos nuestros inicios como humanidad. Mientras llegan esos momentos, hablaremos sobre los misteriosos y hasta sorprendentes Blemios.

Los Blemios o Blemias (en egipcio antiguo: brhm; en griego: Βλέμμυες o Βλέμυες), son una raza mitológica de hombres sin cabeza de la tradición romana, que tienen los ojos en los hombros y la boca en el tórax. Con exactitud, se les describe como "Blemmyes traduntur capita abesse, ore et oculis pectore adfixis", que quiere decir: "Blemios, que no tienen cabeza y tienen la boca y los ojos en el pecho". La fuente original de información sobre los Blemios data de la compilación Historia Natural de Cayo Plinio Segundo, un escritor y militar romano del siglo I, conocido por el nombre de Plinio el Viejo. En el Libro V, describe ampliamente a África, y allí aparecen diversos pueblos con características fantásticas; como por ejempo, Gampasantes, Gotapans o Himantópodas. Asímismo, son nombrados en Chorografía del geógrafo hispanorromano Pomponio Mela, pero con reservas mentales acerca de su caracterización acéfala. El gramático latíno Gaius Julius Solinus, en sus Collectantes de Mirabilis Mundi, recoge también la existencia de Blemios.

Cabe destacar que no deben confundirse, ya que el mismo nombre se aplica a un conjunto de pueblos históricos de lengua cushítica que habitaron lo que actualmente es el área oriental de Sudán, junto al mar Rojo, tampoco con el pueblo africanos de los Blemios. Se explica que la descripción extraña de los Blemios según Plinio el Viejo, se debe a la la ausencia de conocimiento directo, ligado a las vestimentas guerreras del pueblo africano en los confines de Egipto. Según el arqueólogo y antropólogo Eugen Strouhal, la confusión se debería al equipamiento bélico de los blemios históricos, consistente en un yelmo o máscara de mimbre complementado por un escudo oval decorado que cubría desde la nariz hasta las rodillas, y de los que se han encontrado restos arqueológicos en Qasr Ibrim. Un guerrero así equipado y visto desde la distancia, daría la impresión de no tener cabeza. La necesidad de ver y comer obligaría a ubicar ojos y boca en el pecho.

En los tiempos medievales, el Cristianismo tomó la imagen de los Blemios para demonizar a los paganos. Agustín de Hipona o también como San Agustín, escritor, teólogo y filósofo cristiano, indica en su obra escrita en 22 libros llamada De civitate Dei contra Paganos (La ciudad de Dios contra los Paganos), proporciona la imagen prototípica de los Blemios (y otros humanos fantásticos), que pervivirá en el imaginario cristiano contra los paganos y a los cuales asegura haber visto durante sus viajes apostólicos por Etiopía, según un episodio ampliamente difundido en el Renacimiento, pero probablemente apócrifo. En el siglo VI, el marinero griego de Alejandría Cosmas Indicopleustes, mantiene en su Topografía Cristiana la existencia de dos tipos de Blemios diferentes: unos con boca y ojos en el pecho, y otros con los ojos en los hombros. También existe un viejo manuscrito islandés que indica que los Blemios son Cíclopes de Noruega y presenta dos variantes de acéfalos: una sin cabeza, pero con cuello, y los ojos en el pecho; otra en la que la cabeza parece formar parte del tronco.

El ficticio escritor medieval inglés, Jean de Mandeville, autor de una obra titulada Libro de las Maravillas del Mundo o Viajes de Juan de Mandeville (1356), amplió la tipología de los Blemios, describiendo dos formas diferentes, habitantes de la India: "En otra isla, hacia la mitad, habitan gentes de fea estatura y de mala naturaleza, que no tienen cabeza y tienen los ojos en la espalda y la boca, torcida como una herradura, en medio de los pechos. En otra isla, hay numerosas gentes sin cabeza, y que tiene los ojos y la cabeza en la espalda."

La creencia de hombres acéfalos no solo se mantiene en el siglo XVI, sino que se multiplica, refiriéndolos tanto en Europa como en el nuevo continente descubierto, al que se trasladan numerosos mitos antes ubicados en África o Asia, tanto en fuentes hispánicas como en fuentes anglosajonas. En el caso de Europa, se proporcionan noticias que refieren a la existencia en Leiden, una ciudad situada en la provincia de Holanda Meridional, el 14 de octubre de 1514, sobre "un niño sin cabeza que tenía los ojos y la boca en el pecho". Los Blemios se hacen presente en América, aludiendo al río y territorio de Gaora o Caora, habitado por hombres que se ajustan a la imagen de los Blemias de Plinio, o a los habitantes de la Guayana descritos como: "los ojos en los hombros, la boca en medio del pecho y les crecía un gran mechón de pelo hacia atrás entre los hombros", por el corsario, escritor, pirata y cortesano inglés Walter Raleigh, que aparecen con el nombre de Ewaipainoma en la década de 1590.

Los ocultistas y los paganos creían que los Blemios eran descendientes de Y'Golonac, deidad de la perversión y la depravación -no sólo las perversiones y depravaciones de la humanidad sino cualquiera que pueda ser concebida por un ser consciente (cuerdo o no). Y'Golonac se encuentra aprisionado tras un muro de mágicos ladrillos rojos en unas ruinas subterráneas desconocidas en Brichester, en el Valle del Severn. Su verdadera forma es incierta, pero cuando posee a un anfitrión humano para manifestarse, aparece como un hombre grotescamente obeso, que carece de cabeza o cuello, con una boca llena de dientes afilados en cada una de sus manos.

Siguiendo esta premisa, sus hijos guardan similitud con él y habitan en una pequeña zona ubicada entre el sur de Egipto y el norte de Sudán. Al igual que el primigenio que los engendró, son seres perversos, malignos y degenerados. Propagan el culto de Y'Golonac a donde van: su lealtad y devoción al dios es muy grande e incluso llegan a usar la fuerza para establecer su culto si es necesario. Aquellos que se resistan a aceptar a Y'Golonac son sacrificados en rituales de adoración muy sangrientos y crueles.

Durante siglos, los intelectuales europeos habían imaginado un mundo más allá de sus fronteras habitado por "razas monstruosas" y con ese panorama a la vista, en el año 1492, cuando Cristóbal Colón cruzó el océano Atlántico en busca de una ruta rápida hacia el este de Asia y el sudoeste del Pacífico, desembarcó en un lugar que le era desconocido. Allí encontró árboles extraordinarios, pájaros y oro. Pero Colón esperaba encontrar otra cosa y no fue así. ¿Qué esperaba encontrar? Horrorosos cíclopes monstruosos con costumbres salvajes, pero en vez de ello... "En estas islas no he hallado ningún hombre monstruoso, como muchos pensaban", escribió el descubridor en su informe oficial a su regreso. También elogió las riquezas naturales de la isla.

Por supuesto, en el Nuevo Mundo las ganancias de los europeos tuvieron un coste espantoso para los nativos americanos: los recién llegados les robaron su tierra y sus tesoros, les esclavizaron, introdujeron enfermedades del Viejo Mundo y produjeron cambios medioambientales a largo plazo. En definitiva, quizás eran estos indígenas americanos los que veían a los invasores de sus tierras como una "raza monstruosa"... Criaturas que desestabilizaron sus comunidades, les robaron sus propiedades y amenazaron sus vidas.

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