domingo, 20 de julio de 2025

La Niñera de Moscú

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En un mundo donde el cuidado suele subestimarse, ser niñera se convierte en un acto de resistencia y amor: implica sostener en los brazos de la rutina el bienestar emocional, físico e intelectual de otros seres humanos en formación. Mientras muchos ven en esta labor una tarea sencilla o temporal, quienes la ejercen con vocación saben que exige una entrega emocional profunda, una ética intachable y una empatía que atraviesa generaciones. Pero, ¿qué pasa cuando ese trabajo de formación se ve comprometido por la perversión y la locura? Eso fue justamente lo que ocurrió en este caso.

El lunes 29 de febrero de 2016, Moscú fue testigo de una escena que parecía sacada de una pesadilla. Una mujer vestida con un hijab (el velo musulmán que cubre la cabeza y el pecho) de color negro caminaba cerca de una estación del metro Oktyabrskoye Polye, gritando frases incomprensibles y cargando algo en la mano. 

Al acercarse, los transeúntes vieron con horror que lo que sostenía era la cabeza decapitada de una pequeña niña. La identidad de la mujer era Gyulchekhra Bobokulova, una mujer de 38 años, originaria de Uzbekistán. Durante meses había trabajado como niñera para una familia rusa cuidando de su hija de 4 años, llamada Nastya.

Bobokulova fue arrestada frente a la estación Campo de Octubre de Moscú, la cual fue posteriormente cerrada. Inicialmente un policía se acercó a la mujer para solicitarle documentos de identidad, esta respondió sacando la cabeza de la niña de una bolsa y empezando a gritar que había matado a la menor. De inmediato, la reacción del agente policial fue interceder y comenzar a forcear con ella para subyugarla. Los investigadores encargados del caso ordenaron un examen de psiquiatría forense y abrieron un caso criminal por asesinato de un menor. Inicialmente no se tenía seguridad si la mujer entendía lo que se le decía o si sabía el significado de sus acciones y comportamiento.

Pero algo faltaba... ¿Y el resto del cuerpo de la niña? Fue encontrado un poco mas tarde, después de que se reportara un incendio en un apartamento. Al parecer, Bobokulova no solo había asesinado a la niña, decapitándola sin piedad y cuyo cuerpo mostraba "señales de una muerte violenta", sino que luego de ello, prendió fuego al apartamento de la familia, antes de dirigirse a la estación del metro.

Según los reportes de investigación y un comunicado por parte del Comité Investigativo de Moscú, la mujer había llegado de uno de los estados de Asia Central, de mayoría musulmana (de la república exsoviética de Uzbekistán) y había nacido en 1977. Había llegado al país para trabajar como niñera y esperó a que los padres de la menor se fueran del apartamento para después, por razones desconocidas, asesinar a la niña, incendiar el apartamento y huir de la escena.

Bobokulova es musulmana y madre de tres hijos, divorciada y no tenía vínculos con grupos extremistas. Pero se descubrió que padecía esquizofrenia desde mediados del año 1999, con antecedentes de alucinaciones y hospitalizaciones psiquiátricas tanto en Uzbekistán como en Rusia. Ella aceptó su culpabilidad inidicando que "Alá le había ordenado hacerlo", además de frases incoherentes y afirmaciones de que moriría pronto de hambre y que un profeta vendría.

La investigación concluyó que actuó bajo un episodio psicótico. En noviembre de ese mismo año, un tribunal ruso la declaró inimputable y ordenó su internamiento en un hospital psiquiátrico de máxima seguridad. La noticia conmocionó al país y sus residentes, han dejado flores y peluches frente al edificio donde vivía la niña.

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