Casos de bully siempre han habido. Desde la antigüedad hasta los tiempos modernos, actualizándose el modo de burla, pero siempre ha estado presente. Este es un caso asombroso entre el acoso y la burla y la maravilla y encanto de una joven cuya inocencia se vieron afectadas beneficiosamente con el pasar de los años. Ésta es la historia de Eugenia Martínez Vallejo "La Monstrua de la corte del rey Carlos II".
Eugenia Martínez Vallejo nació en el pequeño pueblo de Merindad de Montija, en la localidad de Bárcena de Pienza, en la provincia de Burgos, España, en el año 1674. Sus padres fueron Antonia de la Bodega Redonda y José Martínez Vallejo. Su madre rompió fuente un domingo estando en misa, dando a luz allí mismo en la iglesia, lo que fue interpretado por los vecinos como señal de buen augurio, razón por la que la bautizaron como Eugenia, "la bien nacida".
Desde el primer momento, Eugenia desarrolló un buen apetito, creció robusta y sana, lo que se interpretó nuevamente como buena señal, ya que tanto los estándares médicos como estéticos de la época favorecían a las mujeres rollizas por ser más fértiles. Con un año, la niña pesaba casi veinticinco kilogramos (55 libras) y con seis años alcanzó cerca de setenta y cinco kilogramos (165 libras). La familia pidió entonces consejo médico aunque ni siquiera con una dieta estricta se pudo solucionar el problema de sobrepeso.
Pronto, la niña pasó a ser objeto de burla en la calle ya que según los observadores, Eugenia tenía un aspecto "grotesco y deforme". Pasó de ser rápidamente una niña considerada sana a un blanco de críticas y chistes pesados. Los vecinos comenzaron a burlarse de ella también, y eso hizo que sus padres la mantuvieran oculta en casa, pero a pesar de ello, el chisme se extendió más allá de los linderos de su localidad, abarcando Madrid y llegando hasta la mismísima corte real.
El rey Carlos II de España (6 de noviembre de 1661 - 1 de noviembre de 1700), el último gobernante Habsburgo del Imperio español. Mejor recordado por sus discapacidades físicas y la Guerra de Sucesión Española que siguió a su muerte, el reinado de Carlos tradicionalmente ha sido visto como uno de declive controlado. Carlos padeció problemas de salud durante toda su vida y desde el momento en que se convirtió en rey a la edad de tres años en 1665, la sucesión fue una consideración destacada en la política europea. Fue descrito como "bajo, cojo, epiléptico, senil y completamente calvo antes de los treinta y cinco años, siempre al borde de la muerte pero desconcertando repetidamente al seguir viviendo". Carlos pudo haber sufrido de deficiencia combinada de hormona pituitaria y acidosis tubular renal distal. Una sugerencia fue sus problemas de salud derivados de una infección herpética poco después del nacimiento, mientras que el informe de su autopsia indicó hidrocefalia. Carlos sobrevivió a los ataques infantiles de sarampión, varicela, rubéola y viruela, cualquiera de los cuales era potencialmente fatal. También sufría de raquitismo, que lo dejó incapaz de caminar sin ayuda hasta los cuatro años, mientras que continuó usando aparatos ortopédicos para las piernas hasta los cinco años.
El alcance de sus supuestas discapacidades físicas y mentales es difícil de evaluar, pero a pesar de haber sido propenso a las enfermedades, era extremadamente activo físicamente y sus contemporáneos informaron que pasaba gran parte de su tiempo cazando. El período que pasó durmiendo con el cuerpo desenterrado de su padre, Felipe IV de España (1605-1665), a menudo fue citado como un ejemplo de su supuesta incapacidad mental. Acto que hizo bajo instrucciones de su madre, Mariana de Austria (1634-1696), cuyos médicos le aconsejaron que esto lo ayudaría a tener un heredero. Carlos tenía prognatismo mandibular patológico, también denominado "Mandíbula de Habsburgo", un trastorno genético potencialmente desfigurante en el que la mandíbula inferior crece más que la superior, lo que da como resultado una barbilla extendida y una mordida cruzada. En el particular caso de Carlos, era tan pronunciada la mandíbula que él tragaba la comida sin masticar bien, lo que provocaba frecuentes problemas estomacales. Todos los problemas físicos y mentales de Carlos II hicieron que fuera conocido bajo el apodo de El Embrujado. Cabe señalar que los problemas de Carlos se debían a sus padres; Mariana de Austria era sobrina de Felipe IV de España. Carlos II fue producto de ese grado de endogamia.
Volviendo al tema, en el año 1680, Carlos II exigió ver a Eugenia y una vez en la corte, el sastre real, siempre tan preceptivo, no tardó en hacerle un vestido de gala para ser presentada ante el rey. Martínez tenía seis años y enseguida fue apodada como la Monstrua. Una vez en la corte real, el rey quedó encantado con su presencia y mostró su magnanimidad con ella y quería que estuviera a su lado para incluirla entre los servidores conocidos como "Gente de Placer": un grupo formado por bufones, discapacitados mentales, personas de baja estatura, y gente deforme que había adquirido de circos ambulantes. A pesar de servir al rey en el palacio, no estaban incluidos en ninguna nómina y vivían de la gracia y la magnanimidad de los señores reales. Eugenía tendría todas las necesidades cubiertas en el palacio y sería una pieza de interés en el arte, dejando su huella. Tan fascinado estaba el rey por la apariencia de Eugenia que hizo que el pintor de cámara de la reina, el pintor español y destacado retratista barroco, Juan Carreño de Miranda, realizara dos retratos sobre lienzo de ella de cuerpo completo: uno vestida con un traje formal y otro desnudo Las pinturas se titularon La Monstrua Vestida y La Monstrua Desnuda respectivamente.
La Monstrua Vestida tiene un tamaño de un metro y setenta y cinco centímetros de alto por un metro siete centímetros de ancho. La pintura muestra a Eugenia situada en una estancia pequeña en la que su voluminoso cuerpo ocupa todo el espacio. Tiene una mirada recelosa y desconfiada, su cabello oscuro y dos lazos rojos, vestida elegantemente con un vestido brocado en rojo y plata. La Monstrua Desnuda la muestra una corona de frutas en su cabello oscuro, sus mejillas rosadas visibles y su postura apoyada contra una mesa, sosteniendo un racimo de uvas y una rama de hojas de parra en su mano izquierda, cuya cuidada disposición le permiten al pintor ocultar sus genitales.
Dentro de la corte, Eugenia cumplía las funciones de un bufón, ya que por su apariencia servía como fuente de conmoción y diversión en las fiestas palaciegas, siendo un éxito pues las damas querían retratarse a su lado para comparar la finura de sus tallas con los de la niña. Esta situación no era poco común para las personas con deformidades físicas significativas durante aquel entonces. Muchos monarcas tenían personas desfiguradas y discapacitadas en las filas de sus cortes, a menudo explotándolas como entretenimiento. A pesar de su presencia en la corte, no hay registros de alojamiento financiero que se le haya dado, por lo que es probable que solo la trajeron durante ciertos eventos como entretenimiento.
Por despectivo y crudo que suene, Eugenia Martínez Vallejo fue descrita de la siguiente manera: "Ella era de piel blanca y no muy desapacible de rostro, aunque lo tiene de mucha grandeza. Su cabeza, rostro y cuello y demás facciones suyas son del tamaño de dos cabezas de hombre; su vientre es tan descomunal como el de la mujer mayor a punto de parir. Sus muslos son tan grandes, gruesos y poblados de carne que se confunden y hacen imperceptible a la vista su naturaleza vergonzosa. Las piernas son poco menos que el muslo de un hombre, tan llenas de roscas ellas y los muslos que caen unos sobre otros, con pasmosa monstruosidad y aunque los pies son a proporción del edificio de carne que sustentan, pues son casi como los de un hombre, sin embargo, se mueve y anda con trabajo, por lo desmesurado de la grandeza de su cuerpo."
Eugenia falleció en el año 1699, tenía veinticinco años.
Eugenia Martínez Vallejo tenía una enfermedad, siendo el primer caso conocido del síndrome de Cushing, en el que una excesiva secreción de hormonas suprarrenales da lugar a una obesidad mórbida; y su cara de luna llena propia de este padecimiento. No obstante, estudios posteriores asocian su aspecto obeso al síndrome de Prader-Willi (SPW) o alteración genética poco corriente. Esta patología fue descrita en 1956 por los doctores suizos Andrea Prader, Alexis Labhart y Heinrich Willi, tras estudiar a nueve pacientes que coincidían en el siguiente cuadro clínico: obesidad, talla baja, carencia de órganos sexuales, testículos inapreciables, manos y pies pequeños, estrabismo, alto umbral para de dolor, trastornos del sueño, mala coordinación física, problemas de comportamiento, continua sensación de hambre y alteraciones en el aprendizaje, tras una etapa de hipotonía muscular prenatal y postnatal, dando la impresión de una lesión cerebral severa. Cabe señalar que la gran mayoría de los niños con síndrome de Prader-Willi tienen un cociente de inteligencia por debajo de la media y su expectativa de vida es aproximadamente de treinta y cinco años, aunque puede reducirse debido a las complicaciones de la obesidad.
Las descripciones y características que pueden deducirse de los retratos de Eugenia coinciden con el síndrome: anomalías de todo tipo en el desarrollo y crecimiento, obesidad mórbida, atrofia sexual, pero un carácter alegre y bonachón durante la primera infancia. Ella parecía responder a una distrofia neuronal hipofisiaria tipo Froelich, con electividad en la localización de la grasa, pies blandos, pequeños y dedos afilados y puntiagudos, que tampoco pasaron desapercibidos al artista Juan Carreño de Miranda al momento de pintarla.
Las pinturas permanecieron en la corte del rey, quedando registradas en los inventarios de 1686 y 1694. Consta que decoraban el cuarto bajo del príncipe, pasaron después a una galería de palacio, donde aparecen anotadas en el inventario correspondiente a 1701, donde siguieron juntas en las colecciones reales hasta 1827, donde fue incorporado el cuadro La Monstrua Vestida al Museo del Prado, recién inaugurado en 1819, mientras que La Monstrua Desnuda fue regalada por el rey Fernando VII de España a su pintor de cámara, Juan Gálvez (1774-1846). Gálvez, por su parte, debió de vender la pintura al infante de España y Portugal Sebastián Gabriel de Borbón y Braganza (1811-1875), quien la tenía en 1843. A su muerte la heredó su primogénito el duque de Marchena. Posteriormente fue adquirida, en fecha indeterminada, por don José González de la Peña, Barón de Forna, quien en 1993 la donó al Museo del Prado, propiciando de esta manera la unión de la pareja de retratos y su contemplación simultánea, en donde ambos se encuentran en la actualidad.
El Ayuntamiento de la ciudad de Avilés solicitó al escultor Amado González Hevia que realizara una escultura para rendir homenaje al artista Juan Carreño de Miranda, con la reproducción en bronce de uno de sus personajes más famosos: La Monstrua Vestida, escogiéndola porque las meninas son figuras muy populares, y le pareció una buena forma de unir Avilés y Madrid, donde Carreño pinto a la niña. El monumento fue una donación de la empresa Ayala y se situada en el barrio marinero de Sabugo desde el año 1997. La estatua cuenta con un pequeño detalle y se trata de un pequeño ratón a los pies de la niña. La razón de ello es porque, al momento de realizar la escultura, un ratoncito correteaba por el estudio. La estatua se encuentra en la calle Carreño Miranda y es popular entre los turistas.
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